Ser como Jesús, lo único necesario
Corazón-manos entregadas, que acogen
Jesús quiere caminar hoy contigo, para hablarte de lo que él lleva en su corazón. Te quiere escuchar. ¡Eso no lo dudes! Pero hoy quiere que por un momento te acerques a él, pongas tu oído al lado del suyo y te sientes como quien está una tarde con alguien importante, sin un móvil, y quiere tener toda su atención centrada en él.
Jesús viene a estar junto a ti, y te regala su Espíritu. El Espíritu Santo quiere que tú seas una imagen del Hijo. Pero, no vas a perder lo tuyo, tu personalidad propia, sino que el Espíritu viene hacer en ti una obra grande, para que puedas llevar la misma vida de entrega que llevo el Señor, en tu vida y con tus circunstancias. El Señor no te va a pedir nada imposible, sino que seas allí donde estés un vivo retrato del Señor. Es una aventura apasionante que nos llevará toda la vida. Pero, si nos dejamos amar por él, podremos dar gloria a Dios por ello.
Hoy el Señor, nos dice a cada uno que seamos como él. Él lo dejo todo. A su madre, con la que te aseguro que estaría muy a gusto. Dejo mujer, porque vivió célibe. Pero a todos el Señor no nos llama a ello. Pero si puedes vivir en esa vocación a la que Dios te ha llamado, desde la entrega de amor por el otro. Dejó a sus parientes. No olvides que Jesús tuvo una genealogía humana como la que tenemos cada uno de nosotros. Y aún más, Jesús se olvidó de sí mismo. Se vació, se despojó (cf. Fp 2). En su vida hizo siempre la voluntad de otro, del Padre. Ello, le llevó a la entrega radical de su persona, para que cada uno de nosotros podamos entregar la vida de esa manera, mirándole a él.
De este modo, el Espíritu a cada uno nos quiere hacer imagen del Hijo (cf. Rm 8). Quiere que en nuestra vida busquemos siempre la voluntad del Padre, como lo hizo él. Quiere que pongas el amor al Señor, como el centro de tu vida. Quizás como él, has dejado padre, madre e hijos. O seguramente los hayas tenido que cuidar en algún momento. Pero el Señor no te pide que los dejes solos o enfermos. A lo mejor si, por una entrega más radical de tu vida a Dios. Has dejado a tus padres, para unirte a una mujer, desde la entrega total a ella. Habrás dejado muchas personas en tu vida, y muchas cosas. Pero, en todas esas personas a las que cuidas y te entregas, el Señor no te pide que las olvides, sino que pongas a él en el centro de todas ellas. Solo con él podrás tener y recibir el amor del otro. Pero ese amor desde Cristo lo hace todo nuevo. Solo en él, lo puedes encontrar todo.
También Jesús te reclama una vida que se dona. Una vida que en la cruz puede unirse al Maestro, y decirle te sigo porque con tu cruz puedo llevar la mía. No estás solo en tu cruz. Él está contigo. Pero te invita a que te ates a su cruz. Solo desde ese seguimiento tu existencia será fecunda y tu vida desbordante.
En este sentido, junto a la entrega de tu cruz de cada día, el Señor te pide lo mismo que el Padre le pidió a él. Renunciar a sus bienes personales. Él es el modelo para nosotros, porque primero lo hizo él. Renunciar a los bienes no es quedarse sin nada. A lo mejor, Dios te puede pedir una entrega radical en tu existencia. Pero seguro que hay cosas que en el día a día nos cuesta más renunciar. Quién sabe si a una amistad que nos hace dependientes. O quizás a tener esa ropa que tanto nos gusta. O al último modelo de un móvil o de un portátil. O a esa comida que tanto nos apasiona, y sin que la que creemos que no podemos vivir. O quizás al café que me tomo a media mañana. Esas cosas tienen su valor, pero en su justa medida. Necesitamos poner en medio a Dios en todas ellas, para ver que nos pide en cada momento. Para buscar siempre el amor, la entrega a los demás, y el desprendimiento de lo nuestro para el bien de ese cercano que puede ser el vecino, o el que un día, sin conocerle, te encuentras por la calle.
Necesitamos entregarnos al modo de Jesús. No solo tenemos que hacerlo porque toca cumplirlo, sino porque lo necesitamos. Necesitamos ayudar, entregarnos, orar, celebrar los sacramentos, descansar, disfrutar de los amigos… Necesitamos a la Iglesia y a los hermanos para compartir y apoyarnos en la vida de fe. Pero sobre todo necesitamos a Jesús, y al Espíritu. Porque solo con ellos todas nuestras necesidades serán fecundas. Daremos fruto porque con él todo es posible. Necesitamos a Dios, y por eso le queremos poner como el centro de la existencia. Queremos tener a Jesús como lo único necesario, porque el dará sentido a nuestra necesidad de amar y entregarnos.
Belén Sotos Rodríguez