Comunicación e Iglesia: ¿qué falla?
¿Por qué la media europea de católicos practicantes ha pasado de más del 70% a menos del 10% ? ¿Por qué tenemos más funerales de bautismos? ¿Por qué Europa corre el riesgo de convertirse en un continente postcristiano?
por José F. Vaquero
La constatación es provocativa, y los datos que la sustentan también. Una institución, una agrupación, una sociedad no falla, siempre que sus objetivos sean buenos y los medios para conseguirlos también. Yerra, se equivoca, decae uno o más de sus miembros. Esto, aplicable a cualquier grupo humano, se aplica también a la Iglesia, un cuerpo humano – divino, que ha sufridos crisis y altibajos en sus dos mil años de historia. Sin embargo estos interrogantes nos deben hacer pensar, y es lo que el Papa, los Obispos y muchas personas en la Iglesia continúan haciendo.
No son pocos los que opinan que falla la comunicación, la comunicación entre los pastores de la Iglesia y el hombre y la mujer del siglo XXI (los pastores de la Iglesia son de este mismo siglo, hablan y escuchan, viven y trabajan en la misma época que los cristianos “de a pie”). Un punto está claro: falla, en muchos casos, la comunicación entre las personas, la transmisión de un mensaje a mi vecino de arriba, o la transmisión que el vendedor de la esquina que me ofrece algo.. En la época de las grandes comunicaciones, la transmisión casi instantánea de la información a los cuatro puntos cardinales, falla la comunicación a pequeña escala, transmitir un mensaje verdadero, recibir el mensaje del otro, escucharle, comprenderle.
Si miramos la gran comunicación, los medios, nos encontramos un galimatías todavía mayor. Unos pocos comunican el mensaje que a ellos, o a sus grupos de presión, les interesa, bajando muchos puntos en el ranking de importancia a informaciones que les molestan, no les conviene, o no agradan. ¿Se comunican las noticias del mundo, o las noticias que interesan a ciertos grupos?
En el último mensaje de Benedicto XVI a los profesionales de esta comunicación a gran escala, los periodistas, este Papa alemán nos sorprendió. Como siempre. Benedicto XVI les exhortaba a cultivar una virtud rara para un periodista, que aparentemente no casa con su trabajo: el silencio. ¿Silencio? Esa virtud “contraria” a la comunicación, y que sin embargo la sustenta, la fortaleza y la hace posible. Silencio significa escuchar al otro (o a lo otro, a lo sucedido sin ningún tinte). Silencio que facilita la gran comunicación, y la comunicación de todos los días, la comunicación con el otro yo (el ser humano que tengo en frente) y la comunicación con el Otro, ese que nos ha creado y conoce lo que hay en el fondo del corazón. En este horno, la comunicación alcanza su punto de coción y puede nutrir al hombre de hoy, sediento de valores.
Con esta base sólida podemos hablar de comunicación y de “mass media”. Acabamos de celebrar la fiesta de una de estas personas que, si hubiera vivido unos años más, estaría “tuiteando”, invitando a eventos de facebook y creando todo tipo de grupos, eventos e iniciativas en las redes sociales.
“Hoy el gran mundo, los jóvenes, la clase dirigente reciben diariamente otras doctrinas, escuchar otras teorías en la radio, asisten a toda clase de exhibiciones de cine, ven la televisión... generalmente amoral o inmoral. El sacerdote predica a un pequeño rebaño, con iglesias casi vacías en muchas regiones... La prensa, el cine, la radio, la televisión son hoy las más urgentes, las más rápidas y eficaces obras del apostolado católico”.
El texto no es de esta década, ni siquiera del pontificado de Juan Pablo II. El beato Santiago Alberione lo escribió allá por la década de los cincuenta, pero entreviendo ya el gran reto de la comunicación. Este hombre de Dios, fundador de la familia paulina, no tuvo miedo de actualizarse y sumergirse en el uso de los medios de comunicación social para la evangelización y la transmisión de la fe. Si no se recibe información cristiana, ¿cómo se va a mantener, crecer, profundizar el cristianismo? O en palabras de San Pablo, ¿cómo creeremos si no se nos predica el mensaje?
El uso de los medios de comunicación social juega un papel fundamental para llegar a todos con el mensaje de la salvación. Los cristianos, en esta encrucijada, deben tener la capacidad de hacer un buen uso de las lenguas y las herramientas actuales que están disponibles para la comunicación en la aldea global...
No son pocos los que opinan que falla la comunicación, la comunicación entre los pastores de la Iglesia y el hombre y la mujer del siglo XXI (los pastores de la Iglesia son de este mismo siglo, hablan y escuchan, viven y trabajan en la misma época que los cristianos “de a pie”). Un punto está claro: falla, en muchos casos, la comunicación entre las personas, la transmisión de un mensaje a mi vecino de arriba, o la transmisión que el vendedor de la esquina que me ofrece algo.. En la época de las grandes comunicaciones, la transmisión casi instantánea de la información a los cuatro puntos cardinales, falla la comunicación a pequeña escala, transmitir un mensaje verdadero, recibir el mensaje del otro, escucharle, comprenderle.
Si miramos la gran comunicación, los medios, nos encontramos un galimatías todavía mayor. Unos pocos comunican el mensaje que a ellos, o a sus grupos de presión, les interesa, bajando muchos puntos en el ranking de importancia a informaciones que les molestan, no les conviene, o no agradan. ¿Se comunican las noticias del mundo, o las noticias que interesan a ciertos grupos?
En el último mensaje de Benedicto XVI a los profesionales de esta comunicación a gran escala, los periodistas, este Papa alemán nos sorprendió. Como siempre. Benedicto XVI les exhortaba a cultivar una virtud rara para un periodista, que aparentemente no casa con su trabajo: el silencio. ¿Silencio? Esa virtud “contraria” a la comunicación, y que sin embargo la sustenta, la fortaleza y la hace posible. Silencio significa escuchar al otro (o a lo otro, a lo sucedido sin ningún tinte). Silencio que facilita la gran comunicación, y la comunicación de todos los días, la comunicación con el otro yo (el ser humano que tengo en frente) y la comunicación con el Otro, ese que nos ha creado y conoce lo que hay en el fondo del corazón. En este horno, la comunicación alcanza su punto de coción y puede nutrir al hombre de hoy, sediento de valores.
Con esta base sólida podemos hablar de comunicación y de “mass media”. Acabamos de celebrar la fiesta de una de estas personas que, si hubiera vivido unos años más, estaría “tuiteando”, invitando a eventos de facebook y creando todo tipo de grupos, eventos e iniciativas en las redes sociales.
“Hoy el gran mundo, los jóvenes, la clase dirigente reciben diariamente otras doctrinas, escuchar otras teorías en la radio, asisten a toda clase de exhibiciones de cine, ven la televisión... generalmente amoral o inmoral. El sacerdote predica a un pequeño rebaño, con iglesias casi vacías en muchas regiones... La prensa, el cine, la radio, la televisión son hoy las más urgentes, las más rápidas y eficaces obras del apostolado católico”.
El texto no es de esta década, ni siquiera del pontificado de Juan Pablo II. El beato Santiago Alberione lo escribió allá por la década de los cincuenta, pero entreviendo ya el gran reto de la comunicación. Este hombre de Dios, fundador de la familia paulina, no tuvo miedo de actualizarse y sumergirse en el uso de los medios de comunicación social para la evangelización y la transmisión de la fe. Si no se recibe información cristiana, ¿cómo se va a mantener, crecer, profundizar el cristianismo? O en palabras de San Pablo, ¿cómo creeremos si no se nos predica el mensaje?
El uso de los medios de comunicación social juega un papel fundamental para llegar a todos con el mensaje de la salvación. Los cristianos, en esta encrucijada, deben tener la capacidad de hacer un buen uso de las lenguas y las herramientas actuales que están disponibles para la comunicación en la aldea global...
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