Viernes, 03 de mayo de 2024

Religión en Libertad

«Te Deum Laudamus» porque nos regala un nuevo inicio


Muchas personas, hombres y mujeres, padres y madres, sacerdotes y religiosas, han atravesado las estepas y los bosques para traer hasta nosotros al Señor. Se han manchado los vestidos y a veces se han ensuciado el alma para traer hasta nosotros el buen depósito de la fe y del amor cristiano.

por Angelo Busetto

Opinión

Una amiga me manda un mensaje: «Deberías aconsejar a las personas que dijeran más a menudo el Te Deum. No basta con decirlo una vez a final de año». En el mundo de las quejas, es un consejo que hay que coger ipso facto, por lo que empiezo a pasar la invitación entre las personas ocupadísimas en organizar las fiestas de fin de año. El Te Deum se ve claramente en el tablón de anuncios de la iglesia. Te Deum Laudamus, ¿por qué? Porque, con otro año a nuestras espaldas, seguimos estando vivos. Porque un año después seguimos siendo cristianos. ¡Esto, de por sí, sería suficiente!

Todo el universo está a nuestro servicio para hacernos vivir. Y toda la historia se ha movido para hacernos cristianos. Nosotros recibimos todo. Vivimos porque recibimos: el aire y el alimento y el vestido; la tierra y el cielo y el sol y el mar; las personas que nos aman, nos sirven, nos acompañan; las que nos siguen, nos provocan, nos contestan, nos descuidan. Recibimos los periódicos, las noticias, el arte, la belleza, los proyectos, las sonrisas, los llantos; el mundo, el universo, la humanidad; las estaciones, el frío, el calor, la primavera. Vivimos en gracia de todo lo que nos hace vivir y que nosotros no hemos creado, el don de las cosas y de las personas. Sustento y belleza para el cuerpo y el alma; compañía para la vida y camino abierto para el cumplimiento.

Te Deum Laudamus. Recibimos a Jesús. Jesús como los primeros, e incluso más, porque lo recibimos con el cúmulo de belleza y de humanidad nacido de Él y aumentado en el tiempo. Los escritos y los escritores, los santos y las obras, las oraciones y los orantes, los cantos y los músicos, las iglesias y los constructores, los campanarios y los campaneros, las liturgias y los sacerdotes, la misericordia y los misericordiosos, la confesión y los confesores, la eucaristia y los celebrantes, la caridad y los operadores de caridad. Riachuelos y arroyos y torrentes y ríos y lagos y mares de gracia que han atravesado las llanuras de la historia para traer hasta nuestro tiempo, hasta nuestro espacio, hasta ti y hasta mí, la Presencia que nos sostiene, nos consuela, nos abre al futuro. Muchas personas, hombres y mujeres, padres y madres, sacerdotes y religiosas, han atravesado las estepas y los bosques para traer hasta nosotros al Señor. Se han manchado los vestidos y a veces se han ensuciado el alma para traer hasta nosotros el buen depósito de la fe y del amor cristiano.

Este año Jesús ha llegado hasta mí con los sacerdotes que han muerto entre sus brazos, con la fidelidad de las personas que le han servido, con la amistad de los compañeros de camino en la fe, con la indiferencia de muchos, la lejanía de otros, la enemistad de algunos. Nuestra necesidad ha sido acogida por Cristo de manera particular en al año jubilar; el último don ha sido entrar a través de la Puerta Santa del Jubileo, con la alegría de la multitud y los posteriores imprevistos.

Otra vez me veo deseando, empezando de nuevo, volviendo a esperar. De nuevo creyendo que el mundo se revitaliza y no se apaga, camina y no se detiene, renace y no muere. Retomo el camino con toda la Iglesia, con mi comunidad, con el valioso don de amigos sacerdotes y laicos y de muchos hermanos. Cada año, cada día, cada hora, siguiendo a Aquel que camina delante y nos conduce al cumplimiento, Te Deum Laudamus.

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares.
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