Opinión

¡El hombre es mejor de lo que parece!

España está llena de corazones generosos que lloran cuando Dios también llora en la tierra, aún situándonos en el vagón de cola de la recuperación económica en Europa.

30 enero 2010 00:00

Cuántas veces hemos oído esta frase del P. Werenfried van Stratten y qué aplicable resulta ahora al ver la respuesta generosa y solidaria de tantísimas personas. Conocemos historias preciosas de monjas de clausura que nos han dado para la campaña de Haití el dinero que usarían para comer al día siguiente. No nos importa, me decían, Dios proveerá. Historias de niños pequeños de colegios que han recolectado de sus ahorros, esas pequeñas monedas que ni sus padres quizás sabían que estaban escondidas y que guardaban emocionados esperando el momento oportuno para comprarse los sobres de cromos que les faltan para acabar la colección, o esas chuches que endulzan la vida. Jóvenes que entusiastas han organizado fiestas para demostrar que aún bailando y divirtiéndose se puede tener un gesto de pensar en el que más lo necesita. Jubilados y personas mayores que han dado de sus escasas pensiones, de sus exiguos ahorros y miles de gestos anónimos que sólo Dios sabrá.

Así mismo sabemos que han brotado espontáneas en muchas parroquias, en colegios, en congregaciones religiosas y en movimientos de la iglesia muchas iniciativas de oración, respondiendo a la llamada del Papa en forma de vigilias, rosarios, adoraciones y eucaristías ofrecidas por nuestros hermanos de Haití. Esta oración no es simplemente algo bueno, deseable, que queda religiosamente bien, sino que es vital, aunque esto no sea fácilmente entendible por algunos.

España es un país solidario, España está poblada por personas muy sensibles al sufrimiento de los demás, España está llena de corazones generosos que lloran cuando Dios también llora en la tierra. Por eso en medio de la crisis, aún situándonos en el vagón de cola de la recuperación económica en Europa, son muchísimos los que se han sabido rascar el bolsillo para dar algo por aquellos que han sufrido esta terrible catástrofe.

Confiados en que, además de este brote espontáneo y maravilloso de solidaridad, habrá hombres y mujeres, la mayor parte pertenecientes a órdenes y congregaciones religiosas, misioneros y personas entregadas que, sin duda alguna, continuarán en el futuro desescombrando Haití, compartiendo hombro con hombro el sufrimiento y el dolor, pero también luchando porque la miseria y la injusticia no sea el alimento con el que desayune cada día el pueblo haitiano.

El hombre es mejor de lo que parece porque dentro de nuestro corazón tenemos la semilla de Dios y Dios, que es el máximo profesional del dolor, es Amor, y es el único capaz de restañar las heridas del pecado y del sufrimiento del hombre.