La madre de Claudia fue violada: «Comprendió que ese bebé (yo) no tenía culpa y sí derecho a vivir»

Claudia Marcela, con sus dos hijas; tiene también un chico.
“Dios hace nacer rosas donde sólo hay rocas”: es la frase con la que la colombiana Claudia Marcela sintetiza su testimonio, una historia que comienza con una cruda declaración: "Soy fruto de una violación a mi madre cuando sólo tenía 15 años a manos de un conocido de la familia". Era una niña inocente que sufrió "un acto atroz que cambió su vida para siempre".
Las amenazas de su agresor la atemorizaron lo suficiente para no contar nada en su casa. Hasta que, pasadas unas semanas, los signos de embarazo empezaron a ser evidentes.
La noticia causó un dolor "inmenso", sobre todo para su bisabuela: "Mi madre era su niña consentida, la luz de sus ojos. Enterarse de lo que había ocurrido fue un golpe tan devastador que enfermó y nunca volvió a ser la misma".
Intentaron localizar al criminal y denunciarlo a las autoridades, pero había huido de la ciudad.
"Mi llegada alivió tanto dolor"
"Mi madre y mi abuela decidieron continuar con el embarazo. No sólo porque ya estaba avanzado, sino porque comprendieron que ese bebé (yo) no tenía culpa alguna y tenía derecho a vivir", explica Claudia Marcela en el blog Salvar el 1, especializado en testimonios provida en torno al aborto por violación.
"Meses después nací", cuenta: "Un tío de mi madre solía decir que mi llegada alivió, aunque fuera un poco, tanto dolor. Sin embargo, mi bisabuela Mercedes no logró superar el sufrimiento. Se sumió en una profunda depresión. Cada día pedía que me acostaran a su lado, para abrazarme, besarme y contemplarme, pero su pena la fue apagando lentamente, hasta que partió poco después".
Esto tuvo consecuencias dramáticas a largo plazo. La muerte de la bisabuela de Claudia dejó a su madre "una culpa inmensa": "Se endureció consigo misma y conmigo, su bebé. Aunque me cuidaba y me llenaba de regalos, yo sentía la distancia, un vacío que no entendía entonces".
Tiempo después, su tía Amanda, hermana de su madre, se casó con Edgar, un hombre que acogió a Claudia con amor desde el primer momento: "Fue para mí un verdadero padre, al igual que mi abuelo materno, que aunque vivía en otra ciudad, me recibía con cariño en cada visita. Me sentía amada por todos, excepto por mi propia madre, cuya frialdad me confundía".
Claudia no supo hasta los 13 años cuál era su verdadero origen. Hasta entonces le habían contado que su padre murió antes de que ella naciera. La verdad fue "un golpe muy duro", pero tuvo un efecto benéfico de comprensión hacia su madre, "su distancia, su lucha silenciosa". Nunca llegaron a hablar del tema, porque Claudia temía "abrir heridas que aún no habían sanado".
"Un amor indescriptible"
A los 21 años, Claudia acudió al médico porque se encontraba mal, y descubrió a través de una ecografía que estaba embarazada, algo que ella no había previsto: "En ese momento, no pensé en si el padre respondería ni en cómo reaccionaría mi familia. Lloré de emoción, con un amor indescriptible".
Pero el médico interpretó mal sus lágrimas y le ofreció la posibilidad de abortar. Ella le miró fijamente, indignada y "con una fuerza que no sabía que tenía", le espetó: “¡Carnicero! Daría mi vida por mi hijo, haría todo por él sin importarme nada más”.
Con esa energía, salió del consultorio "con el corazón encendido" y se dirigió "con firmeza" a Carlos, el padre: “Estoy embarazada. Lo voy a tener, con o sin tu ayuda”.
"Su respuesta me llenó de paz", recuerda: “Tranquila, vamos a estar juntos en esto. Ese bebé es tan mío como tuyo”.
"Poco después, fuimos a contárselo a mi madre", continúa: "Aquella mujer que siempre fue fuerte como una roca se deshizo en lágrimas al oír la noticia. Mi abuela estaba feliz". Cuando Mauricio nació, "fue una bendición inmensa".

Claudia Marcela, junto a su madre y dos de sus hijos.
Al cabo de un año nació Laura, y trece años después Ana Valeria: "Mis hijos son mis mayores tesoros... Conocieron esta historia en la adolescencia. No fue fácil, pero la asumieron con la madurez y el amor que sólo Dios puede sembrar".
"La vida siempre es un milagro"
Claudia comparte su testimonio para ayudar a mujeres que están pensando abortar: "Quiero que sepan que, aunque el dolor sea inmenso, la vida siempre es un milagro". Cuatro personas, ella misma y sus tres hijos, viven porque una niña de 15 años comprendió que no tenía derecho a matarla, por violento y ruin que hubiera sido su origen.
"Todo lo he logrado con el apoyo de un ser maravilloso a quien siempre llamé papá: Jesús. A Él acudí en todo momento, y también a su Santa Madre, María, que nunca me abandonaron", concluye su testimonio en Salvar el 1.