Martes, 30 de abril de 2024

Religión en Libertad

Benedicto XVI y Pablo VI


Al homenaje a Pablo VI se sumaron numerosos brescianos, que supieron brindar a Benedicto XVI una calurosa acogida que dio viveza a un día gris de otoño

por Giovanni Maria Vian

Opinión

Giovanni Battista Montini dejó su tierra muy joven, poco después de la ordenación sacerdotal, y siempre permaneció muy vinculado a su pequeña patria bresciana -donde estaban sus raíces familiares-, a la que volvía siempre que podía. Elegido en el cónclave de 1963, tomó el nombre de Pablo VI, y como Papa ya no volvió a visitar esa Brixia fidelis a la que expresó, en su discurso a una peregrinación de visita en Roma, el deseo que conservaba en su corazón: mantener siempre «una gran vitalidad y una gran fidelidad».

Dos sucesores del Pontífice bresciano, sin embargo, han vuelto a visitar -de manera significativa- la diócesis lombarda, casi como para compensar la delicada discreción montiniana: dos veces Juan Pablo II, en 1982  y  en  1998, y  ahora Benedicto XVI, ambos ligados a Pablo VI desde los tiempos del Vaticano II y ambos «criaturas» suyas, cardenales ab eo creati, como ha recordado el Papa con gratitud, evocando ese vínculo de «afecto y devoción».

Al homenaje a Pablo VI se sumaron numerosos brescianos, que supieron brindar a Benedicto XVI una calurosa acogida que dio viveza a un día gris de otoño: en Botticino, recordando al último santo de la diócesis, don Arcángel Tadini; más tarde, en la ciudad, con la oración por las víctimas del terrorismo; y, por último, en Concesio, donde en 1897 Montini nació y fue bautizado. Aquí acaba de trasladarse, a una sede magnífica inaugurada por el Papa, el Instituto Pablo VI, que este año ha dado su premio, un auténtico Nobel católico, a «Sources chrétiennes», la colección francesa que desde hace casi setenta años publica los textos más antiguos de la tradición cristiana.

Ante la catedral donde Montini fue ordenado sacerdote, rodeado de los obispos de Lombardía con su arzobispo metropolitano a la cabeza, Benedicto XVI presidió una celebración eucarística impresionante por su recogimiento solemne, que ni siquiera la lluvia persistente consiguió alterar; explicando las Escrituras y recordando a los fieles e l don «inestimable» que representa la lección del «gran Papa», una lección que permanece.

Durante toda su vida Pablo VI dio testimonio de la verdad, buscando el encuentro con la humanidad contemporánea que entonces, como hoy, imponía la confrontación de los católicos con el olvido de Dios y con las religiones no cristianas. Frente a las dificultades posconciliares Montini declaró que el Papa consideraba «que tenía que seguir únicamente la línea de la confianza en Jesucristo, a quien su Iglesia le interesa más que a nadie». Del mismo modo, recién elegido, su sucesor Benedicto XVI expuso su «verdadero programa de gobierno»: «No seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor», de tal modo que «sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia».
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