El cardenal de Boston, Sean O´Malley, y 7 obispos católicos de las diócesis de EEUU fronterizas con México han celebrado este 1 de abril una misa en memoria de los 6.000 inmigrantes muertos en el desierto de Arizona desde 1998.

La celebración tuvo lugar en Nogales, que en realidad son dos ciudades divididas por una gran valla: a un lado, en EEUU, está Nogales-Arizona, con 20.000 habitantes, de los que el 95% son hispanos. Al otro lado, en México, Nogales-Sonora, con 212.000 habitantes. Arizona fue territorio español hasta 1821, luego mexicano. Estados Unidos se anexionó la parte norte en 1848, y México le vendió la parte sur en 1853. La valla de Nogales marca la frontera actual.

Como recogen las fotografías, la misa se realizó en la zona norteamericana, pero se repartió la comunión entre los barrotes de la valla a los católicos que la siguieron desde el lado mexicano.



El cardenal Seán O’Malley también recorrió la zona fronteriza, de colinas cercanas al desierto, por donde a veces se encuentran los cadáveres de inmigrantes que mueren al intentar cruzar... unos 400 al año, según recordó. 


Al informar recientemente sobre la visita que realizarían del 30 de marzo al 1 de abril a la frontera entre México y Estados Unidos, y recordando la visita del Papa Francisco a Lampedusa, al sur de Italia, el Obispo de Seattle y presidente del Comité sobre Migración de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Mons. Eusebio Elizondo aseguró que “la frontera Estados Unidos-México es nuestra Lampedusa, los inmigrantes en este hemisferio tratan de alcanzarla, pero a menudo mueren en el intento”.



El Cardenal Seán O’Malley recordó en su homilía “las penurias y humillaciones de tantos inmigrantes que vienen a los Estados (Unidos), huyendo de la pobreza y la opresión, buscando una mejor vida para sus hijos”.


El Cardenal O’Malley recordó que “por 20 años trabajé en Washington D.C. (Estados Unidos), con inmigrantes de El Salvador, Guatemala, Nicaragua y de toda América Latina. La vasta mayoría no tenía la ventaja de un estatus legal. Muchos vinieron a los Estados (Unidos) en gran parte huyendo de la violencia de guerras civiles en América Central”.

“Tristemente, muchos inmigrantes pasaron años sin la oportunidad de ver a sus seres amados. Muchas áreas rurales están pobladas por abuelos haciéndose cargo de sus pequeños nietos, porque los padres están en los Estados Unidos trabajando para enviar dinero a sus hogares”.

El Arzobispo de Boston indicó que si bien “muchos de los sacerdotes y obispos conmigo han tenido mucha más experiencia de la frontera”, en su caso, él enterró “a uno de mis feligreses en el desierto cerca de Ciudad Juárez (México), que fue asesinado ahí”.



“Sabemos que la frontera está marcada con tumbas anónimas de miles que mueren solos y sin nombre”.


El Cardenal O’Malley recordó que el Evangelio de hoy contiene la parábola del Buen Samaritano, con la que Jesús explica a un doctor de la ley quién es el prójimo.

El Arzobispo indicó que “en la época de Jesús, el término “Buen Samaritano” nunca era usada por la gente escogida. En efecto, se vería como una contradicción de términos. ¿Cómo podría alguien al mismo tiempo ser samaritano y bueno?”.



“Los samaritanos eran los despreciados extranjeros, herejes y marginados. Aún así, Jesús nos muestra cómo el extranjero, el samaritano, se vuelve el protagonista, el héroe que salva a uno de unos hijos nativos que es rescatado no por sus compatriotas y correligionarios, sino por un extranjero, un inmigrante, un samaritano”.

El Cardenal indicó que “venimos al desierto hoy porque es el camino a Jericó; es viajado por muchos que tratan de llegar a la metrópolis de Jerusalén. Venimos aquí hoy para ser un prójimo y encontrar un prójimo en cada una de las personas sufrientes que arriesgan sus vidas y a veces las pierden en el desierto”.



Ofrenda conmemorativa de flores
por los fallecidos en el desierto


“El Papa Francisco nos alienta a ir a la periferia para buscar a nuestro prójimo en lugares de dolor y oscuridad. Estamos aquí para descubrir nuestra propia identidad como hijos de Dios, para que así podamos descubrir quién es nuestro prójimo, quién es nuestro hermano y hermana”.

El Arzobispo estadounidense señaló que “como una nación de inmigrantes, debemos sentir una sensación de identificación con otros grupos inmigrantes que buscan entrar a nuestro país”.

Estados Unidos es una nación de inmigrantes. Solo los indígenas Nativos Americanos no son de otra parte. Así que la palabra de Dios nos recuerda hoy que nuestro Dios quiere justicia para el huérfano y la viuda, y nuestro Dios ama a los extranjeros, los inmigrantes, y nos recuerda que nosotros fuimos inmigrantes en Egipto”.


El Cardenal recordó que “a causa de la hambruna de la patata y la opresión política, mi pueblo vino de Irlanda. Miles y miles perecieron de inanición. En los barcos de la muerte que trajeron los inmigrantes irlandeses, un tercio de los pasajeros murió de hambre”.

“Los tiburones siguieron los barcos esperando para devorar los cadáveres de las personas ‘enterradas en el mar’. Sospecho que sólo los africanos traídos en los barcos de esclavos tenían un pasaje peor”.



“El trabajo duro y los sacrificios de tantas personas inmigrantes es el secreto del éxito de este país. A pesar de las expresiones violentas xenofóbicas de un segmento de la población, nuestra población inmigrante contribuye poderosamente a la economía y al bienestar de los Estados Unidos”.


El Cardenal O’Malley denunció que “cada año, 400 cuerpos son encontrados aquí, en la frontera, cuerpos de hombres, mujeres y niños, buscando entrar a los Estados Unidos. Esos son solo los cuerpos que son encontrados. A medida que cruzar la frontera se vuelve más difícil, la gente toma riesgos más grandes y más están pereciendo”.



El cardenal O´Malley, vestido de capuchino con cazadora, examina las colinas fronterizas con un guía del lugar

“El año pasado alrededor de 25 mil niños, mayoritariamente de América Central, llegaron a los Estados Unidos, sin la compañía de un adulto. Decenas de miles de familias son separadas en medio de las pautas de migración. Más de 10 millones de inmigrantes indocumentados son expuestos a la explotación y a la falta de acceso a servicios humanos básicos, y están viviendo en constante miedo”.

“Ellos contribuyen a nuestra economía con su trabajo duro”, dijo el Cardenal, “a menudo contribuyendo con miles de millones de dólares cada año al fondo de seguridad social y a programas de cuidados médicos que nunca los beneficiarán”.



El Arzobispo de Boston señaló además que actualmente en Estados Unidos “tenemos más de 30.000 detenidos” por problemas migratorios, “la mayoría de los cuales no tiene conexiones criminales. El costo de estas detenciones es de cerca de 2.000 millones de dólares al año”.


A fines de marzo, la pequeña Jersey Vargas, de solo 10 años, viajó desde Estados Unidos al Vaticano, para pedirle al Papa Francisco que interceda ante el presidente Barack Obama para que no deporten a su padre indocumentado.

Como ella, desde enero de este año, con el apoyo del Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gómez, diversos hijos de inmigrantes indocumentados han pedido al Papa que los ayude a que sus padres no sean deportados.

En declaraciones a ACI Prensa a fines de enero de este año, Gloria Saucedo, directora Nacional de Hermandad Mexicana, una de las organizaciones que conforma la Coalición de los Derechos Plenos Para los Inmigrantes, criticó que la política estadounidense no favorece “las necesidades de la economía que necesita trabajadores, ignora la protección al trabajador y a sus familias”.

Sus leyes de inmigración son obsoletas y no han sido actualizadas por más de 28 años. Y mucho menos en el area humanitaria”, señaló.