Gosnell es la película que presenta los crímenes reales de este famoso médico abortista condenado por asesinar a bebés vivos cuyos abortos habían sido fallidos. Pese al boicot oficial que sufrió el filme logró colarse entre las películas más vistas, y eso que también durante el juicio al que se le consideraba “el asesino en serie más grande de Estados unidos” hubo un silencio generalizado entre los grandes medios de comunicación.

Sin embargo, en una nueva muestra del giro provida dado por el Gobierno de Estados Unidos dirigido por Donald Trump, la Casa Blanca organizó el pasado viernes por la noche una proyección en sus instalaciones de este filme que muestra la realidad del aborto tardío y del infanticidio que perpetró Gosnell.

El aborto tardío, a debate

Los grupos provida se han felicitado por la decisión de la Casa Blanca, pues en su opinión eleva a la opinión pública la historia generalmente silenciada de este asesino y pone en el debate el aborto tardío.

El subsecretario de prensa de la Casa Blanca, Judd Deere, declaró al National Catholic Register que esta película supone un “recordatorio sorprendente” de la espantosa historia real de las prácticas de Gosnell.

“Kermit Gosnell fue declarado culpable de tres cargos de asesinato en primer grado por matar bebés cortando sus espinas dorsales después de los abortos fallidos, y esta película es un recordatorio sorprendente de estas atrocidades horribles”, aseguró este cargo gubernamental.

Condenado a cadena perpetua

Deere relacionó igualmente el caso Gosnell, al que se acusó de muchos más crímenes de los que finalmente fue condenado, con el intento de diversos estados gobernados por los demócratas de aprobar el aborto tardío.

Por ello, indicó que “los demócratas ahora defienden este procedimiento, pero el presidente Trump ha hecho de la protección de la vida y la eliminación del infanticidio una prioridad para esta administración”.

Kermit Gosnell fue detenido, juzgado y finalmente condenado  en 2013 a cadena perpetua por practicar abortos a término, ilegales en Pensilvania, y asesinaba  a aquellos niños  que, por accidente, nacían. Fue condenado por tres de esos crímenes, pero aún más relevante que la casa de los horrores que demostró ser su abortorio -conservaba restos de los niños que mataba- fue el clamoroso silencio mediático en que los medios del sistema envolvieron un juicio que, con menos cargos y menos muertos y menos circunstancias informativamente destacables, habría ocupado los principales informativos del país durante meses.