San Luis de los Franceses, rey cristiano y cruzado, justo y honrado
Cuando se alude a la Corona de España se dice también “el trono de San Fernando” y cuando se habla de la corona francesa se usa el símil “el trono de San Luis”. Resulta que San Fernando y San Luis (cuya festividad recuerda el orbe católico cada 25 de agosto) eran primos hermanos, por sus madres, la infanta Berenguela y la infanta Blanca, hijas del vencedor de las Navas. Ambas fueron reinas y regentes y tuvieron un papel destacadísimo en la Historia. Está en todas las librerías la extraordinaria biografía que H. Salvador Martínez le ha dedicado a Berenguela la Grande, a la que debemos nada menos que la unión definitiva de Castilla y León en la persona de su hijo San Fernando. En cuanto a Blanca de Castilla, se puede afirmar que sin duda fue la mejor reina de Francia.
Blanca nació en 1188 en Castilla, viajó siendo todavía una niña a la corte del rey de Francia. La casaron con Luis VIII el León, que murió cuando su heredero contaba sólo doce años. Blanca gobernó Francia durante la menor edad de su hijo, Luis IX, a cuya consagración no asistieron algunos de los principales señores de Francia, a los que Blanca tuvo que meter en cintura. La reina fue a lo largo de su vida fiel consejera de su hijo, más allá de su mayoría, y no dudó tampoco en tomar de nuevo las riendas de Francia cuando el futuro San Luis dejó su patria para acudir a la séptima Cruzada (1248-1252). La extraordinaria figura de San Luis, rey cristiano y cruzado, justo y honrado, dio considerable prestigio a la corona francesa —en gran parte gracias a la política seguida por la reina Blanca— amplió considerablemente sus dominios y reafirmó su poder sobre los grandes señores feudales.
Tocó a Blanca gestionar la cruel Cruzada contra cátaros y albigenses promovida por el Papado, en la que se había involucrado su difunto esposo, a la que puso fin por el tratado de París (1229); dominó la “Cruzada de los pastorcillos” (1250), venció al conde de Bretaña, al de La Marche, a los Mauclerc, Coucy y Lusignan y aplastó a los rebeldes del Languedoc.
San Luis gastó ingentes sumas en obtener reliquias de la Pasión de Cristo, como la Corona de Espinas, e hizo edificar en el corazón de París una capilla que las custodiara: es la Sainte Chapelle, una maravilla del gótico. Quien visite su coro observará que la decoración consiste en flores de lis y en castillos de oro sobre fondo de gules: son las armas de Francia y las de Castilla, las armas de un Rey de Francia hijo de una infanta castellana. Además San Luis es ascendiente directo de los monarcas de la casa de Borbón, de ahí que en un Real Sitio como La Granja, tan vinculado al primero de nuestros borbones, se celebre todos los años una festiva semana en honor de su Santo Patrón.
Resultaba del todo lógico que San Luis fuera la figura elegida para dar un toque de prestigio y santidad a las relaciones hispano-francesas y ese es el motivo de que el 10 de agosto de 1613 Henri de Saureulx (1566-1633), capellán de Felipe III naturalizado español pero de origen francés pusiera su firma al documento que daba el pistoletazo de salida a la Obra de San Luis de los Franceses, una fundación que ha cumplido por tanto cuatro siglos en la capital de España. Vale la pena detenerse unos momentos sobre la vida de este personaje.
El 23 de diciembre de 1588 Enrique III de Francia hizo asesinar a Enrique de Lorena, jefe del partido católico, y a su hermano, el cardenal Luis de Lorena. A raíz de ese crimen de Estado, Sixto V excomulgó al rey francés y autorizó a los religiosos franceses —tanto los regulares como los seculares— a tomar las armas para socorrer la religión católica. Uno de esos religiosos fue Henri de Saureulx, canónigo del monasterio agustino de Soissons.
El canónigo pidió a Roma la autorización preceptiva para dejar temporalmente su hábito y defender el partido católico. Tras años de lucha, acabó exiliado en Bruselas, en los Países Bajos españoles. Triunfaba Enrique IV, el rey protestante que luego se convirtió al catolicismo, y en 1598 moría el viejo Felipe II. Su sucesor, Felipe III quiso conocer a aquel sacerdote francés que se había distinguido luchando por la fe católica y de cuyas virtudes le habían informado. Queriendo recompensarle por sus servicios, le sugirió ir a España. Saureulx se embarcó en Ostende y desembarcó en Cádiz, tras una travesía en la que no faltó el ataque de un pirata berberisco y una vez en Madrid, consiguió una pensión de 400 ducados que, por cierto, tardó catorce años en cobrar. El Rey lo nombró capellán de honor de su capilla en Palacio, concediéndole con los años nuevos honores y nuevas pensiones que alcanzaron un patrimonio considerable, siempre en teoría, porque rara vez se pagaron. Saureulx fue también de los primeros en tratar de fundar en Madrid un Monte de Piedad, lo que sólo consiguió el Padre Piquer , un siglo más tarde.
El matrimonio de Ana de Austria con Luis XIII y el de Felipe III con Isabel de Borbón no sólo asentaron la paz entre Francia y España sino que provocaron un flujo hacia Madrid de franceses pobres a los que resultaba difícil encontrar confesores que conocieran su idioma.
Saureulx no olvidó a sus antiguos compatriotas así que a raíz de ello, el 10 de agosto de 1613 protocoliza ante un notario su intención de crear una fundación que socorra material y espiritualmente a sus compatriotas franceses y crea el Hospital de San Luis de los Franceses, al que hace heredero universal de sus bienes y derechos. Obtuvo Saureulx las autorizaciones preceptivas del Arzobispado de Toledo, del Consejo de Castilla y de la Santa Sede. A trancas y barrancas, venciendo mil dificultades, la Obra de San Luis ha durado hasta la actualidad. El Hospital de San Luis para los enfermos franceses y la iglesia aneja se emplazaron en la madrileña calle Tres Cruces, donde ahora está el Teatro Príncipe.
Actualmente ha desaparecido el hospital y se mantienen una iglesia en Claudio Coello 94 y una residencia de ancianos en Lagasca 89, donde estaba el hospital.
En 1856 se añadió a la Obra de San Luis —la iglesia y el hospital— un tercer elemento educativo, la pequeña escuela de San Luis de los Franceses que se inauguró en Tres Cruces 8, junto a la enfermería. Ese es el origen del Collège Saint Louis des Français de Pozuelo, colegio hoy mixto con 1400 alumnos.
San Luis de los Franceses representa mejor que ninguna otra institución la antigüedad y vigencia de los seculares lazos personales y amistosos que unen dos grandísimas naciones.
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