918. 20 de junio. Le Fresne, Hora Santa. Yo pensaba en la derrota, después de tantas
oraciones. Me dijo: "¿No seria mejor que dijeras: ‘nos hemos ganado el Paraíso’, en vez de decir: 'hemos ganado la guerra'? Segura puedes estar de que Yo os he salvado de peligros que no conocéis. Es el Amor mismo el que obra cuando obro Yo. Si Me conociérais un poco! "Pero todavía es tiempo, hijos Míos, de que Me conozcáis. Que nuestras relaciones se hagan, finalmente, muy sencillas, cariñosas; como las del hijo pequeño con su padre, cuando le rodea el cuello con sus bracitos y le deja el cuidado del porvenir y solamente le dice que lo quiere."

919. 20 de junto. Curzon, en la hermosa iglesia del siglo XV, después de la comunión. "Piensa
durante todo el día que Mi Cuérpo ha habitado tu cuerpo. Tus gestos mismos tendrán dulzura por ello. Trae a este país una corriente de suavidad; porque la miseria de los otros es Mi propia Miseria. No te canses de consolar con pequeñas palabras amables. Sabes que estoy contigo."

Yo pensaba con tristeza en el avance del enemigo, ya muy cercano. El: "¿Quiénes son, si no Mis íntimos, Mis escogidos, los que deben hacer actos de perfecto abandono? Ejercítate bien en este abandono, ahora que se llega para vosotros la hora de la tribulación. Me darás gran placer, pequeña creatura Mía.

920. 22 de junio. Yo les había hablado de Nazareth y de Jerusalén a las ursulinas de
Beaugency, refugiadas como yo, y me sentía inundada de júbilo. Me dijo: "¡Es que Yo mismo Me siento tan feliz, cuando tú Me llevas a los otros! ¡Sé Mi pequeñita!''