Viernes, 01 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Películas con buen sabor de boca


El cine, ese arte en el que se pueden difundir los sueños, los buenos sueños y también, no lo olvidemos, nuestras pesadillas.

por José F. Vaquero

Opinión

Estamos en la era de la imagen. Todos lo sabemos, pero no sé si todos los directores de cine son conscientes de este sello de nuestra sociedad actual, para bien y para mal. Una imagen vale más que mil palabras, y ahora que las palabras se reproducen exponencialmente en internet, tendríamos que añadir dos o tres ceros más. Lo experimento cada vez que disfruto de una buena película, un cine que inspira. Caminamos y vivimos mirando hacia adelante, al futuro, y los sueños, los proyectos, dirigen nuestra vida o la hacen insípida, insulsa.

El arte, las diversas manifestaciones artísticas, traducen estos sueños, los encarnan en un cuadro, una composición musical, un bello edifico, una buena película. Y tal vez sea éste el campo de mayor difusión del arte, el ámbito en el que se pueden difundir los sueños, los buenos sueños y también, no lo olvidemos, nuestras pesadillas.

El pasado viernes llegó a los cines de España una de esas películas que te dejan buen sabor de boca, que dibujan los sueños y ansias de felicidad del ser humano y su camino para alcanzarlo, con frecuencia tortuoso, pero que desemboca en su destino. “Incondicional” narra el re-encuentro de dos amigos de la infancia, a los que la vida ha dado palos sin compasión, hasta el punto de borrar a perpetuidad la sonrisa de sus rostros.

Samandra, escritora e inventora de historias, soñadora, pierde toda ilusión y esperanza por vivir: su marido ha sido asesinado en un barrio de negros de la ciudad. El fantasma de su esposo ausente la atormenta, y al encontrar al asesino busca justicia, venganza. Pero en su corazón hay un resquicio de amor, de “salvar la vida de otro” (hasta cinco casos pone la película) y por ese resquicio puede entrar de nuevo la ilusión.

Joe, afroamericano y también soñador, es el “padre” de los negros pobres que habitan el mismo barrio. Su vida no ha sido fácil. De pequeño soñaba con ser un guerrero samuraí, uno de los mejores. Pero varias decisiones y circunstancias le llevaron a lo más bajo del hombre. Y en la mayor oscuridad, descubrió la mayor luz. Ahora tiene esa ilusión que Samandra busca. “¿Qué ha sido de la chica optimista que yo conocía?” No entiende cómo alguien que ha salvado la vida a otras personas, que ama y sueña, que tiene un gran corazón, vpuede vivir encerrada en la tristeza, anclada en el pasado. “La vida no es un callejón sin salida si te lleva a un lugar al que necesitabas ir”.

No es fácil superar la muerte del ser querido; para Samandra se ha caído todo su futuro, sus sueños infantiles y juveniles como inventora de historias. Mostrarlo de otro modo sería irreal, utópico. Pero tampoco es imposible dar un nuevo enfoque a la vida; sólo necesita un empujón que le haga caer las escamas de sus ojos y descubra que ya creía en el amor, que ya creía en Dios.

Afortunadamente, no es la única película con buen sabor de boca de este año 2013, año de la fe, en Dios, en el hombre y en el amor. Las tres fes, como la Trinidad, son una sola, como la cereza que coges del frutero y arrastra las otras dos.

El joven Antonio, de la película Maktub, nos contagia de alegría por la vida que Dios da. Moscati, un hombre entregado a su profesión, nos muestra la satisfacción de ayudar a los más necesitados. Las flores de la guerra, enaltece la pureza del corazón y redime a sus protagonistas dotándoles de un amor sincero y abierto a los demás. Los Miserables, explosión musical que exalta la libertad, el amor y la fe; Jean Valjean, encuentra a Dios y con él, ofrece luz a personas que caminan solas en la oscura Francia revolucionaria. Los cristeros, en la guerra de Cristiada, se aferran a su fe para sobrevivir en un medio hostil… Estas películas, entre muchas, muestran que la defensa de los valores, la búsqueda de la transcendencia y de la fe nos dirige hacia la Verdad.

Alguno ha calificado la película de Incondicional como “empalagoso melodrama”. Si llamamos empalagoso al camino de crecimiento y purificación en el amor, una subida por la escalera del sufrimiento personal pero que llega a la felicidad de la entrega de sí, un aplauso por las personas que sueñan con “empalagosos melodramas”. Ellas hacen que en nuestro mundo siga habiendo más bien que mal, más luz que sombras, más amor que odio, más fe y fidelidad que incredulidad y corrupción.
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