Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. A todo el que oye la palabra del Reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. (Mt 13, 18-19)

En los Evangelios queda claro que Cristo es Emmanuel, Dios con nosotros. Él es la verdadera Semilla del Reino. La Semilla que debemos dejar entrar en nosotros, como se puede leer claramente en Apocalipsis 3,20. ¿Qué es la Semilla del Reino? Es Cristo que desea entrar y cenar con nosotros. Es el mensaje que el Ángel dejó a la Iglesia de Laodisea. En este mensaje también se indica: …no sabes que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y desnudo, te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se manifieste la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que puedas ver. (Ap 3, 17-18).

¿Nos creemos ricos, dignos de todo y por encima de los demás? ¿No es esta la manera con que el Fariseo despreciaba al Publicano? Necesitamos colirio para nuestros ojos. Estamos ciegos. En la mensaje a Laodicea, se le reprende que se muestra tolerante y desafectada con todo. La tibieza permite beneficiarse de las ventajas de unos y otros, pero olvidando a Dios. El Señor nos reclama dejar atrás esa tibieza y buscar el fuego que lleva a la masa de trigo y levadura, a convertirse en Pan. Dice para terminar: Al vencedor, le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono ( Ap 3, 21).

¿Sentarse en el trono con el Señor? Esto era lo que solicitaba la madre de Juan y Santiago para sus hijos. Para sentarnos en el Trono junto con el Señor hay que morir y renacer por el Agua y el Espíritu. Las prebendas y privilegios humanos no nos servirán para nada. Tenemos que ser como la levadura que muere para dar vida al Pan. Para que todo esto sea una realidad, tenemos que abrir la puerta de nuestro ser al Señor y permitirle ser Rey de lo que somos.

La Semilla del Reino es Cristo, que nos da sentido a todos y a todo. La Navidad es el momento en que su presencia se hace más cercana. Llama y si se lo permitimos, entra en nosotros. En nosotros, Él transforma nuestro ser-entendimiento, con el objetivo de que su presencia brote, enraíce y crezca hasta dar fruto. Fruto que, a su vez, genere semillas que lanzaremos a otras personas. Esta es la Nueva Evangelización que tanto necesitamos en la Iglesia.

Pensemos de qué sirve un sembrador sin semillas que lanzar. Puede que llevemos una sonrisa de dentífrico impresa en la cara. Puede que nos apuntemos a toda actividad divertida que se organice. Puede que estemos dentro de todos los eventos eclesiales para salir en las fotos. Pero, sin Semillas del Reino no tiene sentido caminar tras las huellas del Señor. 

Dentro de unos días vamos a celebrar el nacimiento de Nuestro Señor. La Navidad es un tiempo especialmente idóneo para hacer crecer los brotes que hay en nosotros o para que las Semillas del Reino se dispersen y puedan llegar a otras personas. Unámonos y oremos unidos para que esto sea una realidad:  …si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mt 18, 19-20)

  ¿Desea comentar este artículo en Facebook? Puede hacerlo pulsando ➨ AQUÍ .

Más artículos de este blog sobre la Nueva Evangelización, desde el punto de vista de hacerla realidad en la vida cotidiana: