1126. 22 de julio. En el campo, después de una ausencia de ocho días, yo admiraba en el jardín la inmensa cantidad de rosas. "¿No he trabajado bien para ti mientras tú no estabas? Tú, amiga Mía, hazlo todo por Mí. Tus acciones Me parecerán mucho más perfumadas que todas estas rosas en efervescencia, porque eso es la vida de un alma y esta vida es el fruto de Mi Muerte. ¿Sabes?
Cuando se ha sufrido por alguien, se le ama más. ¿Quién podrá, hija Mía, contar el Amor de
Jesucristo? y ¿quién podrá contar Sus dolores? ¿Se sabe quién es Jesucristo?
"Yo preguntaba a Mis discípulos: '¿Quién dice la gente que Soy Yo?' Y lo sigo preguntando al
Mundo. ¡Cuán pocos son los que responden que Soy el hijo de Dios Vivo! En lugar de honor. Me dan indiferencia, se Me desprecia con odio, se Me conjuga en tiempo pasado... ¡Cuán raros son los que viven en Mí Viviente! Los que aman Mi Amor como la única finalidad de su existencia. Tú, sígueme. Así decía Yo en tiempos idos. Os lo vuelvo a decir. Forma tú parte del pequeño número, del cenáculo de las amistades y de los momentos íntimos.
"Esta tarde te pido que Me consueles consolando a los otros. Piensa que es fácil y sé siempre agradable. Tanta gente hay que lleva una pesada cruz; tú pasas diciendo una palabrita sonriente y su alma se ilumina. Es un vigor como el que los ángeles Me dieron en el desierto y en la hora de Mi Agonía. Imita a aquel Ángel lleno de compasión. Y que el tuyo te arrastre en su movimiento. Los ángeles son vuestros hermanos mayores.
"Y luego, dime 'gracias' con frecuencia. Me deleitan esas pequeñas y simples palabritas que son como una caricia de amor. "Un padre ama todos los gestos de su hija pequeña, pero cuando puede mantenerla cerca de su corazón, olvida todo cuanto él ha pasado por
ella."