Quien se acerca a la panadería no encuentra gran diferencia: como en todas las demás hay hileras de pan listo para el consumo. Pero lo particular de este negocio desde el que se surte pan para hoteles y restaurantes de Los Ángeles, California, es que quienes fabrican los panes y galletas son ex pandilleros.

Todo comenzó hace 25 años cuando, ante la constatación de que muchos jóvenes se perdían entre los vicios propiciados por las pandillas, el padre Greg Boyle (a quien los jóvenes llaman «Father G») se dio a la tarea de ayudar y sacar adelante a los muchachos, especialmente latinos, con un modelo de negocio redituable para mejorar la situación de violencia en que vivían los ex pandilleros.

"Yo vengo aquí desde los 16 años, justo cuando me iba a meter en las pandillas. Ahora tengo 19 años y estoy yendo al colegio y trabajando aquí en la panadería. Gracias al padre Greg estoy vivo y con felicidad", dice Gustavo Reyes, uno de los colaboradores de Homeboy.

Cada año pasan por Homeboy quince mil personas. ¿Cómo hacen para ayudarlas a todas? Dependen del dinero que generan: 5 millones de dólares que se consiguen del presupuesto de 15 millones con el que trabajan anualmente.

La idea del padre Boyle, a la que la BBC de Londres ha llamado "el programa antipandillas más grande de Occidente" abarca actualmente salsas y tortillas que compiten contra grandes marcas en los supermercados y tiendas. Y para continuar ayudando a más ahora también se han diversificado en áreas como la impresión sobre telas e incluso una marca de ropa.

Los problemas derivados de la convivencia entre ex pandilleros de grupos diversos o incluso enfrentados y los retos económicos están presentes. Pero también está presente la figura del «padre» encarnada por el padre Greg y que, desde luego, es un elemento de unidad y apoyo para jóvenes que no tuvieron en la propia familia una figura paterna así de cercana y presente.

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