El 12 de octubre se estrenó en 750 salas en Estados Unidos la película Gosnell: el juicio contra el mayor asesino en serie de la historia de América, sobre el médico Kermitt Gosnell, condenado a cadena perpetua por el asesinato de tres niños nacidos vivos de sus abortos, una práctica habitual en su abortorio y que los medios del sistema silenciaron sistemáticamente. Recientemente ReL presentó sus elementos esenciales y contexto, así como un artículo de John Waters sobre su significación.

Una vez estrenada, Gosnell ha recibido diversos apoyos en el ámbito provida, entre ellos dos muy relevantes:

-David Daleiden, el joven que desveló la compraventa de órganos de bebés abortados por parte de Planned Parenthood: "La mejor película sobre el aborto jamás hecha".

-Marjorie Dannenfelser, presidenta de la Susan B. Anthony List, que evalúa el compromiso provida de los políticos: "No puedo recomendar esta película con mayor energía... Cambiará mentes y corazones sobre el aborto".

También la apoya Monica Migliorino Miller, directora de Citizens for a Pro-Life Society [Ciudadanos por una Sociedad Provida], profesora de Teología en la Madonna University de Michigan y autora de varios libros: La teología de «La Pasión de Cristo», La autoridad de las mujeres en la Iglesia católica y Abandonados: la historia no contada de la guerra del aborto. Migliorino ha escrito un artículo en Crisis Magazine (ensalzando la película al tiempo que señalando en qué se ha quedado corta) que reproducimos a continuación:

Monica Migliorino Miller, autora del artículo, durante una manifestación provida contra el mandato abortista del presidente Barack Obama, finalmente derogado por Donald Trump.

Gosnell: una buena película que no llega a inolvidable 

[Spoilers: al ser la película fiel a la historia real de Kermitt Gosnell y de su juicio, este artículo no desvela ningún hecho sustancial que el lector, o simplemente quien haya visto el tráiler, no conozca ya. Sí se describen algunas escenas, pero la descripción acrecienta, más que mengua, el interés por el film. En cualquier caso, señalamos con asteriscos de inicio y de fin de spoiler dos párrafos que quizá algún futuro espectador de la película prefiera no haber leído.]

Puede decirse sin temor a la equivocación que ninguna otra película producida en los últimos tres años se ha enfrentado a los obstáculos para llegar a la “gran pantalla” que ha sufrido la película Gosnell. Producida por Phelim McAleer y Ann McElhinney y lista para distribución desde nada menos que octubre de 2015, la película puede considerarse un pequeño milagro cinematográfico, dado el persistente apoyo de la industria del cine al aborto. A pesar de la oposición de la industria, sus creadores tuvieron la valentía de continuar con el proyecto y perseverar hasta asegurar una distribución que llevó la película a 750 salas en un estreno nacional el 12 de octubre.

La película sufrió una seria oposición desde el principio. Kickstarter rechazó la campaña de captación de fondos de los productores. En menos de dos semanas, consiguieron más de dos millones de dólares a través del portal internacional de crowdfunding Indiegogo.

Éste fue el vídeo de la campaña con la que se recaudó el dinero suficiente para sacar adelante Gosnell.

Sin embargo, una vez terminado el film, ningún distribuidor quiso aceptarla, según un artículo de su director, Nick Searcy, en el National Review de septiembre de 2018 [titulado: Por qué dirigí Gosnell]. Dijo que Hollywood “funciona con miedo, miedo no solo al fracaso sino, de forma insidiosa, a ser marginado por tus opiniones políticas”.

Hollywood no quiso publicitar la historia de Kermit Gosnell, un médico abortista que actuaba en su clínica en un área pobre de Filadelfia. El informe del gran jurado en 2011 describe aquella “casa de los horrores”: “Este caso se refiere a un médico que mataba niños y ponía en peligro a mujeres. Queremos decir que, de forma habitual e ilegal, traía a luz niños vivos y viables en el tercer trimestre de embarazo y luego mataba a esos recién nacidos seccionándoles la columna vertebral con unas tijeras. La praxis médica con la que llevaba este negocio era un burdo fraude en el cual administraba a sus pacientes sobredosis de fármacos peligrosos, propagaba entre ellas enfermedades venéreas con instrumentos infectados, perforaba su útero e intestinos y, al menos en dos ocasiones, les produjo la muerte. A lo largo de los años muchas personas supieron lo que estaba pasando aquí. Pero nadie hizo nada para detenerlo”.

Gosnell narra la investigación a la que fue sometida en febrero de 2010 la clínica de Gosnell tras un registro por tráfico de ilegal de fármacos, el descubrimiento por el detective James Woods (interpretado por Dean Cain) de que Gosnell realizaba abortos más allá del límite legal de 24 semanas, y -elemento central de la película- el juicio que tuvo lugar en 2013 contra Gosnell, condenado por tres delitos de asesinato de niños nacidos vivos y el homicidio involuntario de Karnamaya Mongar, refugiada de Bután de 41 años, que sufrió una sobredosis letal de fármacos durante el aborto en 2009 de su niño no nacido de 19 semanas.

Sarah Jane Morris consigue una potente interpretación de la fiscal Alexis McGuire, a quien se le asigna la tarea, políticamente ardua, de conducir a juicio a un médico abortista. Morris logra un convincente equilibrio entre su condición de ambiciosa profesional del Derecho y, sin embargo, también de alguien emocionalmente afectada por la singular matanza abortista de Gosnell a la que se enfrentan ella y otros personajes de la película.

El carácter más difícil de encarnar es el del mismo Kermit Gosnell. El actor Earl Billing presenta a un abortero que no es consciente de la realidad y se justifica a sí mismo de forma tranquila, sencilla y sin embargo comprometida. Da vida a la extraña personalidad de Gosnell, haciendo creíble que una persona así pudiese gestionar una oficina médica repugnante, infestada de gatos, plagada de bichos, más preocupado por sus mascotas, unas tortugas a las que irónicamente se refiere como “especies protegidas”, que por la vida de los no nacidos y de las mujeres que tiene como pacientes.

Apoyo total del movimiento provida

Gosnell está bien interpretada, bien escrita, bien conducida, y emplea con eficacia flashbacks para contar su historia sobre la clínica “casa de los horrores”. Dado que se trata de una película que analiza los aspectos negativos de la práctica del aborto como ninguna otra película se haya atrevido a hacerlo, y dado que sus creadores desafiaron la hostilidad pro-abortista para llevarla finalmente a la pantalla, Gosnell es un triunfo cinematográfico, un logro cinematográfico, un auténtico éxito fílmico.

El movimiento provida ha dado su apoyo absoluto a esta película. Considerando el apoyo de los medios al “derecho de la mujer a elegir”, dicho movimiento ha tenido muy pocas oportunidades de influir sobre la cultura popular en cuanto a la sórdida naturaleza de la industria del aborto. Es pues comprensible que Gosnell sea recibida como una especie de ariete provida.

Alguna objeción

Sin embargo, aunque claramente Gosnell no defiende la legalización del aborto, la película no se centra sobre el aborto como una injusticia per se. El foco principal de Gosnell es… ¡Gosnell! Como mucho, solo secundaria o indirectamente, la injusticia del aborto. De hecho, si no fuera por una escena muy importante, uno podría razonablemente argumentar que el aborto como la muerte injusta de una vida humana inocente no está abordado ni siquiera indirectamente.

Nick Searcy, director de la película, se quedó con uno de los papeles de "malo".

Durante el juicio a Gosnell, su abogado defensor, Mike Cohan, interpretado por el director de la película, repregunta a la doctora North, testigo de la acusación, interpretada por Janine Turner. North es guapa, bien vestida, muy amable y sofisticada: una abortera que actúa legalmente, cuyo testimonio emplea McGuire para mostrar hasta qué punto Gosnell se aparta de las normas médicas correctas y aceptables.

North declara de buena gana que ha realizado más de 30.000 abortos, muchos de ellos en el segundo semestre. Pero Cohan, agresivamente, la golpea con preguntas en las cuales, cada vez más incómoda, se ve forzada a revelar la brutalidad del proceso mortal de dilatación tardía y expulsión. Cuando Cohan enseña la espantosamente larga aguja de 20 cm, ella describe cómo se inyecta cloruro de potasio en el corazón de fetos de 23 semanas. North explica que esta inyección produce la muerte del feto, asegurándose de que el niño no nacerá vivo, como sucedía en el caso de los métodos abortistas de Gosnell. Se ve obligada a describir el procedimiento con el que el abortero, guiado por la ecografía, arranca con un fórceps un brazo o una pierna y saca al niño a pedazos, extrayendo sus miembros del vientre. En los niños de mayor edad y tamaño, la “materia gris” será succionada del cráneo para que el cráneo se desinfle.

No se ahorra ni uno de los espeluznantes detalles, en un diálogo específicamente dirigido a mostrar que no existe ninguna diferencia entre los procedimientos de aborto legales y lo que Gosnell hacía en su clínica y por lo que es acusado. En términos de transmitir al corazón la injusticia del aborto en sí mismo, esta escena es el momento más potente de la película.

Sin esta escena, Gosnell es, en última instancia, la historia de un abortero sin escrúpulos, de la cual los espectadores pueden concluir que no es representativo del aborto y de lo que pasa en los abortorios. Y, por supuesto, dado que el foco se pone en los abortos tardíos, la película deja sin tocar la injusticia de lo que sucede en la amplia mayoría de los abortos, el 90% de los cuales tienen lugar dentro de las 14 primeras semanas de gestación.

La víctima Baby A

Es una película elaborada profesional y concienzudamente y, dado el contexto cultural en el que se estrena, incluso una película notable. Sin embargo Gosnell no llega a ser la película inolvidable que podría haber sido. El centro de este drama no es que, por la negligencia del Departamento de Salud de Filadelfia, y por orden del gobernador Tim Ridge de no inspeccionar su clínica, Gosnell dirigiese un servicio por debajo de los estándares médicos que puso a mujeres en un peligro serio, causando incluso su muerte. El sujeto real del drama son los niños que él asesinó, niños a quienes deliberadamente dejó nacer vivos solo para matarlos de una forma espantosa.

***COMIENZA SPOILER***

La película se centra sobre una de esas víctimas, llamada Baby A. En el momento de nacer viva, y antes de asestarle el golpe mortal, Gosnell exclamó: “¡Es tan grande que podría acompañarme al autobús!” La película arranca con un miembro de su equipo llamada Betty haciéndole una foto a algo en la clínica con el teléfono móvil. No es hasta más avanzado el film cuando descubrimos que ella tomó en secreto una foto de esta víctima de aborto. La foto es esencial para la narrativa de la película. Aunque en el juicio real de Gosnell se proyectaron en una pantalla ante los miembros del jurado no menos de 47 fotos de víctimas del aborto, en la película es solo la foto de Baby A la que lleva adelante el argumento. La película llega a su clímax cuando Betty, que había rechazado difundir la foto o testificar contra su antiguo jefe, respondiendo finalmente a sus remordimientos de conciencia, acude al tribunal y la imagen horrorosa es expuesta, pese a la oposición del enfurecido abogado de Gosnell.

Sin embargo, los espectadores nunca ven a Baby A (nunca ven a ninguna de las víctimas de aborto de Gosnell, ni cuando son halladas por los policías, ni cuando McGuire las ve en el laboratorio de patología, ni en ninguno de los flashbacks de los procedimientos de aborto), ni siquiera cuando la foto de Baby A se muestra al jurado, y eso que todo se ha ido preparando para este momento cumbre. Solo una vez aparece la imagen de una víctima del aborto en pantalla, cuando, durante el registro inicial en la clínica, el detective Woods descubre una fila de tarros con restos humanos. La cámara enfoca la planta del pie de un niño abortado, un “trofeo” de un aborto de Gosnell conservado en una solución de formol.

***FIN SPOILER***

Salvo en ese caso, las víctimas del aborto quedan fuera de la vista. La audiencia solo ve la reacción de los protagonistas al ver a las víctimas, muchos ojos llorosos y el cambio de expresión en el rostro. La película conduce al espectador hasta los límites de la realidad... y luego le aparta de ella. Es evidente que los productores tomaron una decisión prudente, pero es la que ha privado al film de lo que podría haber sido una impresión cinematográfica poderosa y perdurable, ese tipo de impresión que golpea al espectador durante días, semanas, tal vez para siempre: una película que marca a los espectadores porque desvela la inesperada y profunda verdad que de otra forma nunca habrían conocido.

No mostrar la foto de Baby A es una decisión prudencial comprensible. La motivación de los creadores del film fue probablemente motivada por razones de marketing. Sin duda querían ampliar la accesibilidad de Gosnell a una audiencia más amplia y general, y necesitaban asegurarse de que no pondrían una calificación para mayores de 13 años. También hay que tener en cuenta que la película ya tenía que superar increíbles obstáculos de distribución, incluso sin imágenes demasiado gráficas. Pese a todo, las decisiones prudenciales son una cosa y las decisiones artísticas son otra, y los realizadores de Gosnell eligieron el camino “más seguro” para una película cuyo contenido ya era controvertido. Gosnell es una buena película que se queda al borde de ser una película inolvidable.

Es irónico que no se permita a la audiencia implicarse visualmente con Baby A. Durante el testimonio de Betty, McGuire le preguntó por qué tomó la foto. Ella respondió: “Porque era demasiado grande. Simplemente pensé que debía haber una foto suya para que la gente sepa que durante un tiempo... vivió”. Y, sin embargo, es incluso a las propias personas que acuden a ver la película Gosnell a quienes se las priva de ver la foto que reivindica su vida. Ocultar a esta víctima es aún más chocante cuando uno considera que la película sí muestra la imagen repugnante de un gato muerto y en descomposición cubierto de pulgas en el sótano de la casa de Gosnell, una ironía que Eric Scheidler, de la Pro-Life Action League, advirtió con perspicacia. Y los realizadores de Gosnell sabían que la foto era importante para la película. Justo antes de los títulos de crédito finales se invita al espectador a ver la foto en internet… ¡una vez concluida la película! [La página web de la película Gosnell sí rinde este homenaje al niño asesinado, ofreciendo su imagen, de cuya dureza advertimos.]

Aunque la forma con la que Gosnell practicaba abortos pueda ser atípica, sin embargo su clínica es un microcosmos de la industria del aborto. Como demuestra la amplia investigación de Cheryl Sullenger sobre ilegalidades y prácticas poco éticas en clínicas aboristas en todo el país, desde la proliferación de abortorios independientes desde 1973, la mayoría de las clínicas contienen algún elemento de los que caracterizaron a la “casa de los horrores” de Gosnell.

Opiniones recogidas en la première de Gosnell, tanto del equipo de producción como de asistentes que la veían por primera vez. John Sullivan, el productor ejecutivo, da la clave de las dificultades que ha encontraddo el film: "Cuenta lo que los medios ocultaron".

Para hacer pensar a los que dudan

Gosnell no aborda directamente la injusticia del aborto. Sin embargo, es el primer largometraje de gran distribución que tiene potencial para hacer pensar a los indecisos sobre la legitimidad del aborto. Si quienes ven algún problema en el aborto son sinceros, llegarán a la conclusión de que matar niños dentro del útero es esencialmente el mismo acto criminal que sufrió Baby A, y que es la vil naturaleza del aborto la que conduce a la casa de los horrores de Gosnell.

Si eres provida y no quieres darle a los enemigos de esta película la satisfacción de que se convierta en un fracaso en taquilla, acude a ver Gosnell antes de que las 750 salas la sustituyan por películas mucho menos importantes.

Publicado en Crisis Magazine.

Traducción de Carmelo López-Arias.