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Evangelio del día: Mt 20,1-16a

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ReL

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Ez 34,1-11

En aquellos días, me vino esta palabra del Señor:

-Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles: ¡Pastores! esto dice el Señor:

-¡Ay de los pastores de Israel

que se apacientan a sí mismos!

¿No son las ovejas

lo que tienen que apacentar los pastores?

Os coméis su enjundia,

os vestís con su lana;

matáis las más gordas,

y las ovejas no las apacentáis.

No fortalecéis a las débiles,

ni curáis a las enfermas,

ni vendáis a las heridas;

no recogéis las descarriadas,

ni buscáis las perdidas,

y maltratáis brutalmente a las fuertes.

Al no tener pastor, se desperdigaron

y fueron pasto de las fieras del campo.

Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo

por montes y altos cerros;

mis ovejas se dispersaron por toda la tierra,

sin que nadie las buscase siguiendo su rastro.

Por eso, pastores,

escuchad la palabra del Señor:

¡Lo juro por mi vida! -oráculo del Señor-.

Mis ovejas fueron presa, mis ovejas fueron pasto

de las fieras del campo, por falta de pastor;

pues los pastores no las cuidaban,

los pastores se apacentaban a sí mismos;

por eso, pastores, escuchad la palabra del Señor:

Esto dice el Señor:

Me voy a enfrentar con los pastores:

les reclamaré mis ovejas,

los quitaré de pastores de mis ovejas,

para que dejen de apacentarse a sí mismos

los pastores;

libraré a mis ovejas de sus fauces,

para que no sean su manjar.

Así dice el Señor:

Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas,

siguiendo su rastro.

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mi,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

Mt 20,1-16a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

-Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido. Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

-¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?

Le respondieron:

-Nadie nos ha contratado.

El les dijo:

-Id también vosotros a mi viña.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:

-Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.

Entonces se pusieron a protestar contra el amo:

-Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

El replicó a uno de ellos:

-Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

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