Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El padre David Neuhaus cuenta su conversión y habla de los tipos de cristianos en Tierra Santa

De joven ateo de familia judía a superior de los jesuitas en Tierra Santa: una monja le hizo pensar

El sacerdote jesuita David Neuhaus posa con alzacuellos en una iglesia
David Neuhaus, de origen judío, actual superior de los jesuitas en Tierra Santa, describe los tipos de cristianos en la región y el papel de la Iglesia Católica

P.J.G./ReL

El sacerdote jesuita David Neuhaus es un observador privilegiado de la complejidad de identidades en Tierra Santa. Nació en Sudáfrica en una familia de judíos alemanes, se hizo católico en Israel a los 28 años, conoció y vivió muy de cerca el día a día de los árabes palestinos. Se formó en teología, filosofía y Escritura en París y Roma y en Jerusalén es profesor de Estudios Bíblicos e Introducción al Judaísmo. Durante años fue el principal pastor de los católicos de lengua hebrea (una minoría dentro de una minoría) y ahora es el superior de los jesuitas en Jerusalén y Belén.

En junio era entrevistado en detalle en inglés en Commonweal Magazine, de donde extractamos su testimonio e itinerario de fe, y sus reflexiones sobre los retos en Tierra Santa.

Familia judía, amigos musulmanes

Nací en una familia judía alemana que encontró refugio en Sudáfrica durante los años 30″, explica. “La familia se dispersó por todo el mundo, y los que no dejaron Alemania fueron exterminados por los nazis. Esta es una parte muy importante de mi identidad”.

“Nacer en Sudáfrica durante los años horrendos del apartheid y vivir allí mis primeros quince años, me marcó profundamente. Mi familia se oponía con fuerza al régimen y nos educaban en un fuerte sentido de la justicia. Acudí a una escuela privada judía excelente y recibí una buena educación judía y secular. Aprendí hebreo y el amor al idioma y su cultura”.

“Cuando llegué a Jerusalén a los 15 años por primera vez en 1977, hice propósito de entender lo que pasaba allí. Mi primer amigo de por vida fue un árabe palestino musulmán, y este fue mi incentivo para aprender árabe. Su familia se convirtió casi en una familia adoptiva para mí. Con ellos, no sólo aprendí árabe, sino la cultura árabe también. Experimenté el Islam en la tradición religiosa de una familia que era muy tradicional. Eso marcó profundamente mi perspectiva”.

Una anciana monja rusa le llevó al cristianismo

“Sin embargo, a esa misma edad joven, entré en contacto con el cristianismo. Encontré un testimonio radiante de Cristo en la figura de una monja ortodoxa rusa de 89 años, y su testimonio era absolutamente convincente”.

En una entrevista en vídeo con la revista de los jesuitas norteamericanos, America, explicó que aquella religiosa anciana estaba paralizada, muy impedida, pero muy alegre, la persona más feliz que conocía. Él, en ese momento, se consideraba ateo. Le preguntó por qué era tan alegre. Ella le dijo que estaba enamorada y le habló de Jesús. “En su alegría encontré a Jesús por primera vez, y ya no se fue. Aunque había sido ateo antes de este viaje a Jerusalén, regresé convencido de que Dios es real y que tiene un hijo, Jesucristo“, explicaba en esa entrevista.

Prometí a mis padres que esperaría diez años antes de pedir el bautismo y, cuando lo hice, la Iglesia me pidió esperar y discernir dos años más. Finalmente me bauticé católico en 1988. Después, esperé otros 3 años más para entrar en la Compañía de Jesús”.

“Durante largos años estudié en la Universidad Hebrea, terminando mi tesis en 1991, que trataba de los árabes palestinos que son ciudadanos del Estado de Israel. Tras 8 años en el extranjero para mi formación como jesuita, volví a Jerusalén para enseñar Escritura en instituciones católicas y judías en el 2000, el año que fui ordenado sacerdote“.

“He servido en Jerusalén desde entonces. En 2009, fui nombrado vicario episcopal para los católicos de lengua hebrea y los migrantes en Israel. Serví en ese cargo hasta 2017. Ahora soy el superior de los jesuitas de Tierra Santa. Mantenemos presencia en Jerusalén Occidental (Israel) y en Belén (Palestina)”.

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Los 5 tipos de cristianos en Israel y Palestina

El padre Neuhaus explica los tipos de cristianos (de distintas denominaciones y ritos) que hay en Israel y Palestina, según sus circunstancias étnicas o sociológicas.

1. Los cristianos árabes en Palestina

En los territorios palestinos hay unos 50.000 cristianos, y casi todos son árabes palestinos. Sus principales retos, explica, “son los mecanismos de la ocupación israelí que impiden la libertad de movimientos y la libertad para crear una sociedad autónoma, y el reto de ser un número diminuto en una sociedad que es predominantemente musulmana y no siempre sensible al sentir cristiano.

2. Los cristianos árabes ciudadanos de Israel

Son unos 120.000 cristianos de lengua y cultura árabe que viven en territorio israelí y son ciudadanos israelíes. “Aunque pueden votar en las elecciones, sufren discriminación en varios aspectos de la vida cotidiana; como árabes no reciben los mismos sueldos, oportunidades de desarrollo y de empleo que los ciudadanos judíos”, detalla Neuhaus.

3. Los cristianos de lengua hebrea, sociológicamente integrados en la sociedad judía
Son unos 40.000, muchos tienen algún antepasado judío (a menudo ruso, o polaco) y en cualquier caso hacen su vida en lengua hebrea. “No sufren esa discriminación, pero sí una fuerte presión para perder su identidad cristiana y dejarse asimilar en la masa indiferenciada de judíos secularizados”.

4. Los inmigrantes sin estatus permanente

Son unos 150.000, muchos son cristianos de países asiáticos, o de África, o de diversos lugares de lengua árabe. Tienen que renovar sus permisos de trabajo cada cierto tiempo. “Como todos los emigrantes, afrontan los retos de pobreza, explotación o inestabilidad”.

5. Los “expatriados”

Aquí Neuhaus se refiere a unos 1.000 clérigos o religiosos de distintos grupos cristianos, llegados de todo el mundo, que viven en Tierra Santa ayudando a los cristianos a construir sus comunidades, su liturgia y su estilo de vida, “en la situación muy volátil en la que viven”.

El conflicto y los cristianos

Preguntado por su visión como cristiano y sacerdote del conflicto en Tierra Santa, Neuhaus elabora su punto de vista, que nosotros resumimos.

“Como cristianos que vivimos en el centro de esta herida que no se trata ni cura, que es Israel-Palestina, debemos rechazar por completo que se describa el conflicto como religioso. Es un conflicto entre dos movimientos nacionales. Uno es el movimiento nacional judío llamado sionismo”, explica Neuhaus. “El otro es el movimiento nacional palestino árabe, que nació entre la población indígena de Palestina en su esfuerzo primero contra los turcos y luego contra el colonialismo británico buscando la independencia”, detalla.

“Los cristianos se resienten de la manipulación de la religión en este conflicto. Meter a Dios en las discusiones las hace más intratables. La mayoría de los cristianos locales aspiran a una resolución que traiga igualdad para todos, respeto mutuo, justicia y paz. La religión puede ser una ayuda si habla proféticamente, pero demasiado a menudo se usa la religión para radicalizar un rechazo al otro, ya intransigente“, añade.

“En este momento, las ideologías radicales y excluyentes de ambos lados predominan, y las voces de moderación y diálogo son empujadas a los márgenes”, lamenta Neuhaus.

“Como cristiano, pienso que un solo estado sería preferible. Un estado democrático, secular, que evite el peligro de un estado judío israelí etnocéntrico que discrimine contra los no judíos, y el peligro de un estado palestino demasiado marcado por una mayoría musulmana, insensible al sentir de los cristianos. Pero no es fácil lograr un estado secular, democrático, y costaría aún años de esfuerzos por derechos civiles”, opina.

El papel de la Iglesia

“La Iglesia Católica tiene un papel distintivo. Está llamada a predicar las buenas nuevas, y son buenas noticias para todos. Es la buena noticia de la Resurrección. Es la buena noticia de que de las heridas sin tratar puede surgir vida nueva por el poder del Espíritu Santo”, considera Neuhaus.

Él detecta 3 fuentes de heridas en las que la Iglesia puede trabajar:

– 1) el antisemitismo: “la guerra contra el antisemitismo es parte central para curar la herida; los judíos han de saber que los cristianos entienden sus miedos y su vulnerabilidad”

– 2) la Biblia: “hay que contrarrestar la explotación de la Biblia como arma de una parte contra otra. la Palabra de Dios no puede usarse para expulsar a la gente de sus casas, confiscarles la propiedad o condenarles a quedar sin techo. No puede explotarse para justificar guerras, venganzas y abusos”.

– 3) el Islam: “la Iglesia propone hoy con los musulmanes un diálogo que rechaza la islamofobia y el estereotipar a los musulmanes y árabes como terroristas violentos por naturaleza. ¡No progresaremos nada si sustituimos antisemitismo por islamofobia!

En su experiencia, “más de una vez hemos estado al borde de la paz, pero el Maligno, empleando diversos medios, ha conseguido bloquearla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos la ayuda de Dios”.

Un lenguaje de amor y cuidado

Neuhaus tiene el Evangelio de Marcos como su preferido, porque una y otra vez demuestra que la mayor dificultad de Jesús para extender su Reino era la misma torpeza y ceguera de sus discípulos, a los que les costaba abrir los ojos. “Nuestro reto como cristianos es amar al judío y al musulmán, al israelí y al palestino, y en el nombre de ese amor tener una visión de cómo, diciendo la verdad y trabajando por la justicia, proponer un lenguaje suficientemente ancho para respetar a todos y promover el bien de todos”.

“Una de las cosas más importantes que tenemos que hacer es vigilar nuestras lenguas. Que cada palabra que hablemos promueva la justicia y la paz, el perdón y la reconciliación. Nuestras palabras crean los mundos en los que vivimos nosotros y nuestros hijos“, advierte,

Por último, recuerda lo que decía José a sus 11 hermanos en Egipto: “aunque intentabais hacerme daño, Dios lo usó para bien” (Génesis 50:20). “Esto es un principio que se ilustra a lo largo de la Sagrada Escritura: Dios puede transformar el mal humano en bien. Debemos continuar haciendo lo que podamos para cambiar la realidad y debemos creer que Dios la cambiará según su propio tiempo”.

(Publicado originariamente en la web de la Fundación Tierra Santa, a partir de la entrevista en inglés de Commonweal Magazine y la video-entrevista de America Magazine)

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