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Te­nía que ir a Jerusalén y padecer mucho

Te­nía que ir a Jerusalén y padecer mucho

Te­nía que ir a Jerusalén y padecer mucho

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ReL

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Jr 20,7-9

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir;

me forzaste y me pudiste.

Yo era el hazmerreír todo el día,

todos se burlaban de mí.

Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia»,

proclamando: «Destrucción.»

La palabra del Señor se volvió para mí

oprobio y desprecio todo el día.

Me dije: «No me acordaré de él,

no hablaré más en su nombre»;

pero ella era en mis entrañas fuego ardiente,

encerrado en los huesos;

intentaba contenerlo,

y no podía.

Sal 62,2.3-4.5-6.8-9

Mi alma está sedienta de ti, Señor Dios mío.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,

mi alma está sedienta de ti;

mi carne tiene ansia de ti,

como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario

viendo tu, fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida,

te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré,

y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

y mis labios te alabarán jubilosos.

Porque fuiste mi auxilio,

y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti

y tu diestra me sostiene.

Rm 12,1-2

Os exhorto hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Mt 16,21-27

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que te­nía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

-«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

-«Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»

Entonces dijo Jesús a sus discípulos:

-«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?

¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

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