Hablan dos misioneros que evangelizaron con él en Perú, los padres J. Lydon y J.A. Jacinto
León XIV fue amenazado por Sendero Luminoso y el primero en reabrir las iglesias en pandemia

El obispo Prevost, con seminaristas de la diócesis de Chiclayo.
Cerca de cumplirse un mes de la elección del Papa León XIV, continúan saliendo a la luz las vivencias y relatos de quienes le conocieron en su faceta más cercana, evangelizadora y humana, mostrándose así unos rasgos que podrían definir en buena forma el pontificado.
Uno de los últimos en hablar ha sido el padre John J. Lydon, sacerdote y misionero agustino que vivió y trabajó con el Pontífice durante diez años, cuando este todavía era obispo en Perú, y al que conocía de antes, desde sus días de estudiante en la Universidad de Villanova.
Según se lee en una reciente entrevista de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el misionero John J. Lydon asegura que, como pontífice, León XIV “escuchará el clamor de la Iglesia que sufre”. Una afirmación que parece anclada en el propio hilo vital de Prevost, entregado a paliar la pobreza desde su periodo al frente de la parroquia de Santa Rita en Trujillo.
Allí no solo demostró ser un “buen administrador”, sino especialmente estar “muy centrado en servir al prójimo”.
“Aproximadamente la mitad era una zona paupérrima, donde él se preocupó mucho de que los pobres fueran tratados con dignidad, algo que en aquellos días no era la norma. Los pobres siempre eran maltratados por las autoridades. Él, en cambio, les ofreció una experiencia diferente, de dignidad humana”, cuenta Lydon.
Hablando de su periodo junto al actual pontífice en la parroquia de la periferia de Trujillo, no duda en afirmar que si ha tomado el nombre de León XIV, es porque “el anterior” León “fue el que promulgó el primer documento de la Doctrina Social sobre los derechos y la dignidad de los trabajadores”.
Sin miedo a Sendero Luminoso
A su presencia continua junto a los sufrientes, los conocidos de Prevost destacan su valentía y coraje frente a situaciones de agitación y peligro como las promovidas por Sendero Luminoso, una organización terrorista de corte comunista y revolucionaria cuyos años de mayor actividad coincidieron con la estancia de Prevost en Trujillo, en la década de los años 90.
“Nos amenazaron a nosotros y a nuestra parroquia y también a la sede episcopal del norte, donde colocaron bombas. Lo que pretendían era destruir el país para, a partir de las cenizas, construir una nueva sociedad”, asegura Lydon. Al parecer, la provincia agustina del Medio Oeste con sede en Chicago quería evacuar a un buen grupo de agustinos, pero estos, con Prevost y Lydon, vieron mejor quedarse y “elaborar un plan sobre cómo acompañar a la gente en ese vía crucis, en lugar de marcharnos y dar la impresión de que los abandonábamos”.
Dos décadas más tarde, el obispo Prevost mantuvo su espíritu y vocación social, pero también su afán por acercar el Evangelio a los fieles de su diócesis.
Entrevistado por Omnes, el estrecho amigo y colaborador de Prevost, el sacerdote José-Antonio Jacinto, recordó recientemente el legado social, caritativo y espíritu desprendido del actual León XIV durante su estancia en Chiclayo, como también su afán evangelizador.
Preguntado por su forma de trabajar, el sacerdote respondió: “Con las inundaciones del Niño mostró iniciativa y gran liderazgo. O también durante la pandemia, especialmente cuando abrió las iglesias antes que nadie en Perú, demostrando gran valentía”.