El progre que desmitificó a la izquierda
Corrían los primeros años de este siglo cuando Giampaolo Pansa, avalado por una notable trayectoria en el periodismo italiano contemporáneo y por la publicación de una treintena de ensayos, decidió ampliar una de sus temáticas predilectas, la de los partisanos de la Resistencia italiana, a la que ya había dedicado el trabajo de fin de carrera y un par de libros. Esta vez, sin embargo, centró su investigación en una vertiente en la que muy pocos -quien sabe si por temor a "represalias" intelectuales- se habían adentrado: la de los crímenes cometidos, una vez concluido el conflicto bélico, por los partisanos comunistas sobre los antiguos combatientes fascistas, o considerados como tales, incluso sobre antifascistas no comunistas. El resultado fue la publicación, en 2003, de La sangre de los vencidos, documentadísima obra en la que Pansa demuestra la existencia de ejecuciones masivas que no fueron en absoluto indiscriminadas.
Giampaolo Pansa nació el 1 de octubre de 1935 en Casale Monferrato (Piamonte) y falleció el 12 de enero de 2020 en Roma. Como periodista cubrió, por cuenta de las principales cabeceras, los principales acontecimientos de la Italia contemporánea; como autor de ensayos históricos sobre la Resistencia, abrió nuevas vías para una interpretación más exhaustiva de unos acontecimientos que siguen generando acalorados debates en el espacio público transalpino. (Pie de foto tomado de ABC.)
Las reacciones histéricas y despectivas de la élite progresista italiana -a los que se unieron algunos adláteres de la corrección política e historiográfica- no se hicieron esperar: que si Pansa desprestigiaba a la Resistencia comunista -como si el episodio fuese de culto obligatorio-, que si solo manejaba fuentes "neofascistas" o "revisionistas". En Reggio Emilia, capital de Emilia Romaña, epicentro de las matanzas comunistas de 1943-49, jóvenes de extrema izquierda irrumpieron en la sala donde se presentaba la obra con la intención -frustrada por el resto de asistentes- de partir la cara al autor. El doble matonismo, intelectual y físico, no consiguió amedrentar a Pansa, que respondió tres años más tarde con La gran mentira. En este ensayo defiende su método sin acritud pero con firmeza, justifica la utilización de fuentes variopintas al tiempo que denuncia la imposibilidad de debatir serenamente. Volvió a convencer hasta el punto de vender alrededor de 400.000 ejemplares, casi tantos como La sangre de los vencidos. Pansa completó su original trilogía con Los gendarmes de la memoria, un titular que anuncia sin rodeos el contenido.
Varias razones explican el éxito de Pansa. Una de ellas es su adhesión, no sectaria pero indiscutible, al ideario de centro izquierda: baste decir que el grueso de su carrera transcurrió en Il Corriere della Sera, La Repubblica y L'Espresso, y que de su pluma salieron asimismo un libro crítico sobre la derecha italiana o una biografía demoledora de Matteo Salvini. Sin embargo, el hecho de no estar adscrito a la figura de autor "de derechas" que escribe para lectores "de derechas" (ninguna vergüenza en ello, pero limita la proyección) ha sido decisivo para que al final fuera considerado tanto por el gran público como por los círculos académicos. Bien es cierto que esta epopeya editorial estuvo precedida por un innegable prestigio acreditado en prensa escrita, forjado durante seis décadas por numerosas exclusivas y una prosa inconfundible. Sin obviar el sentido del humor: El fascista de Pansa era el título de su penúltimo libro.
Publicado en ABC el 22 de enero de 2019.
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