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Trata de no tener en ti nada que pudiera desagradar a Mi Mirada; sólo respetos para Mi
Majestad, gratitudes para Mi Bondad, celosos deseos de Mi Gloria; compasión para Mis
Sufrimientos, cariños para Mi Amor, ternuras para Mi Consuelo Y tú Me invitarías con frecuencia y tu invitación sería ya una alegría para Mi Corazón, al modo como una música suave que se escapa de un lugar atrae la atención de un transeúnte solitario.

Entra entonces a donde está la música y cuando se entera de que esas armonías estaban dirigidas a él, que eran como una trampa de amor que cautivara su atención y provocara sus favores, el viajero se deja como embrujar por estas delicadezas y responde a ellas con abundancia, matiz por matiz. Se verá muy tentado a sobrepasar en fuerza lo que recibe; es la respuesta de un Dios que es todo Amor.

¡Hija Mía! Entra de lleno en estas conversaciones que se dan sin palabras; que no son sino deseos y anhelos vehementes, testimonio de que para ti existe fuera de Mí que ya te encuentras dispuesta a venir a los Brazos de tu Esposo porque la Tierra no pasa de ser un medio pasajero incapaz de retener un corazón y un espíritu hechos para Mí. Puedes decirme cada día. 'Aquí estoy, mi Señor.'

¿Será acaso el de hoy el día dichoso en que nos veamos para siempre juntos más allá de las fronteras?

 

  

 Gabriela Bossis (1874-1950) fue la menor de cuatro hijos en una familia católica francesa que la educó cristianamente. Se diplomó en enfermería y sirvió como tal en las misiones de Camerún, por lo que fue condecorada. Fue una persona abierta y comunicativa muy entregada a Cristo, pero que no sintió la vocación religiosa. En 1923 escribió su primera comedia, alcanzó celebridad por obras entretenidas y edificantes que se estrenaron en  numerosos países, incluso interpretando ella algún papel. En 1936 comenzó a transcribir sus diálogos con el Señor, una experiencia mística que vivió durante años. Fue dirigida espiritualmente por varios sacerdotes, que dieron luego testimonio de su paz interior. En uno de sus cuadernos escribe las siguientes palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección". Todos esos escritos se agruparon en volúmenes agrupados bajo el título Él y yo. Murió después de experimentar durante varios meses dolencias respiratorias y pérdida de visión, que sobrellevó con el mismo espíritu de conformidad con la voluntad de Dios que guió toda su vida.