Los Obispos españoles el pasado miércoles, 3 de abril de 2019. Y el 30 de mayo de 1919: han pasado cien años y sigue incólume el amor al Corazón de Cristo.

 

3.- ENFOQUES DIVERSOS DE AQUEL ACTO VANDÁLICO

a) Valga por muchos otros el testimonio escrito de don Aniceto Castro Albarrán (entonces Magistral de Salamanca), cuya elocuencia resonó en el Madrid republicano y en su estudio audaz sobre El derecho a la rebeldía. Describe los diversos conatos de la destrucción en la prensa salmantina y termina con estas frases:

«Ha llegado la hora del poder de las tinieblas. Los teléfonos se estremecen con la terrible noticia: En este momento ha caído destrozado el Sagrado Corazón entre blasfemias y maldiciones. Fue lógico y natural lo que hicieron. Eran sus enemigos y como a enemigo lo consideraban. Lo tenían prisionero…, y ¡lo fusilaron! Eran enemigos de España. El Corazón de Jesús estaba tan entrañado en el corazón de España que podían, con unos mismos disparos, con la misma dinamita, herir y destrozar el Corazón de Cristo y el Corazón de España. ¡Cerro de los Ángeles, Calvario español de esta nueva redención de la guerra! Las balas de este fusilamiento y la dinamita de esta explosión han hecho heridas, nuevas puertas, han abierto más la desgarradura del Corazón Divino» (véase también su obra Este es el cortejo).

La Conferencia Episcopal Española ante las ruinas del monumento antiguo

 

b) El cardenal Isidro Gomá, en una pastoral, preludio de la otra colectiva que abrió los ojos al mundo católico para ver la realidad de aquella furia sacrílega que multiplicaba las víctimas (enero de 1937) escribía emocionado que, aunque no era el único ni tal vez el mayor, sí era el más expresivo, a manera de sacrilegio sintético.

«Esta guerra, por parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido un sistema vastísimo de sacrilegios perpetrados a sangre fría y que culminaron en este sacrilegio sintético que, si no fue el mayor en su aberración teológica sí que fue el más simbólico y clamoroso: el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles. ¡Dulce imagen de Jesús bendiciendo a España! Levantado en su centro geográfico, culminando, imponente, con majestad divina sobre las figuras más representativas del amor divino en pecho humano, cayó, acribillado a balazos, de su pedestal el que tiene uno en el corazón de cada buen español. Tocar a Dios, amados diocesanos, es tocar lo más vivo de la vida social. Por esto debiéramos sentir profundamente el dolor del sacrilegio».

c) Don Esteban Bilbao, ministro entonces de Justicia, decía emocionado en septiembre de 1937, al renovar la Consagración de Vizcaya ante el monumento de Bilbao, que varias veces había estado a punto de ser destruido antes de la liberación, en junio de aquel año. «La imagen del Señor cayó, pero cayó con los brazos abiertos, y al caer sobre tierra española la besó en un abrazo dolorido. Y ahora Cristo es más que nunca de España y España es más que nunca de Cristo».

d) Prensa roja. Bastaría ojear la de Madrid de aquellos días para ver en su clamoreo la verdadera razón del odio sacrílego que los movía. Así, se puede leer en uno de los boletines, del 13 de agosto, esta referencia:

«Un estorbo que desaparece. Esta madrugada (fue la noche de seis días antes) ha sido volado el monumento al Corazón de Jesús que tenían para sus expansiones fascistas los grandes capitalistas, terratenientes y pistoleros a sueldo de la reacción. El Cerro de los Ángeles se encuentra limpio de un estorbo» (citado por Jato, Madrid, capital republicana).

Y hasta el extranjero llegó la noticia como un triunfo, con la foto del fusilamiento a la voz de una miliciana. Era el blanco de tiro donde, como en una verbena, gustaban los milicianos de ser fotografiados junto a las ruinas.

Milicianos, sobre las ruinas, con el puño en alto

 

e) Años más tarde, como para silenciar este testimonio gráfico, se trató de negar autenticidad a aquellos datos. Más aún, el periódico católico La Croix (que tan contrario se mostró a los nacionales durante la guerra, como tantos intelectuales extranjeros), se atrevió a decir, en su número del 18 de julio de 1965, que aquel monumento “inaugurado por Alfonso XIII en 1915 (¡!), fue destruido durante la guerra por encontrarse en la línea de fuego y haber cambiado varias veces de manos…”. Así se escribe la historia, como si no hubiera habido nada anormal.

Es triste tener que comprobar esta desinformación o información tendenciosa hasta en nuestros días. La cita es con ocasión de la solemne reinauguración del monumento, el 25 de junio de 1965. Pero quizá sea más incomprensible la velada atenuación de aquel hecho salvaje, casi aludiendo por contraste a la muerte de un poeta por los nacionales poco después de la voladura del monumento. Y esto es un periódico español en el aniversario de la primera consagración de España.

f) Ponemos aquí, como punto final, unas frases del artículo aparecido en un diario de provincias, pero con acento muy distinto:

«El fusilamiento del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles fue la síntesis de toda una acción antidivina, y resume en símbolo los móviles de una contrapuesta historia reciente. Para comprender en su significado profundo el encuentro de las dos Españas a lo largo de treinta y dos meses, ninguna explicación tan elocuente como el piquete de milicianos apuntando con sus fusiles al Corazón de Jesús, la voz de ¡fuego!, dada por una miliciana y las balas silbando el pecho de Cristo. Se sabe que luego se recurrió a especialistas en voladuras. El monumento fue un montón de bloques y estatuas rotas. Y se bautizó el montículo con el expresivo nombre de Cerro Rojo. Todo está claro: Cristo sustituido por el comunismo. Sin ese punto de mira, la guerra no tiene sentido. Habrá muertos, pero no habrá héroes ni mártires, pues al mártir lo hace la causa. Pero si el Cerro era profesión de fe, surtidor de afanes religiosos, se explican a un tiempo los mártires del Cerro (maravillosos empleados y obreros comprometidos en las Compañías del Corazón de Jesús), y se explica el odio fusilero de las milicias marxistas… Preparación satánica, llamaba Pío XI a la legalidad que motivó tantas víctimas… Tras cinco años de preparación, cargada de errores y rencor, vinieron las vísperas de tragedia, como se titulan aquellos artículos de Maeztu en los primeros meses del 36. ¡Fue la pasión de Cristo en sus miembros de España, con sus miles de víctimas! Y como golpe de gracia al catolicismo de España, tiros al Corazón de Cristo en ese cerro: corazón de España…» (Padre Antonio Vilariño, SJ. El Correo Gallego, junio de 1965).