Las sorpresas de «Solo Javier»

Cuando este verano estuve con Rosi y me contó el proyecto en el que estaban me quedé fascinada. Le sorprendían tanto el cambio en la vida de su primo como la manera en que estaban sucediendo las cosas y cómo, de manera inesperada, veía avanzar una película que nunca hubiera imaginado.

Estaba tan sorprendida como encantada. 

Me gustó especialmente la naturalidad con la que se estaba haciendo todo, la generosidad con la que se abría (se transparentaba diría yo) a desconocidos una visión personal y privada de la vida con minúsculas y de la Vida con mayúsculas. Sin pretensiones, sin afán de adoctrinar, simplemente con la actitud desinteresada de permitir a otros conocer una historia con sus luces y sus sombras, pero en la que lo importante es la irrupción de Dios que lo cambia todo.

Allí sentadas en la playa, de las pocas que nos habíamos animado a bajar un día dudoso, disfrutamos comentándolo y sobre la marcha me mandó el tráiler y la información del estreno, que rápidamente compartí con otros.

La película está siendo un éxito, sigue proyectándose, lo cual en este tipo de cine no es habitual, y ya están poniendo en marcha llevarla a Hispanoamérica, de momento a Méjico y Perú, países que me parecen muy bien elegidos (Nueva España y un virreinato potente) en los que siguen vivos fuertes vínculos culturales y religiosos con España, digan lo que digan.

Me he emocionado cuando he visto en Religión en Libertad la noticia de la presentación al Papa de la película. La cara de Rosi lo dice todo: esa sorpresa y esa ilusión que tenía el 12 de agosto en la playa, elevada al cubo.