Sábado, 04 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Egipto: La cosecha de las tempestades


Se puede decir sin faltar a la verdad que el cristiano en Egipto es un ciudadano de segunda clase, sufriendo importantes discriminaciones desde que son niños en las escuelas.

por Javier Menéndez Ros

Opinión

«Detrás de la imagen que tiene Egipto de paraíso turístico se esconde una realidad tremenda de miseria y discriminación», me decía textualmente una misionera española que trabaja allí. Y es que pocas personas ven más allá de los atractivos paquetes turísticos que nos ofrecen a unos estupendos precios visitas a las pirámides, a Luxor o nos prometen maravillosos cruceros por el Nilo.
 
De los cerca de ochenta millones de habitantes del país, la Iglesia copta, considerada la heredera directa de los antiguos egipcios, se divide en copto-ortodoxa, que suponen aproximadamente un 12% y la copto-católica, que son un escaso 2% de la población. Otras minorías cristiano católicas como los caldeos, maronitas, greco-católicos o latinos apenas si suponen un 1% de la población.
 
La Constitución de 1.971 proclama la libertad religiosa dentro de un estado islámico, donde la sharía es la principal fuente de jurisprudencia. Pero en la práctica sólo funciona en un sentido y por ello no se reconocen las conversiones de musulmanes al cristianismo o a otras religiones. Se puede decir sin faltar a la verdad que el cristiano en Egipto es un ciudadano de segunda clase, sufriendo importantes discriminaciones desde que son niños en las escuelas, de jóvenes en las universidades y, por supuesto, a la hora de acceder tanto hombres como mujeres a determinados puestos profesionales. La libertad de prensa y de publicación no existe. Las licencias para construir o simplemente reparar nuevos templos católicos apenas si se conceden y sólo se consiguen recurriendo a la picaresca propia de países donde falta la libertad.
 
Todas estas discriminaciones sufridas por los cristianos, junto con el extremismo islamista más radical, forman el caldo de cultivo perfecto para que se produzcan episodios de violencia religiosa que, aunque esporádicos, no dejan de ser constantes en los últimos años. De esta manera en el año 2.008 se reportaron 35 reclamaciones de familias cristinas por el secuestro o desaparición de sus hijas, y diferentes asesinatos y asaltos a coptos ocurridos tanto en ese año como en el 2.009. Sirva como botón de muestra los saqueos y ataques a más de cincuenta tiendas de coptos en las ciudades de Farshoot y Kon Ahmar, por las relaciones entre un joven cristiano y una adolescente musulmana. La mayor parte de estos hechos han quedado impunes y sus responsables ni siquiera han sido detenidos.
 
En medio de esta situación, hemos de lamentar el reciente y terrible atentado de la noche del 6 de enero, cuando las comunidades coptas celebran la Natividad, que se ha saldado con el asesinato frío y premeditado de siete coptos que salían de misa por la noche y de un guardia de seguridad árabe, así como de diez heridos, alguno de los cuales se encuentra en estado crítico. Este atentado venía precedido de amenazas y deseos de venganza expresados por la supuesta violación a una joven musulmana por un cristiano, que si fuera cierto, cosa que me merece serias dudas, tendría ciertamente vías legales para su juicio y castigo correspondiente.
 
Pese a la sangre inocente derramada, sigo creyendo en la paz, porque creo en el amor de Dios, y porque creo en la tarea inmensa y generosa que desarrolla en Egipto la Iglesia católica, donde frente al lenguaje del odio o del desprecio, responde con el lenguaje silencioso pero efectivo de los hechos: creando y manteniendo multitud de escuelas llevadas por religiosas, atendiendo dispensarios médicos, centros de capacitación profesional, centros para minusválidos físicos y psíquicos y multitud de obras educativas y asistenciales cuyos principales beneficiarios son los musulmanes.
 
Sólo le pido a ese Dios Amor en el que creo, que haga caer la costra de la intolerancia de aquellos que la hacen bandera de pertenencia a su propia fe, para que en Egipto y en tantos otros países donde instituciones como «Ayuda a la Iglesia necesitada» se vuelcan para atender a los cristianos, llegue el día en que se pueda vivir, convivir y respetarse en paz y en libertad.
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