1329. 22 de julio.

"Señor, cómo querría yo reemplazar a Magdalena sobre la Tierra, pues bien sé que su amor Te era muy dulce!"

El: Ofréceme el amor de Magdalena. Porque a Mí todo Me es presente y por la comunión de los santos, todo te pertenece. Te cuesta trabajo creer en estos misterios, que son una  invención de tu Dios. Aprovéchate de su Magnificencia y para eso, cree en Ella. Todas estas invenciones Mías son para el bien de Mis hijos, no para Mí.

Humíllate tú como se humilló Magdalena, en la Fe y en el Amor. Dime en secreto y con
frecuencia, tus faltas. Deplóralas. No te puedes imaginar la manera como te escucho. Y si tu
corazón se agita cuando Me confiesas tus faltas, ¿qué decir del Mio cuando te las escucho? "Que el amor, hija, te arrebate de tu manera ordinaria, para que aprendas a ser, como Magdalena, una mujer nueva y dispuesta a todo sacrificio. Ella había sido bien rica de las cosas de este mundo, pero no tenía nada cuando vivía en la gruta. Me esperaba. Espiaba el momento supremo y entre todas sus penitencias, la mayor era la de seguir viviendo. Di con ella: '¿Hasta cuándo Te veré, mi dulce Maestro? Apresúrate, Divino Jardinero, a cortar esta flor que no se abre sino para Tí.

Estos deseos, estos suspiros amorosos, Yo los acojo. Me los ofrezco a Mí mismo como incienso que sube. Incienso vivo y perfumado. El sacrificio que más agrada a Dios es el de un corazón roto de dolor y el dolor mas grande que puedas tener es el de no amar bastante. Toma pues el amor de todos los santos y ofrécemelo como por primera vez. Pídele a Magdalena que te ayude, ella, que tan bien supo amar. Ella unirá su vida de reclusa con tu vida de solitaria. Invítala y cerca de vosotras dos encontraré Yo la morada íntima de las confidencias, de esas conversaciones que no se expresan sino con silencios.