Lo que no se dice de los niños con ADN de tres progenitores
¿Se piensa que es ético aplicar esta aventura tecnológica con tan pocas garantías de éxito y de tanta inseguridad para la salud de los bebés? ¿Es éticamente aceptable todo que es técnicamente posible?
por Nicolás Jouve
La historia de los niños con tres progenitores (dos madres y un padre) comenzó en febrero de 2015, cuando la Cámara de los Comunes del Reino Unido aprobó la solicitud de un equipo de investigación canalizada a través de la Human Fertilisation and Embryology Authority (HFEA).
La técnica
La técnica, desarrollada en Newcastle, utiliza una versión modificada de la fecundación in vitro para combinar las mitocondrias sanas de un óvulo procedente de una donante, con el ADN de los núcleos celulares de los otros dos padres (óvulo y espermatozoide).
Para ello, primero se extrae el núcleo del óvulo de donante, a continuación se extrae el núcleo del segundo óvulo que corresponde a una madre que tiene el ADN de las mitocondrias alterado que se trasplanta al óvulo de la donante. Finalmente, obtenido este óvulo híbrido con ambiente celular (citoplasma) de la donante y el núcleo de la madre, se procede a una fecundación in vitro con esperma del padre. De esta forma, el embrión que se produjera procede de tres padres ya que tendría ADN de tres procedencias: el ADN citoplásmico o mitocondrial, de la primera madre, y el ADN de dos núcleos (segunda madre y padre).
La técnica persigue facilitar que las madres portadoras de enfermedades debidas a alteraciones en el ADN mitocondrial puedan tener hijos.
Hay que recordar que en la fecundación humana, como en la de los organismos superiores con reproducción sexual, el cigoto que se produce recibe todo el citoplasma a través del gameto femenino. El cigoto, la primera realidad corporal de la vida humana, posee dos tipos de información genética, la del núcleo y la del citoplasma, siendo la primera procedente de ambos parentales, mientras que el citoplasma solo lo aporta la madre. De todos modos hay grandes diferencias cuantitativas y cualitativas. El ADN nuclear de cada gameto tiene unos 21.000 genes repartidos en 23 piezas -los cromosomas-, mientras que el ADN citoplásmico o mitocondrial se reduce a unos anillos de ADN portadores de solo 37 genes. De este modo, la información mitocondrial respecto a la del núcleo se limita a menos del 0,1% de la información genética.
A pesar de que las mitocondrias solo se transmiten por vía materna, tienen un papel importantísimo dado que aportan la información necesaria para la síntesis de moléculas que intervienen en el metabolismo celular. Las mitocondrias son las baterías de las células, de tal modo que las alteraciones en determinados genes mitocondriales pueden determinar la transmisión de algunas enfermedades por fallos metabólicos. Esto sucede en una proporción de 1 en 5.000 niños nacidos vivos. Entre ellas, hay algunas enfermedades raras de mayor o menor importancia, que pueden producir un deterioro progresivo de determinados órganos después del nacimiento. Lo que se persigue con la producción de los embriones de tres parentales es obviamente evitar la transmisión de mitocondrias portadoras de genes alterados. De los dos óvulos se trata de aprovechar el citoplasma de uno, el donante, y solo el núcleo del segundo cuando sus mitocondrias tienen ADN alterado.
Valoración ética
Hasta aquí los elementos para entender lo que se pretende. El caso es que la revista de divulgación científica New Scientist anunció hace unos días que el primer niño probeta con tres padres, de nombre Abrahim Hassan, había cumplido 5 meses. En este caso se trataba de librarle de una grave enfermedad neurodegenerativa, el síndrome de Leigh, debido a alteraciones en el ADN mitocondrial de su madre, y esto está bien si no escarbáramos nada más. Sin embargo, sobre lo que parece una buena noticia hay que hacer una serie de observaciones.
La primera, sin duda, es la relativa al número de intentos. Téngase en cuenta que hablamos de la producción de embriones, que son vidas humanas… y por lo tanto todas igualmente valiosas y dignas. El caso es que Ibrahim ha sido el resultado de no sabemos cuántos intentos, pues la noticia no da muchos datos técnicos. Omite decir el número de óvulos utilizados de las dos madres, y solo se señala que se crearon cinco embriones, de los que solo uno se desarrolló normalmente. Este dato parece poco creíble, pues de ser así estaríamos en un 20% de éxito, lo que sería casi equivalente al rendimiento de las técnicas de fecundación in vitro, a pesar de que la manipulación que se ejerce sobre los gametos utilizados y los embriones obtenidos es muchísimo mayor. Pensemos por ejemplo en la gran pérdida de vidas humanas que supone el llamado “diagnóstico genético preimplantatorio”, de una complejidad considerablemente menor que la obtención de un embrión tri-parental, pero del que resulta solo un 2% de embriones viables. ¿Cuál es la proporción real de embriones viables por la nueva técnica?
Otro problema a considerar es el de contar con óvulos suficientes para repetir los intentos. Tanto si la técnica diera resultado como si no, aumentará la demanda de donantes de óvulos, con todas sus consecuencias. Hay que recordar algo de lo que tampoco se suele hablar. Que las donantes de óvulos han de someterse a tratamientos hormonales, lo que conlleva riesgos conocidos, como el llamado “síndrome de estimulación ovárica”, con consecuencias a veces muy graves para su salud.
También llama la atención el haber esperado 5 meses para desvelar la noticia. Probablemente se ha esperado a constatar un desarrollo sin mayores complicaciones del bebé. Según los promotores de esta tecnología, el objetivo no es crear niños perfectos, sino niños sanos, y eso en sí mismo está bien. Sin embargo, la no transmisión de una enfermedad no implica que puedan surgir efectos colaterales inesperados como consecuencia de la propia manipulación ejercida sobre los gametos y embriones producidos. Aquí hay que advertir sobre algo de lo que también se habla poco, pero que es una realidad de la medicina pediátrica actual. Aunque la mayor parte de los niños que vienen de la fecundación in vitro tienen un desarrollo normal, se ha demostrado que las condiciones de la manipulación embrionaria pueden inducir cambios, por introducción de marcas epigenéticas en ciertos genes, que podrían ver alterada su expresión durante el desarrollo embrionario o posterior [1]. En este sentido, se ha extendido la preocupación por el aumento de casos de neonatos procedentes de las técnicas de fecundación in vitro que muestran bajo peso en el nacimiento y un incremento de 3 a 6 veces de determinados síndromes y enfermedades infantiles [2,3].
La producción de embriones a partir de tres gametos diferentes es una nueva tecnología que implica una mayor manipulación de los gametos y embriones y no hay ni seguridad ni manera de saber cuál sería el impacto en la salud de los bebés no solo hasta los cinco meses sino a lo largo de su vida.
Tras toda esta serie de dudas e inconveniencias, ¿se piensa que es ético aplicar esta aventura tecnológica con tan pocas garantías de éxito y de tanta inseguridad para la salud de los bebés? ¿Es éticamente aceptable todo que es técnicamente posible?
Por otra parte, la tecnología de los bebés tri-parentales abre un campo que hasta este momento estaba prohibido, el de la manipulación de la línea germinal. La manipulación genética que se ejerce es previa al desarrollo de la línea germinal… lo que implica el riesgo de alterar la información genética de las células que darán lugar a los gametos del adulto que se desarrolle a partir de estos embriones. ¿Tenemos derecho a dejar a las futuras generaciones dudas sobre las consecuencias de manipulaciones genéticas incontroladas?
Todo esto abre además otra vía de gran calado, ya que lo que se hace con la intención de mejorar la salud de los hijos podría ser un escalón más para intentar otro tipo de aventuras con el fin de intervenir o “mejorar” otro tipo de caracteres… Estaríamos alimentando los intentos de un “mejoramiento genético humano”, base de una nueva eugenesia transhumanista.
[1] Hansen, M., Bower, C., Milne, E., de Klerk, N., Kurinczuk, J.J. «Assisted reproductive technologies and the risk of birth defects—a systematic review». Hum Reproduction (2005), 20: 328-338
[2] Behr, B.,Wang. H. «Effects of culture conditions on IVF outcome», en European Journal Obstetrice Gynecology and Reproduction Biology. 115 (2004) (Suppl. 1), S72–S76
[3] De Baun, M.R., Niemitz, E.L., Feinberg A.P. «Association of in vitro fertilization with Beckwith–Wiedemann syndrome and epigenetic alterations of LIT1and H19», en American Journal Human Genetics 72 (2003), 156–160
Nicolás Jouve es catedrático emérito de Genética y presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us)
Tomado de Páginas Digital.
La técnica
La técnica, desarrollada en Newcastle, utiliza una versión modificada de la fecundación in vitro para combinar las mitocondrias sanas de un óvulo procedente de una donante, con el ADN de los núcleos celulares de los otros dos padres (óvulo y espermatozoide).
Para ello, primero se extrae el núcleo del óvulo de donante, a continuación se extrae el núcleo del segundo óvulo que corresponde a una madre que tiene el ADN de las mitocondrias alterado que se trasplanta al óvulo de la donante. Finalmente, obtenido este óvulo híbrido con ambiente celular (citoplasma) de la donante y el núcleo de la madre, se procede a una fecundación in vitro con esperma del padre. De esta forma, el embrión que se produjera procede de tres padres ya que tendría ADN de tres procedencias: el ADN citoplásmico o mitocondrial, de la primera madre, y el ADN de dos núcleos (segunda madre y padre).
La técnica persigue facilitar que las madres portadoras de enfermedades debidas a alteraciones en el ADN mitocondrial puedan tener hijos.
Hay que recordar que en la fecundación humana, como en la de los organismos superiores con reproducción sexual, el cigoto que se produce recibe todo el citoplasma a través del gameto femenino. El cigoto, la primera realidad corporal de la vida humana, posee dos tipos de información genética, la del núcleo y la del citoplasma, siendo la primera procedente de ambos parentales, mientras que el citoplasma solo lo aporta la madre. De todos modos hay grandes diferencias cuantitativas y cualitativas. El ADN nuclear de cada gameto tiene unos 21.000 genes repartidos en 23 piezas -los cromosomas-, mientras que el ADN citoplásmico o mitocondrial se reduce a unos anillos de ADN portadores de solo 37 genes. De este modo, la información mitocondrial respecto a la del núcleo se limita a menos del 0,1% de la información genética.
A pesar de que las mitocondrias solo se transmiten por vía materna, tienen un papel importantísimo dado que aportan la información necesaria para la síntesis de moléculas que intervienen en el metabolismo celular. Las mitocondrias son las baterías de las células, de tal modo que las alteraciones en determinados genes mitocondriales pueden determinar la transmisión de algunas enfermedades por fallos metabólicos. Esto sucede en una proporción de 1 en 5.000 niños nacidos vivos. Entre ellas, hay algunas enfermedades raras de mayor o menor importancia, que pueden producir un deterioro progresivo de determinados órganos después del nacimiento. Lo que se persigue con la producción de los embriones de tres parentales es obviamente evitar la transmisión de mitocondrias portadoras de genes alterados. De los dos óvulos se trata de aprovechar el citoplasma de uno, el donante, y solo el núcleo del segundo cuando sus mitocondrias tienen ADN alterado.
Valoración ética
Hasta aquí los elementos para entender lo que se pretende. El caso es que la revista de divulgación científica New Scientist anunció hace unos días que el primer niño probeta con tres padres, de nombre Abrahim Hassan, había cumplido 5 meses. En este caso se trataba de librarle de una grave enfermedad neurodegenerativa, el síndrome de Leigh, debido a alteraciones en el ADN mitocondrial de su madre, y esto está bien si no escarbáramos nada más. Sin embargo, sobre lo que parece una buena noticia hay que hacer una serie de observaciones.
La primera, sin duda, es la relativa al número de intentos. Téngase en cuenta que hablamos de la producción de embriones, que son vidas humanas… y por lo tanto todas igualmente valiosas y dignas. El caso es que Ibrahim ha sido el resultado de no sabemos cuántos intentos, pues la noticia no da muchos datos técnicos. Omite decir el número de óvulos utilizados de las dos madres, y solo se señala que se crearon cinco embriones, de los que solo uno se desarrolló normalmente. Este dato parece poco creíble, pues de ser así estaríamos en un 20% de éxito, lo que sería casi equivalente al rendimiento de las técnicas de fecundación in vitro, a pesar de que la manipulación que se ejerce sobre los gametos utilizados y los embriones obtenidos es muchísimo mayor. Pensemos por ejemplo en la gran pérdida de vidas humanas que supone el llamado “diagnóstico genético preimplantatorio”, de una complejidad considerablemente menor que la obtención de un embrión tri-parental, pero del que resulta solo un 2% de embriones viables. ¿Cuál es la proporción real de embriones viables por la nueva técnica?
Otro problema a considerar es el de contar con óvulos suficientes para repetir los intentos. Tanto si la técnica diera resultado como si no, aumentará la demanda de donantes de óvulos, con todas sus consecuencias. Hay que recordar algo de lo que tampoco se suele hablar. Que las donantes de óvulos han de someterse a tratamientos hormonales, lo que conlleva riesgos conocidos, como el llamado “síndrome de estimulación ovárica”, con consecuencias a veces muy graves para su salud.
También llama la atención el haber esperado 5 meses para desvelar la noticia. Probablemente se ha esperado a constatar un desarrollo sin mayores complicaciones del bebé. Según los promotores de esta tecnología, el objetivo no es crear niños perfectos, sino niños sanos, y eso en sí mismo está bien. Sin embargo, la no transmisión de una enfermedad no implica que puedan surgir efectos colaterales inesperados como consecuencia de la propia manipulación ejercida sobre los gametos y embriones producidos. Aquí hay que advertir sobre algo de lo que también se habla poco, pero que es una realidad de la medicina pediátrica actual. Aunque la mayor parte de los niños que vienen de la fecundación in vitro tienen un desarrollo normal, se ha demostrado que las condiciones de la manipulación embrionaria pueden inducir cambios, por introducción de marcas epigenéticas en ciertos genes, que podrían ver alterada su expresión durante el desarrollo embrionario o posterior [1]. En este sentido, se ha extendido la preocupación por el aumento de casos de neonatos procedentes de las técnicas de fecundación in vitro que muestran bajo peso en el nacimiento y un incremento de 3 a 6 veces de determinados síndromes y enfermedades infantiles [2,3].
La producción de embriones a partir de tres gametos diferentes es una nueva tecnología que implica una mayor manipulación de los gametos y embriones y no hay ni seguridad ni manera de saber cuál sería el impacto en la salud de los bebés no solo hasta los cinco meses sino a lo largo de su vida.
Tras toda esta serie de dudas e inconveniencias, ¿se piensa que es ético aplicar esta aventura tecnológica con tan pocas garantías de éxito y de tanta inseguridad para la salud de los bebés? ¿Es éticamente aceptable todo que es técnicamente posible?
Por otra parte, la tecnología de los bebés tri-parentales abre un campo que hasta este momento estaba prohibido, el de la manipulación de la línea germinal. La manipulación genética que se ejerce es previa al desarrollo de la línea germinal… lo que implica el riesgo de alterar la información genética de las células que darán lugar a los gametos del adulto que se desarrolle a partir de estos embriones. ¿Tenemos derecho a dejar a las futuras generaciones dudas sobre las consecuencias de manipulaciones genéticas incontroladas?
Todo esto abre además otra vía de gran calado, ya que lo que se hace con la intención de mejorar la salud de los hijos podría ser un escalón más para intentar otro tipo de aventuras con el fin de intervenir o “mejorar” otro tipo de caracteres… Estaríamos alimentando los intentos de un “mejoramiento genético humano”, base de una nueva eugenesia transhumanista.
[1] Hansen, M., Bower, C., Milne, E., de Klerk, N., Kurinczuk, J.J. «Assisted reproductive technologies and the risk of birth defects—a systematic review». Hum Reproduction (2005), 20: 328-338
[2] Behr, B.,Wang. H. «Effects of culture conditions on IVF outcome», en European Journal Obstetrice Gynecology and Reproduction Biology. 115 (2004) (Suppl. 1), S72–S76
[3] De Baun, M.R., Niemitz, E.L., Feinberg A.P. «Association of in vitro fertilization with Beckwith–Wiedemann syndrome and epigenetic alterations of LIT1and H19», en American Journal Human Genetics 72 (2003), 156–160
Nicolás Jouve es catedrático emérito de Genética y presidente de CíViCa (Asociación miembro de la Federación Europea One of Us)
Tomado de Páginas Digital.
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