Este miércoles el arzobispo de Nueva York participó en la catequesis de la parroquia madrileña de San Ricardo con 350 jóvenes de Estados Unidos, Australia y las Barbados, ante quienes centró su discurso en la racionalidad de la fe.


Pero antes de venir para la JMJ, Timothy Dolan, también presidente de la conferencia episcopal de Estados Unidos, dejó como último post de su blog una interesante reflexión titulada Los signos externos de nuestra fe.

Y si el contenido es ya de por sí significativo, lo es más teniendo en cuenta la personalidad de su autor, un prelado de la máxima confianza de Benedicto XVI, quien le eligió en 2009 para una de las diócesis más importantes del mundo, y cuya victoria en las elecciones de los obispos norteamericanos, en noviembre de 2010, fue muy disputada y muy simbólica de la prevalencia del sector más conservador sobre el más progresista.


Monseñor Dolan comienza refiriéndose a la reciente decisión de los obispos ingleses de reintroducir la obligatoriedad de la abstinencia de carne los viernes, una disciplina que fue relajada por Pablo VI en 1967. Y, aunque en modo alguno fue ésa la intención de aquel Papa, subraya el obispo, "se convirtió en el símbolo del ´cambio´ en la Iglesia post-Vaticano II... y hay que admitir que la penitencia y la mortificación -esenciales para la vida cristiana, según el mismo Jesucristo- lamentablemente disminuyeron como rasgo de la vida católica".

Pero, aparte de esa cuestión concreta desde el punto de vista penitencial, está la cuestión "del valor de los signos externos que nos vinculan a nuestra identidad religiosa... Aunque la esencia de la fe es interior... la religiosidad interior genuina da lugar a rasgos externos, en particular actos de virtud y caridad".

Los católicos, antes, teníamos "toneladas de ellos": "La abstinencia de carne los viernes era uno de ellos, pero podemos recordar también la seriedad del cumplimiento de ir a misa los domingos y fiestas de guardar, el ayuno en las Témporas, los nombres de santos de los niños, la confesión al menos anual, una participación leal en la parroquia, el ayuno de tres horas antes de comulgar... por nombrar sólo unos cuantos".

Casi todos ellos se han perdido, lamenta monseñor Dolan, y lo cierto es que "según afirman los expertos, sin características externas identificables, cualquier religión se vuelve lánguida, insulsa, poco atractiva".

Además, la decisión de los obispos ingleses tiene otro sentido, según su compañero de Nueva York: "Hay que restaurar el sentido de pertenencia, un signo exterior de que formamos parte de la Iglesia... Quizá ha llegado el momento de preguntarnos si no ´tiramos al niño por el retrete´ cuando hace cincuenta años nos deshicimos de tantos signos identificativos y distintivos de vida católica".

Monseñor Dolan concluye con una reflexión: "Si todo el énfasis se pone en esos signos externos, el peligro es caer en la hipocresía y el escrúpulo y en una observancia de leguleyos. Pero si todo el énfasis se pone en el interior, sin ningún signo externo, el riesgo es perder el sentido de pertenencia y de solidaridad comunitaria".

"Sin duda, necesitamos ambas cosas", remata el presidente de los obispos estadounidenses.