Este miércoles, la Organización Mundial de la Salud declaró que considera ya la crisis del coronavirus como una "pandemia global". Ante esa realidad, cada vez más voces piden a la Iglesia que, dentro del respeto a las normas sanitarias de prudencia, en vez de retraerse tenga una presencia pública con lo que le es propio: pedir la protección de Dios y alimentar al pueblo con los sacramentos en un momento en el que son más necesarios.

Leonardo Ricotta es desde hace siete años y medio párroco de Santa Ágata en Villabate, una localidad de veinte mil habitantes en la provincia de Palermo (Sicilia). Sus calles, como las de toda Italia, están vacías tras la decisión del gobierno italiano cerrar todos los negocios salvo supermercados y farmacias.

Monumento al Padre Pío en Villabate.

Pero don Leonardo ha querido que Jesucristo no faltara en ellas y, acompañado solamente del palio, las recorrió con el Santísimo bendiciendo lugares y personas. El vídeo de su periplo se ha difundido ampliamente en la redes, donde ha causado impacto por la sensación de soledad y silencio que transmiten lugares donde normalmente hay vida y bullicio.

El párroco de Santa Ágata celebraba no hace muchos días el regreso a la parroquia de un crucifijo restaurado del siglo XVII, un momento en el que en Sicilia existió una escuela de imaginería que reflejaba con particular verismo los sufrimientos de Cristo en la Cruz.

El crucifijo restaurado, en la sacristía antes de ser reubicado en el templo.

"En cierto modo, podríamos considerar este crucifijo", dijo don Leonardo al presentarlo, aludiendo a que había sido varias veces pintado y repintado, "como un símbolo de la situación actual. La Iglesia no tiene necesidad de una reforma, tiene necesidad de una contrarreforma para volver a su esplendor original". El padre Ricotta ha destacado en los últimos años por su defensa pública de la doctrina y la moral católicas frente a los intentos de deformarla para asimilarla a las creencias mundanas.

Un sacerdote de doctrina clara

"Nunca fui un gran apasionado del Apocalipsis", contestó en una entrevista cuando le preguntaron si vivíamos tiempos apocalípticos, "pero puedo decirte que seguramente en estos momentos existe un combate espiritual entre el bien y el mal. La lucha entre la Mujer y el Dragón se está realizando. Y nosotros formamos parte de ese combate. Es un tiempo en el que se está manifestando la Bestia, eso sí".

"Hoy hay una presencia demoniaca en la humanidad", añadió: "Esa presencia demoniaca es evidente en la locura generalizada. Hoy la gente ha enloquecido, a nivel social y a nivel eclesial. No se trata solo de confusión, porque confusión puede haberla entre personas que razonan. Pero hoy la gente, insisto, ha enloquecido".

Don Leonardo se confiesa tomista, afirma que dice siempre en latín las palabras de la Consagración y considera que la doctrina contenida en la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI tiene el carisma de la infalibilidad. Y lamenta que en la Iglesia no se predique más sobre los Novísimos: "Yo creo en el cielo, en el purgatorio y en el infierno. Es evidente que, por desgracia, dentro de la Iglesia muchos hoy no creen. Muchos sacerdotes. Muchos obispos ya no creen... o en cualquier caso ya no hablan del infierno. El otro mundo se concibe de un modo casi budista. un nirvana, una felicidad que no se sabe bien en qué consiste... Pero el otro mundo es un mundo exacto, preciso".

Según don Leonardo, esta voluntad de esconder la fe en las realidades de la otra vida se debe a que "es cómodo no creer en la existencia del infierno, porque si creo en la existencia del infierno, tengo que creer en la existencia del pecado y del juicio de Dios, y por consiguiente no debo pecar. Pensar en el infierno me retrae de pecar, y esto, en el fondo, es incómodo".

Es más cómodo, añade, "creer en la existencia de un Dios que lo perdona todo, cualquier cosa que hagamos", y Él lo perdona todo, sí, porque "Él es la misericordia, pero... a condición de que el hombre se convierta y cambie de vida".

Tras recibir el crucifijo de su parroquia restaurado, a don Leonardo le preguntaron el pasado jueves qué significaba para los fieles: "Para nosotros", respondió, "nos recuerda que Nuestro Señor Jesucristo es el único Salvador. Debemos confiar en Él y esperar en Él".