La Misa está formada por dos partes fundamentales: Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía. Ambas están íntimamente unidas. Las acompañan ritos complementarios al principio y al final.

Los ritos iniciales responden al saludo del sacerdote, al yo pecador, al gloria, fuera del tiempo cuaresmal y adviento, y a la oración colecta. Son detalles, dentro de la celebración, que ayudan a una vivencia más intensa y a descubrir la belleza de los ritos.

“Su fin es hacer que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía”.

El Papa hace una advertencia si queremos vivir la misa en profundidad: “La Misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por esto, es importante prever no llegar tarde, más bien antes, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.

El sacerdote besa el altar y en algunos casos lo inciensa. Porque el altar es figura de Cristo. “Estos gestos, que corren el riesgo de ser inobservados, son muy significativos, porque expresan desde el principio que la misa es un encuentro de amor con Cristo, el cual «por la ofrenda de su cuerpo realizada en la cruz… se hizo por nosotros sacerdote, altar y victima». El altar, de hecho, en cuanto signo de Cristo, «es el centro de la acción litúrgica que se consuma en la Eucaristía», y toda la comunidad, entorno al altar, que es Cristo; no para mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo es el centro de la comunidad, no está lejos de ella”.

Luego el sacerdote hace la señal de la cruz. El Papa insiste en que enseñemos a los niños a hacerla bien. Conviene que los mayores, comenzando por el sacerdote la realicemos como se merece. Quizás nos convenga recordar cómo se hace las señal de la cruz: “Desde la frente al pecho y desde el hombro izquierdo al derecho”. Nos protege contra el enemigo que fue vencido en la cruz. Toda oración verdadera se mueve en el espacio de la Santa Trinidad que es un espacio de comunión infinita. “De hecho su misterio pascual es don de la Trinidad y la eucaristía fluye siempre de su corazón atravesado. Marcándonos con la señal de la cruz, por tanto, no solo recordamos nuestro Bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se ha encarnado, ha muerto en la cruz y ha resucitado glorioso”.

El sacerdote continúa con el saludo a la Asamblea. Con la respuesta se inicia una sinfonía de comunión entre todos los presentes. “En efecto, «con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada». Se expresa así la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y vivir la unidad con toda la comunidad”.

A la petición de perdón dedicará el Papa la próxima catequesis.