Lunes, 29 de abril de 2024

Religión en Libertad

Fraternidad, igualdad y libertad


Escasa libertad personal y demasiadas desigualdades sociales han sido la nota predominante de la historia universal hasta nuestros días.

por

Opinión

Volviendo atrás en la Historia, vemos cómo la bonita divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que, al hilo del pagano sueño de la Ilustración, la Revolución Francesa de 1789 utilizó como enseña de una nueva era, careció de sólidas raíces en la conciencia de las personas, de quienes, en definitiva, depende el vuelco de una situación injusta; ellos no comprendieron lo de “ama y haz lo que quieras”, que viene a mostrar al amor como fuente de igualdad y libertad.

Claro que los revolucionarios de entonces y una buena parte de los que han seguido después, además de pintar imposibles futuros, proponían y siguen proponiendo una Libertad que, más que engendrar responsabilidad, lo que hace es encerrarnos en la burbuja del egoísmo y de la renuncia a trabajar por ser lo que podemos ser.

Es cierto que escasa libertad personal y demasiadas desigualdades sociales han sido la nota predominante de la historia universal hasta nuestros días y mucho nos tememos que así seguirá sucediendo durante mucho tiempo más, todo ello cuando cada uno de nosotros puede conquistar mayores parcelas de libertad, precisamente, en la comprometedora tarea de reducir palmarias desigualdades sociales puesto que “pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles el bien cuando queráis” (Mc 14,7), que dijo el Maestro. Fue, es y seguirá siendo el Cristianismo la respuesta de Dios al clamor de los esclavos y de los pobres; de hecho, en la historia de la humanidad los buenos cristianos han forjado y siguen forjando a beneficio de toda la humanidad su Historia de Salvación a base de amor y de libertad:

“Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31).

Ha sido, es y será así en la ardua, continua y comprometedora tarea de llegar a la libertad por caminos de entrega a los demás, que tal es la trayectoria vital de las personas de buena voluntad, inclusive las que aun no han llegado a apreciar el carácter libertador del Hijo de Dios y su Doctrina, esos mismos para quienes el mutuo servicio en la generosidad es la más noble muestra de libertad y el más seguro camino hacia la progresiva disminución de las desigualdades sociales.

“Para ser libres, nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Ga 5,1). Es así como los cristianos viven en la “esperanza de ser liberados de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21).

Esa libertad que, si se alimenta del amor, nace de una fe traducible en obras orientadas siempre hacia el bien de la comunidad, persona a persona. Tal constatación prohíbe la pérdida de tiempo en tantas y tantas estériles divagaciones, que, a lo largo de la historia y en el ámbito del considerado mundo cristiano, han entorpecido el progreso en el inequívoco entendimiento del Evangelio con el consiguiente derroche de energías “cristianas” por mantener tal o cual privilegio con su aneja situación de impropio poder temporal: de ahí el que los “hacedores de paz” en hartas ocasiones tropezaran con serias dificultades para atraer hacia sí a no pocos de los que, renegando del compromiso cristiano, obraban y siguen obrando como señores de lo superfluo. Nada es una fe que no empuja a la generosa acción (1 Cor 13,2). Y mucho menos cuando sirve de coartada para hacer valer prejuicios de clase o posicionamiento político: de creyentes cristianos presumieron y siguen presumiendo no pocos teorizantes y promotores de un laicismo a ras del suelo, esos mismos que, en plan corporativo, hicieron y hacen valer una sesgada imagen de la libertad hasta convertirla en panacea de la rebeldía por la rebeldía: se embarcaron en la tarea de corregir un defectuoso orden social con piezas de recambio sin raíces en esa fecunda libertad que nace de la voluntaria entrega al bien de los demás.

Todos estamos invitados a tomar parte activa en el proyecto de Fraternidad universal a través del vuelco social de nuestras personales capacidades. Si respondemos a esa invitación, seguro que algunos de los beneficiarios, por el bendito efecto del contagio, se sentirán inclinados a seguir en Libertad ese mismo camino y, consecuentemente, se dará paso a una progresiva Igualdad en oportunidades y prebendas: Vemos que, para que el ansiado progreso sea consecuente con la realidad humana, más que aspirar a la Fraternidad a través de una Libertad sin raíces en continua pugna con una forzada Igualdad, debemos practicar una Fraternidad que a todos nos facilite iguales dosis de una Libertad capaz de traducirse en responsabilidad personal.
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