Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Es una de las impulsoras de la Teología del Hogar

Seis sugerencias de Carrie Gress para desintoxicarse de hiper-feminismo y llevar una vida más feliz

Carrie Grass, durante una entrevista en EWTN.
Carrie Grass es una de las impulsoras de la llamada Teología del Hogar, y una gran crítica de la ideología feminista como contraria al interés y la felicidad de las mujeres. Foto: captura EWTN.

ReL

La utilidad, la productividad y el poder han suplantado a las virtudes con las que solíamos caracterizar a la mujer, sostiene Carrie Gress, quien acusa de ello al feminismo.

Carrie, doctora en Filosofía y madre de cinco hijos, es una impulsora de la llamada Teología del Hogar y ha escrito varios libros sobre la Virgen María como modelo individual y social. En sus artículos y conferencias denuncia la ideología feminista como perjudicial para los intereses y la felicidad de las mujeres.

En una de sus colaboraciones en The Federalist, ofrece algunos consejos sobre cómo liberarse de ese lastre.

Seis maneras de desintoxicarse del feminismo marxista para llevar una vida más feliz

Mientras que los hombres todavía pueden comparar al "buen hombre" con el "hombre real", no quedan categorías para comparar a una "buena mujer" frente a una "mujer real". La mayoría de nosotros operamos sin saberlo con las categorías marxistas que nos ha inculcado a la fuerza el feminismo, en particular la propaganda de Betty Friedan sobre la toxicidad del hogar y la libertad que se obtiene a través del trabajo. Estas ideas poco examinadas sobre la feminidad son las que hoy nos proporcionan el ideal. La utilidad, la productividad, el poder y el control han suplantado a las virtudes con las que solíamos identificar a una buena mujer, como la bondad, la compasión y la fidelidad.

¿Cómo desintoxicarse de este veneno cultural y antropológico?

Desintoxicarse de feminismo es especialmente difícil porque la mayoría de las mujeres ni siquiera somos conscientes del agua salobre en la que nadamos. El resultado es una idea poco definida sobre cómo deberían ser una feminidad y una humanidad sanas. El feminismo ha definido su propia posición y también ha definido a su oposición, la no feminista, con tanta eficacia que lo único que nos viene a la mente son imágenes de mujeres con túnica roja y cofia en cultos de fertilidad, esposas "felpudo" o mujeres según el modelo de Las esposas de Stepford [novela de 1972 de Ira Levin que ridiculiza a las amas de casa: ha dado lugar a dos versiones cinematográficas, Las esposas de Stepford (1975) y Las mujeres perfectas (2004)]. Nos han alimentado con un modelo cultural dicotómico poco saludable. 

Feministas disfrazadas de túnica roja.

En su novela El cuento de la criada (1985), la activista Margaret Atwood describe una sociedad 'distópica' que rinde culto a la fertilidad, y caracteriza a sus practicantes con un atavío que ha sido luego utilizado por el movimiento feminista para caricaturizar el 'heteropatriarcado'.

Sin embargo, en nuestra vida cotidiana y nuestras relaciones personales solemos encontrarnos con mujeres que no encajan en ninguno de los extremos: mujeres que son mucho más interesantes, atractivas, sanas, convincentes e incluso buenas. Son el tipo de mujeres que deberíamos aspirar a ser. Pero hay que esforzarse para conseguirlo.

He aquí seis maneras de empezar:

1. Abandonar la culpa

Las feministas nos recuerdan con frecuencia que debemos sentirnos culpables por no estar agradecidas por todo lo que el feminismo ha hecho por nosotras. Como la mamá más querida, el feminismo nos regaña para que nos conformemos recordándonos que tenemos una deuda de gratitud con él por nuestras carreras y nuestra educación. Esta táctica nos mantiene a la mayoría sintiéndonos culpables en lugar de mirar detrás de la cortina. ¿Era necesario destruir toda la cultura para que las oportunidades profesionales mejorasen? ¿Era necesario tirar a los hombres y a los niños debajo del autobús para que se materializaran tales ventajas?

Una entrevista a Carrie Gress sobre "repensar el feminismo".

No sentirnos culpables ante el feminismo nos libera para observar los aspectos positivos y negativos del movimiento, en vez de dejar que los aspectos negativos se escondan a plena vista. Ciertamente no tratamos así otros ámbitos de la vida, como el gobierno o los medios de comunicación, así que ¿por qué deberíamos hacerlo con el feminismo?

2. Dejar de esperar que el feminismo se reforme

Una objeción que escucho con frecuencia sobre el feminismo, particularmente entre los cristianos, es que deberíamos usarlo como un lugar para construir puentes. La esperanza es que si los cristianos pueden afirmar que ellos también son feministas, entonces tienen un terreno común entre las mujeres no religiosas para extender lo que esperan que sea la rama de olivo de la fe. Esta suposición, sin embargo, se basa en la idea de que el feminismo es elástico y puede significar lo que queramos que signifique.

Por desgracia, los hilos dominantes del feminismo han abrazado claramente durante siglos tres características definitorias: aplastar el patriarcado (o igualitarismo radical); el amor libre (o el fin de la monogamia sexual); y el ocultismo, como se detalla en mi libro The Anti-Mary Exposed: Rescuing the Culture from Toxic Femininity. No se puede construir ningún puente cuando estos tres elementos se oponen fundamentalmente a la fe cristiana y a la verdad sobre la prosperidad humana.

3. Averiguar qué es una mujer

Matt Walsh ha hecho de What is a woman? [¿Qué es una mujer?]  una pregunta popular, pero todavía son pocos los que pueden responderla con algo más que "una hembra humana adulta".

Con su documental 'What is a woman? [¿Qué es una mujer?]' (2022) de éxito viral desde hace más de un año, Matt Walsh puso a la ideología de género ante sus contradicciones.

También en este caso, las mujeres necesitan conceptos más ricos a la hora de pensar qué son las mujeres. El feminismo comenzó generalmente con la pregunta "¿Cómo hacemos que las mujeres sean más como los hombres?" en lugar de "¿Cómo ayudamos a las mujeres en cuanto mujeres?". Nuestra comprensión de la feminidad se ha borrado porque priorizaba lo masculino sobre lo femenino.

La respuesta más obvia que da cuerpo a la definición de mujer es la maternidad. Las mujeres son madres, no solo biológicamente, sino también psicológica y espiritualmente. Las mujeres son madres de los demás. Lo vemos en la riqueza de nuestras relaciones con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Una madre crea un refugio donde otras personas pueden ser nutridas, amadas y protegidas para alcanzar su pleno potencial.

4. Dejar de luchar contra los hombres

A la mayoría de nosotras nos han enseñado desde la primera infancia que podemos hacer cualquier cosa tan bien como los hombres, si no mejor. Cuesta mucho trabajo apagar esta voz programada, dada la frecuencia con la que se repite. Los hombres no deben ser nuestros enemigos. Sí, ciertamente, hay hombres malos, igual que hay mujeres malas. Vilipendiar a todos los hombres mientras se exalta (y se cree) a todas las mujeres no ha dado a las mujeres ningún tipo de superioridad moral. Solo ha alimentado los peores tipos de envidia y desconfianza, al tiempo que ha intensificado la guerra entre los sexos a un nuevo nivel.

5. No temas la palabra con "H"

En la última década se ha producido un auge de lo que podríamos llamar artes del hogar: repostería, cocina, punto, diseño de interiores y jardinería. A pesar de su popularidad, las labores del hogar siguen siendo una palabra tabú, que a menudo evoca condescendencia. Aquí también hay un vestigio del éxito de Friedan al calificar el hogar de "cómodo campo de concentración". Esta reacción instintiva ante el hogar necesita un análisis que ayude a eliminar la programación feminista.

Carrie Gress explica sucintamente en EWTN qué es la "teología del hogar".

El hogar no debe ser solo un hotel, sino el lugar donde una familia aprende a amar y a ser amada, y donde los niños aprenden quiénes son. El hogar es la base, el lugar de solaz, crecimiento, comodidad, seguridad y auténtica caridad. Las mujeres desempeñan un papel integral en todo ello en las múltiples etapas de la vida. Como las demás etapas, estar en casa ofrece sus dones específicos que pueden formar y definir el carácter de una mujer.

6. Poner a Dios por encima de uno mismo

El feminismo se alimenta del narcisismo y del mito de que una mujer puede ser una isla. Ha predicado una visión de autosuficiencia y autocreación que borra la guía, el amor, la providencia y las reglas de Dios. Erradicar los Diez Mandamientos, y reescribir Génesis 3 (la tentación y caída de Adán y Eva) como una historia en la que Eva adquiere de la serpiente un conocimiento especial, estuvo desde el principio en el guión feminista.

La supresión de estos principios rectores ha dado paso a la idea de que las mujeres podemos vivir como queramos y seguir prosperando como seres humanos. Pero la naturaleza humana no es tan flexible como a las feministas les gustaría, y por eso las mediciones de la felicidad femenina muestran claramente que las mujeres de hoy son profundamente infelices, más infelices que cuando llegó la segunda ola del feminismo en los años 60.

[Lee en ReL este artículo de Carrie Gress: Por qué el asalto cultural a la feminidad natural impide la plenitud de la mujer]

Cómo crecer, realizarse y llevar una vida fructífera ha sido claramente establecido para nosotros a través de la tradición judeo-cristiana. Tenemos una hoja de ruta. Y tenemos un medio directo de llegar a Dios, de oír su voz mientras Él oye la nuestra, y de vivir su amor. Aquí es donde debe encontrarse nuestra identidad, no en los valores fugaces y efímeros que ofrece el feminismo.

Traducción de Verbum Caro.

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