Jueves, 02 de mayo de 2024

Religión en Libertad

He aquí el Anuncio (el verdadero) de nuestra felicidad


El hecho acontecido es más fuerte que cualquier melancólica y fría ideología y que cualquier prejuicio que pasa de una escuela a otra, de un periódico a una plaza. Nos alcanza desde todos los rincones y es reconocido por cada mirada infantil. Estamos rodeados de testigos.

por Angelo Busetto

Opinión

En el cielo de la Navidad brillan muchas luces. La iluminación de las tiendas y de las calles festejan a la gente que camina deprisa. Alguno se mueve desconfiado para no dejarse tocar por los signos cristianos, intentando disfrutar de la fiesta aun sin nieve. Un amigo me manda atónito el aviso del jardín de infancia de su hija con el que se ha invitado a los padres a ir «porque es un momento desvinculado de todo significado religioso» (sí, dice precisamente esto y la llaman… ¡Fiesta de Navidad!); al final de la fiesta ha habido la ceremonia del lanzamiento de linternas chinas. «Cada linterna está llena de muchos deseos» decían y algún padre intentaba explicárselo a su hijo el cual -¡pobrecito!- miraba dentro y no encontraba gran cosa.

A pesar de todo la Navidad se impone, remontándose de nuevo hasta nosotros desde esa perdida provincia del Imperio donde surgió la luz de Belén, primero con el nacimiento del Bautista de una madre anciana y estéril, ahora con el nacimiento de Jesús de la joven madre virgen. El hecho acontecido es más fuerte que cualquier melancólica y fría ideología y que cualquier prejuicio que pasa de una escuela a otra, de un periódico a una plaza. Nos alcanza desde todos los rincones y es reconocido por cada mirada infantil. Estamos rodeados de testigos. Las dos niñas de la escuela primaria, acompañadas por sus padres, me entregan un sobre para pagar los recibos de los pobres y susurran como una cantinela el anuncio del Ángel a María después del espectáculo de Navidad repleto de gente que todos los niños han presentado en la gran iglesia.

Los niños más mayores piden un pequeño espacio para poder cantar algunos villancicos en la Vigilia de la Noche Santa. Mientras tanto el Jubileo ha abierto un inmenso número de puertas santas, desde Chioggia a Cosenza, y multitud de gente ha emprendido el camino de la misericordia. ¿Es posible que reviva la petición de perdón en el sacramento de la confesión? Tímidamente, pero con decisión, proponemos a padres e hijos la confesión que libera el gran territorio de la vida y restaura las energías, que acaba con las represalias cotidianas, las pequeñas venganzas que destruyen las relaciones y las grandes envidias que nos entristecen; que aligera la pesadez que oscurece y habilita el corazón a amar y a esperar. Las lecturas que leeremos aquí y allá en los sitios internet y en los periódicos y que resuenan con los cantos en la Vigilia de Navidad también nos indican el camino, como guiaron hacia el belén de Jesús el canto de los ángeles a los pastores y la estrella a los Reyes Magos.

Añado los deseos navideños de una persona amiga: «Anuncia la única cosa que nos hace verdaderamente felices. Díselo a todos que sólo Cristo nos hace felices, no contentos o despreocupados, sino felices. Felices también dentro de todas las dificultades. Felices porque nuestro corazón se apoya en el Niño que nos da la vida que no acaba. Cristo es mi luz y mi salvación: ¡qué bella es la Navidad que reconoce a Cristo! Celebremos a Jesús que nace y nos acompaña con ternura y misericordia». ¡Gloria a Dios en lo alto del cielo! ¡Y aquí en la tierra!

Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana.
Traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares.
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