Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

¿Tiene la filosofía un hueco en la cárcel?

Interior de una prisión.
Aunque la cárcel es un espacio de privación de libertad, no es un espacio de privación de dignidad. Foto: Matthew Ansley / Unsplash.

por José F. Vaquero

Opinión

Recientemente me he asomado, en ojos ajenos, a una realidad escondida, pero a la vez profunda un tanto desconcertante: la filosofía y la libertad en las prisiones. Un grupo de profesores y estudiantes de una Universidad madrileña, la Universidad Rey Juan Carlos, ha desarrollado unos talleres titulados Filosofía en la prisión. La experiencia se ha desarrollado en uno de los centros penitenciarios de la Comunidad de Madrid, y no ha dejado indiferente a nadie.

La característica que primero identificamos en estas personas es su falta de libertad, un castigo que "se merecen". Si afinamos más, se trata de una privación de su "libertad de movimiento": no pueden salir de la prisión, tienen fijas las horas de levantarse, de comer, hasta cierto punto de salir y entrar a ciertas partes de la prisión. No tienen libertad, libertad de movimiento, pero tienen dignidad, la valía de toda persona por el hecho de ser persona. Tienen libertad interior, libertad de pensamiento, y siguen siendo dueños de sus decisiones.

La justicia y los abogados dilucidan mucho sobre su culpabilidad, las penas o reparación que deben cumplir, la aplicación de las leyes, etc. ¿Son totalmente culpables? ¿Se exagera la pena o se minimiza? No entro en ese tema, y seguro que hay casos de todo tipo. Lo hermoso que he visto en este proyecto es que, más allá de la culpabilidad y la reparación, hay una persona que sigue teniendo su dignidad, su valor, su modo humano de relacionarse con ese lúgubre entorno que le rodea. Y hay una persona que, después de cierto tiempo, volverá a la sociedad de la que ha sido aislado, y continuará construyendo o destruyendo su vida. No es fácil la reinserción, y tampoco es un fruto quasi automático del cumplimiento de una pena. La reinserción implica un trabajo personal serio, de conocimiento propio, de aceptación, de superación. Pero es un trabajo en el que el recluso necesita casi siempre un apoyo, una mano fuerte que tire de él, que le anime y empuje a ser mejor persona.

Este grupo de personas, comentaba un profesor, es un colectivo vulnerable, a veces menospreciado y maltratado, bajo capa del "se lo merece". Pero a la vez es un grupo sediento de profundizar en su realidad personal, con frecuencia una maraña de situaciones y decisiones en la que se ha visto envuelto. Los voluntarios que conocen esta realidad no justifican las penas, ni para bien ni para mal. Todo hombre es responsable de sus actos, los más evidentes y los que le llevan a un callejón sin salida, en el que llega a hacer lo que no quisiera. Pero esos errores pueden dirigirse, aunque sea en un duro ascenso, hacia una vida mejor, hacia una libertad más plena.

Quienes están allí recluidos, muchas veces sin saberlo, demandan respeto por su persona y su dignidad. Les cambia el día, por ejemplo, escuchar un saludo amable del funcionario de prisión, que no por ser amable deja de exigir el cumplimiento de sus deberes. Viktor Frankl, judío austriaco prisionero en varios campos de concentración, nos dejó escrita la principal causa de sufrimiento de los prisioneros: el anonimato total en el que vivían, sin tener ni siquiera un nombre, sólo un frío número.

Estas personas pierden ciertos derechos de movimiento, pero corren el riesgo de perder también mucha libertad y dignidad. Nuestro trabajo debe centrarse en acompañarles en la situación de riesgo e indefensión que surge de su privación de libertad: estructura y organización externa de los centros penitenciarios, entorno cerrado y muy limitado, posibles patologías físicas y mentales. La cárcel, ciertamente, es una privación de libertad, no una privación de dignidad. Y la estancia allí debe servir para rehacer posteriormente los vínculos de dignidad

Filosofía en prisión es un proyecto que aspira a cuidar de la educación y de la libertad en prisión a través de la filosofía práctica, con talleres dirigidos a internos y funcionarios de prisión, que trata de favorecer el autoconocimiento, la toma de decisiones o la gestión de emociones e impulsos. "El entrenamiento filosófico y la formación de la conciencia crítica forman parte esencial del proceso de reinserción de los presos", resalta Marta Albert, directora del proyecto.

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