Los héroes de la resistencia antisoviética en los países del Este
por Rino Cammilleri
El 22 de mayo de 1945 el general alemán Reinhard Gehlen (1902-1979) se entregó a los vencedores americanos. Había sido responsble de los Ejércitos Extranjeros del Este, esto es, de los voluntarios bálticos, ucranianos y rusos que habían colaborado con los alemanes en labor antisoviética, ya fuese como grupos autónomos, ya fuese formando parte de la Wehrmacht o incluso de las SS de combate. Gehlen aportaba 52 cajas de documentos sobre las formaciones ucranianas, lituanas, letonas y estonas que seguían resistiendo al régimen soviético (y que en algunas zonas continuarían haciéndolo hasta 1956).
El 6 de marzo de 1946 Winston Churchill pronunció su famoso discurso sobre la “cortina de hierro” o “telón de acero”, y fue a partir de entonces cuando intervinieron tanto Londres como Estados Unidos (aunque los estadounidenses tardaron un poco en comprender que tenían un nuevo enemigo, dado que su opinión pública era más bien indiferente a lo que sucedía al otro lado del océano). El general Gehlen, trasladado rápidamente a Washington, fue designado responsable de la sección de asuntos soviéticos del OSS [Office of Strategic Services], el servicio secreto estadounidense que luego se convirtió en la CIA [Central Intelligence Agency]. El 12 de julio de 1946 fue reenviado a Europa para crear una estructura de inteligencia directamente dependiente de Estados Unidos, la Organización Gehlen. En 1956 esta estructura se puso bajo el gobierno de la Alemania Occidental, contribuyendo así al nacimiento del BND (Bundesnachrichtendienst, Servicio Federal de Información).
Gehlen, de nuevo general, fue puesto al mando. Americanos e ingleses lanzaron en paracaídas sobre zonas de influencia soviética armas y provisiones, a veces también hombres, para apoyar a los partisanos. Pero siempre utilizando personal polaco o checoslovaco, pilotos que se habían alistado en la RAF [Royal Air Force] durante la guerra contra Alemania. Objetivamente, no se podía hacer más sin provocar una grave crisis diplomática. Era la “guerra fría”, nunca declarada y que fue combatida por personas interpuestas y con medios no convencionales. Por ejemplo, el abatimiento de un avión C47 que sobrevolaba Ucrania provocó una furiosa protesta en la ONU de Andreij Vysinkij (sucesor como ministro de Asuntos Exteriores del purgado Molotov) y la consiguiente situación embarazosa para Occidente.
Lamentablemente, los soviéticos lo sabían todo gracias a espías infiltrados en los servicios secretos ingleses y norteamericanos. Valga un nombre por todos ellos: Kim Philby.
Pero toda esta historia de la resistencia armada contra el ocupante soviético o contra los regímenes comunistas en los países satélites es poco conocida. En ciertas zonas operaban incluso unidades enteras con uniformes y jerarquía militar. En los países bálticos es conocida como “la guerra de los bosques”, porque en buena medida se combatió entre los árboles.
La gente apoyaba a los partisanos, y sufría por ello terribles represalias (pueblos enteros arrasados o deportados a Siberia). Para ahorrárselas a sus poblaciones, en los países bálticos los partisanos recurrieron al truco de intercambiarse objetivos: partisanos letones, por ejemplo, actuaban en territorio lituano. Y al revés. Así, si eran capturados, no tenían aparentemente nada que ver con los civiles locales.
Una pequeña editorial, Edizioni Settimo Sigillo, y un historiador no académico, Alberto Rosselli, cuentan esta extraordinaria epopeya en La resistenza antisovietica e anticomunista in Europa orientale. 1944-1956. El libro va acompañado de fotos de época, algunas curiosas (las cabelleras de los partisanos lituanos), algunas espantosas. Fue publicado hace algunos años y lo he conocido hace poco, pero vale la pena leerlo. Solo tras la implosión del imperio soviético este pedazo de historia ha salido a la luz. Y todavía hay mucho que investigar.
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Carmelo López-Arias.
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