K. Gibran tiene un cuento en el que una ostra le decía a otra ostra que sentía dolor, dolor de algo interior... que la lastimaba, que la hacía sufrir.
La otra ostra que escuchaba y estaba perfectamente bien, no lo entendía.
 
En aquel momento pasaba un sabio cangrejo que sabía que las ostras crean perlas a partir de una infección interna: para sanar la infección de su interior, segregan una sustancia que se convierte, al endurecerse, en una preciosa perla. A mayor infección y sufrimiento, mayor perla. El sabio cangrejo sentenció:
 
- "El dolor que tu soportas en tu interior... es que llevas una perla de gran belleza y de incalculable valor."
 
Todo sufrimiento humano grande o pequeño:
una lágrima llorada,
una herida recibida,
una enfermedad postrante,
un padecimiento lacerante,
una aflicción humillante y demoledora,
un mal destructor...
todo ello incorporado al dolor, al sufrimiento, a las humillaciones de  Cristo... pude llegar a convertirse en perla de una belleza fascinante, inigualable valor y que nuestros sentidos no pueden captar.
 
"Perlas" de incalculable valor - valor que comienza generalmente en el dolor, en el miedo, en el sufrimiento, de la humillación- y que "valen" para el mundo interior, para la vida espiritual y para la vida eterna propia y ajena.
 
Paul Claudel, convertido al catolicismo, escribe:
- "Dichoso aquel que sufre... y sabe por qué".
 
Es saber darle sentido a la vida, a las humillaciones, a todo dolor y sufrimiento que nace del sin sentido humano.