Muchos seminaristas y sacerdotes de todo el mundo no tienen posibilidad de formarse para poder responder desde sus misiones pastorales a los retos del mundo de hoy. Ya sea porque provienen de diócesis pobres o que sufren la persecución, estos jóvenes (y sus obispos) necesitan la ayuda de los católicos de Occidente para impulsar de esta manera a las Iglesias de estos lugares.

Para ello nació CARF (Centro Académico Romano Fundación), que desde hace más de 30 años ha dado becas a cientos de sacerdotes y seminaristas, algunos de ellos ahora obispos y líderes eclesiales. Y lo han podido realizar gracias a la ayuda desinteresada de numerosos benefactores que han entendido la importancia de ayudar en la formación de los futuros sacerdotes. Una de ellas es María Dolores Cuadrado, viuda de 82 años, abuela de 20 nietos y bisabuela de otros tres niños. Desde hace años colabora con esta fundación y explica así por qué lo hace:

«Sin sacerdotes no hay eucaristía»

“Os contaré cómo empecé a colaborar con CARF. Desde muy pequeña mi padre me enseñó lo importante que era para la Iglesia que existieran Sacerdotes Santos y que un sacerdote es algo muy importante para la iglesia.

En Valladolid, teníamos una beca para un seminarista al que mi padre conocía y trataba. Cuando mi padre falleció y me acaba de casar, mi marido Mariano siguió ayudando a los seminaristas. Y cuando Mariano se fue al Cielo, quise implicarme más en esa colaboración para seguir ayudando a los sacerdotes.

Conocí CARF en un viaje a Roma y a Pamplona, y allí vi in situ los seminarios y lo que hacía esta Fundación por la formación de los sacerdotes.

El lema que oí a Alejandro Cantero, entonces director de CARF, que buscaba fondos para sacar adelante el CARF, llenó mi corazón de fuerza para trabajar: `Sin sacerdotes no hay eucaristía y sin eucaristía no hay Iglesia´.

Me entusiasma experimentar que, con mi granito de arena, podía ayudar a que un seminarista pudiera ser sacerdote con una beca de estudios. Desde el 2008 tengo la alegría de tener una beca anual.

Como son muchos años, han sido varios los sacerdotes a los que he podido ayudar. De los últimos me acuerdo de d. Félix Amani Luboya de Tanzania. En estos momentos colaboro con un sacerdote de Japón, D. Akira Kirishima.

Akira Kirishima es un sacerdote de Japón, ayudado por María Dolores

En uno de los viajes a Roma que organiza CARF, conocí a un Obispo de Uganda que nos daba las gracias por ayudar a sus seminaristas a formarse y a esparcir la semilla del evangelio en su país. Son países que tienen pocos medios económicos y gracias a la ayuda de muchos colaboradores, pueden contar con una buenísima formación para sus seminaristas.

En esta pandemia tan grande que estamos sufriendo, estos sacerdotes han dado consuelo a muchas personas. En mi ciudad, Valladolid, durante el confinamiento han fallecido bastantes amigos y conocidos. El desconsuelo de las familias de no poder acompañarle ni poder celebrar un funeral se aminoraba con las misas que estos sacerdotes, desde Pamplona, celebraban ofreciéndolas personalmente por la persona que había muerto. ¡A todos los que les di esa posibilidad lo agradecieron tanto!

En mi casa, mis hijos y mis nietos colaboran y están felices que yo tenga esa ilusión. En Nochebuena suelo darles unos sobres con algo de dinero como regalo. Uno de mis nietos me dejó en mi mesilla (y lo sigue haciendo) el mismo sobre que le había dado con unas palabras: “Para los curillas de la abuela”.

Por experiencia propia yo os animaría a que ayudarais y buscarais ayuda para estos seminaristas. La cantidad es la que podáis. Dios la multiplica, pero la oración por ellos esa no tiene límites”, concluye María Dolores.