Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

Borrar a Dios de la faz de la Tierra

Borrar a Dios de la faz de la Tierra
El Sacre-Coeur y el Valle de los Caídos: dos basílicas objeto de un idéntico odio anticristiano.

por Álex Navajas

Opinión

Leí hace poco un estupendo artículo de Javier Lozano en Religión en Libertad titulado ¿Por qué comunistas y masones odian tanto el popular Sacré-Coeur de París y quieren acabar con él? El emblemático templo, construido sobre la colina de Montmartre “para que iluminara París y actuara como punto de referencia para los ciudadanos distraídos e indiferentes de la metrópolis del siglo XIX”, fue erigido con el fin de “expiar los crímenes de la Comuna”.

Efectivamente: durante el breve pero terrorífico período de la Comuna de París, en 1871, a cerca de 30.000 personas les fue arrebatada la vida -muchos de ellos, por el mero hecho de ser religiosos o laicos católicos-, frecuentemente en condiciones atroces.

La izquierda y la masonería -expertas en atrofiar la Historia hasta dejarla a su gusto, aunque no quede más que una caricatura de la realidad- trataron -con bastante éxito- de hacer que la Comuna se recordara como una gran gesta en la épica revolucionaria del imaginario marxista. Vaya, nada nuevo: lo mismo que ha ocurrido con la revolución de octubre de 1917, con el Ché, con la Guerra Civil española, con Castro, con los 100 millones de muertos del comunismo… En fin, con cualquier episodio que les pueda aguar la fiesta y desenmascarar su mentira.

Y, claro, que llegaran con su idea Alexandre Legentil y Hubert Rahault, los dos católicos franceses de quienes partió la iniciativa del templo expiatorio del Sacré-Coeur, no les hizo la más mínima gracia a los zurdos. Varios de ellos han propuesto su demolición, incluido el socialista Lionel Jospin, nada menos que ex primer ministro de Francia.  

Pero leyendo el artículo de Javier Lozano uno cae en la cuenta de algo más. Los argumentos de la izquierda francesa para justificar su deseo talibán de arrasar hasta los cimientos el Sacré-Coeur se parecen mucho a los que emplean sus correligionarios en otras partes del mundo. Lo hemos visto estos pasados días en Chile, donde han asaltado y prendido fuego a dos iglesias de un modo abominable y, para algunos medios, no han sido más que algaradas o leves incidentes dentro de unas manifestaciones pacíficas y ejemplares.

En España pasa exactamente lo mismo con El Valle de los Caídos. La historiografía comunista primero ha escupido sus mentiras sobre el monumento: construido con esclavos, mausoleo del dictador, símbolo de odio y opresión, solo representa a un bando, se trata de una cruz del nacionalcatolicismo y demás falsedades. Con esto tratan de retorcer y ocultar el verdadero significado de paz, reconciliación y perdón con el que fue erigido, hasta lograr engañar a no pocos católicos e incluso sacerdotes y obispos. Con el Sacré-Coeur ocurre algo similar: “Insulta a la memoria de la Comuna de París”, es un símbolo de “oscurantismo, mal gusto y reaccionario”, etc.

Posteriormente se desprecia su valor artístico y arquitectónico. No importa que el templo parisino reciba alrededor de 10 millones de turistas al año y que sea el segundo monumento más visitado de la capital francesa, o que El Valle haya sido durante años uno de los enclaves con más visitantes de España. ¿Qué van a saber esos millones de pobres y bobalicones ignorantes que se quedan maravillados al contemplarlos? Los “expertos” en arte y arquitectura les corregirán a todos ellos y tratarán de hacerles creer que son un pastiche, un horror, y que el que diga lo contrario es un completo idiota. Y un fascista. Lo mejor que se puede hacer con ellos es derribarlos.

Como la idea de volarlos por los aires, como sería su deseo, todavía escandaliza incluso a muchos de los que tienen amaestrados y adormilados, optan por el pasteleo. Es cuando entra en juego un término que les fascina: “Resignificación”. “Hay que resignificar El Valle para que sea realmente un monumento a la reconciliación”, afirman con un hilo beatífico de voz, como si no llevara siendo exactamente eso mismo desde 1958. En el caso del Sacré-Coeur hablan de crear “un espacio de solidaridad”, típica cursilería que les suena bien y que no significa nada más que imponer su mentira.

Bien saben que no son simples monumentos. Son presencia de Dios en la Tierra. Y quieren borrar su Nombre. Curiosamente no les revuelve la presencia de una mezquita, de una pagoda o de una sinagoga, pero sí el de los templos católicos. Alguien se debería preguntar por qué.

Publicado en Actuall.

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