Viernes, 04 de octubre de 2024

Religión en Libertad

San Pablo VI y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Pablo VI mira por el telescopio del Observatorio Vaticano el día de la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969.
Pablo VI mira por el telescopio del Observatorio Vaticano el día de la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969.

por Alfonso V. Carrascosa

Opinión

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), mayor institución dedicada a la ciencia de la historia de España, fruto tardío del regeneracionismo católico, fue fundado hace ahora 85 años.

San Pablo VI fue un Papa que impulsó la conciliación ciencia-fe en medio de un ambiente en el que, como hoy, el discurso laicista (proveniente de las ideologías ateas totalitarias que más víctimas han causado en la historia de la humanidad, ambas socialistas: el nazismo y el comunismo) estaba en auge. Sin base científica alguna y en contra de la historia, se creó un discurso que todavía hoy sigue sembrando la mentira y el odio hacia la fe.

Pero San Pablo VI pensaba como pensaba, aunque a algunos todavía hoy pueda pesarles.

En la segunda lectura del Oficio Divino de hoy la Iglesia nos presenta un texto correspondiente a su homilía en la última sesión pública del Concilio ecuménico Vaticano II el 7 de diciembre de 1965, donde dijo cosas como las siguientes: “En verdad, la Iglesia, reunida en el Concilio profundizó, ante todo, la consideración de sí misma y de su relación con Dios. Pero también se detuvo en la consideración sobre el hombre, especialmente el hombre tal como se presenta en nuestro tiempo actual: viviente, esforzado por cuidarse a sí mismo, convencido de ser no sólo el centro en referencia a los demás, sino también el principio y la razón de todas las cosas… Cada elemento perceptible en el hombre, cada aspecto con los que se reviste y muestra, ha sido considerado por los padres conciliares… Entre estos aspectos podemos mencionar al hombre… devoto estrecho de la pura realidad científica… La religión del Dios que quiso ser hombre se ha encontrado con la religión -que también lo es- del hombre que quiere ser Dios… Por eso hacemos un llamado a aquellos que se llaman a sí mismos humanistas modernos y que han renunciado al valor trascendente de las realidades más elevadas, para que den crédito al Concilio y reconozcan nuestra convicción en un nuevo humanismo: también nosotros, más que cualquier otro, honramos a la humanidad. De este modo, la religión católica y la vida humana reafirman su alianza entre sí, convergen hacía un solo bien que es la humanidad misma; es más, la religión católica se identifica con la vida de la humanidad y a ella sirve".

Cuando todavía era tan sólo el cardenal Montini, escribió una carta fechada el 1 de mayo de 1943 a José Ibáñez Martín, presidente fundador del CSIC, expresándose en estos términos: “Es de esperar que el mencionado Consejo de Investigaciones Científicas, que tan excelentes pruebas ha dado ya de su trabajo, será para ello una de las más poderosas ayudas… y pido al Cielo que la luz divina asista siempre a Vuestra Excelencia, a fin de que pueda devolver a la cultura española el esplendor y sentido cristiano que tanto la distinguieron”

Siendo Papa, clausuró el Concilio Vaticano II con el famoso Mensaje a los hombres del pensamiento y de la ciencia, pronunciado el 8 de diciembre de 1965, en el que dijo cosas como las siguientes: “Un saludo especial para vosotros, los buscadores de la verdad; a vosotros, los hombres del pensamiento y de la ciencia, los exploradores del hombre, del universo y de la historia; a todos vosotros, los peregrinos en marcha hacia la luz, y a todos aquellos que se han parado en el camino, fatigados y decepcionados por una vana búsqueda… Vuestro camino es el nuestro. Vuestros senderos no son nunca extraños a los nuestros. Somos los amigos de vuestra vocación de investigadores, aliados de vuestras fatigas, admiradores de vuestras conquistas y, si es necesario, consoladores de vuestros desalientos y fracasos… Continuad buscando sin cansaros, sin desesperar jamás de la verdad. Recordad la palabra de uno de vuestros grandes amigos, San Agustín: 'Busquemos con afán de encontrar y encontraremos con el deseo de buscar aún más'… Queremos ofreceros la luz de nuestra lámpara misteriosa: la fe. El que nos la confió es el Maestro soberano del pensamiento, del cual nosotros somos los humildes discípulos; el único que dijo y puedo decir: 'Yo soy la luz del mundo, yo soy el camino y la verdad y la vida'. Esta palabra se aplica a vosotros. Nunca, quizá, gracias a Dios, ha aparecido tan clara como hoy la posibilidad de un profundo acuerdo entre la verdadera ciencia y la verdadera fe, una y otra al servicio de la única verdad. No impidáis este preciado encuentro. Tened confianza en la fe, esa gran amiga de la inteligencia. Alumbraos en su luz para descubrir la verdad, toda la verdad. Tal es el deseo, el aliento, la esperanza que os expresan, antes de separarse, los Padres del mundo entero, reunidos en Roma en Concilio”.

Durante su pontificado no dejó de promoverse la conciliación ciencia-fe, se fundaron universidades católicas en todo el mundo, etc. Predicó con el ejemplo.

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