Venir a Valladolid es venir a la ciudad del Corazón de Jesús, el Corazón vivo de Dios, que en esta lugar de Castilla tiene su santuario, el Santuario de la Gran Promesa, donde el 14 de mayo de 1733 el Beato Bernardo de Hoyos recibe la siguiente revelación: “Reinaré en España, y con más veneración que en otras partes”. Es una promesa que nos abre a la esperanza de saber que Dios está con nosotros siempre y que no nos deja de su mano.

En esta gran basílica abierta casi todo el día al culto eucarístico uno se llena de ese amor y paz que nace  del estar cara a cara ante Dios. Bajo la imponente imagen del Corazón de Jesús que preside el retablo del altar mayor se encuentra la custodia donde Jesús Eucaristía espera las visitas de aquellos que quieren llenarse de su amor, ¡el amor que brota de su Corazón y quiere llegar a todos! Para ello hay que adorar, ponerse a sus pies y hacer silencio. Entonces habla al corazón y nuestra vida cambia cuando uno se descubre escuchado, amado y bendecido por Dios.

Pero Valladolid no sólo es la ciudad del Corazón de Jesús, sino que también tiene un lugar reservado para su Madre, la Madre Inmaculada. Es el convento de la Concepción, donde las concepcionistas franciscanas llevan más de 500 años adorando a Jesús Eucaristía como parte esencial de su vocación contemplativa. Es otro lugar donde se puede encontrar uno a solas con el mismo Dios Humanado. Así, de este modo tan especial, llamaba a Cristo una de las hijas más destacadas de este monasterio, la Madre Ángeles Sorazu, que se encuentra en proceso de beatificación y que ha dejado muy bien reflejada su experiencia de unión plena con el divino Corazón en sus escritos. Ella une a su Dios Humanado con su Señora, ¡la Virgen santísima!, ¡la Madre Inmaculada!, de una manera tan singular que nos ayuda a meternos de lleno en el amor divino y a dar gracias por todo lo que recibimos en cada momento de adoración eucarística.

Este año 2021 se cumplen 100 años de la muerte de esta gran mística española que nos enseña a ponernos a los pies de Jesús sacramentado. La comunidad que ha heredado su precioso legado espiritual ha querido que la novena de la Inmaculada estuviera ligada a ella. Por eso estos días en Valladolid, en el monasterio de la Concepción, celebramos la eucaristía donde ponemos la mirada en la Virgen Inmaculada a través de los ojos de Madre Ángeles. Un regalo de Dios poder estar aquí estos días en reposo, recordando las maravillas que Dios hizo en esta gran concepcionista franciscana y gozando de prolongados y provechosos momentos de adoración.

Esta casa tan especial pero menos conocida en Valladolid es ahora la sede de la adoración perpetua. Aquí siempre se ha adorado a Jesús Eucaristía, pero desde hace unos meses esta ciudad castellana cuenta con un lugar donde poder acudir al encuentro con el Dios vivo y verdadero que encendió el alma de Madre Ángeles y lo sigue haciendo con todo aquel que viene a postrarse a sus pies. Es un lugar que irradia amor de Dios porque es el mismo Dios quien se encuentra expuesto las 24 horas del día. Además muy cerca del altar, a mano izquierda en una arqueta, se encuentran los restos de Madre Ángeles. El que viene a adorar a Dios puede a la vez orar de modo privado ante esta  insigne religiosa.

No muy lejos de este monasterio se encuentro otro, San Benito, aquí ya no están los monjes benedictinos como podría parecer por el título, sino los carmelitas descalzos.  Es el convento que tenemos en esta ciudad después de la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX. Este monumental monasterio es la sede del centro español de estudios josefinos donde se encuentra una biblioteca única sobre todo aquello relacionado con San José. Este tesoro bibliográfico crece con el paso de los años para dar luz a la vida del esposo de María Inmaculada. Son muchos los años que lleva difundiéndose desde esta casa la figura de San José, por modos diferentes, como parte de la esencia del carisma carmelitano. Entre ellos cabe destacar la publicación de dos revistas: una popular sobre la devoción al santo, “El Mensajero de San José”, y otra de estudios teológicos, históricos y bíblicos, “Estudios josefinos”. Santa Teresa de Jesús era una gran devota y difusora del glorioso patriarca San José. Sus hijos hemos heredado esta vocación josefina; y todo el Carmelo Descalzo mira a la Virgen del Carmen, pero también a San José, nuestro Padre y Señor.

Esta es la experiencia que vivo en Valladolid durante la novena a la Inmaculada y como fin del año de San José. Es un regalo inmenso poder terminar aquí el año josefino, en un lugar donde se unen de modo especial los tres que forman la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Visito las tres casas, la de Jesús en su Santuario, la de María en su monasterio y la de José en su centro de difusión. A estos momentos orantes añado otro realmente inolvidable; una hora santa en la iglesia de Santiago con universitarios y algunos trabajadores: ¡el silencio y el canto muestran sin duda alguna que los jóvenes también quieren adorar a Cristo vivo!

¡Todo esto se hace realidad gracias a la adoración eucarística! Es algo que hay que experimentar en primera persona: ¡poder orar ante Jesús sacramentado dándole gracias por estar siempre presente derramando gracias que transforman el corazón! Y lo más grande es que por medio de la adoración perpetua puedo vivirlo cuando quiera, al igual que quien se lo proponga en serio, con San José y la Virgen Inmaculada: ¡Adorar unido a esa mirada de Madre y de Padre que velan siempre a su Hijo! ¡Es posible!, ya sea por la noche, por la mañana o por la tarde. ¡Puedo adorar a Dios Humanado a cualquier hora!