Tras su conversión, abandonó el rotativo laico y se sumó a las páginas de «La Croix».«Siempre me ha fascinado la riqueza de la cultura, y sobre todo de la literatura cristiana francesa del XIX y del XX: Claudel, Bernanos, Lubac... Por no hablar de épocas anteriores:  Pascal, Bousset, Francisco de Sales...  Cuando se acerca uno a estos autores se admira su diversidad, incluso su oposición, siempre dentro del catolicismo. Es una de las consecuencias, feliz y fecunda, de la inaudita libertad que da la fe», sostiene.


«Cuando se acepta la totalidad del dogma, ante nuestros pasos se abre una multiplicidad de caminos posibles», sostiene. «La fe no es, no puede ser un asunto privado», afirma Kéchichian. «Quiero subrayar la importancia de la dimensión universal de catolicismo. Yo sacrifico mi identidad personal y narcisista para ganar una verdadera identidad en Cristo. Católico no es un adjetivo, es un sustantivo. Yo no soy un crítico o un escritor católico, soy crítico, escritor y católico. Las identidades sociológicas no me interesan. Dicho lo cual, creo que la fe penetra en todos los sectores de mi vida, incluido el profesional», afirma.