Espiritualidad de la adoración (XV)
Ser iniciados en la oración es tarea amplia, y hay que pensarla como algo a largo plazo, porque todo aprendizaje es delicado para asumir contenidos, integrarlos y hacerlos nuestros de manera que broten con espontaneidad.
El aprendizaje o la iniciación a la adoración eucarística también lleva su tiempo. Pero se comienza el aprendizaje estando de rodillas muchas veces ante el Señor en la custodia. Las técnicas y los consejos vendrán luego a iluminar las situaciones personalísimas de cada orante. Uno comienza estando, y estando de rodillas, mucho tiempo, mirando al Señor eucarístico. Después comienza la oración, el tiempo, la pobreza del corazón ante el Señor, las dificultades; es cuando hay que perseverar y dejarse iluminar. El convencimiento del proceso radica, sencillamente, en que Jesús está ahí, y es siempre más lo que Él hace que lo que nosotros podamos hacer en nuestra oración personalísima. El protagonista de la adoración eucarística es, siempre y en todo, el mismo Señor. ¿Qué hace Jesús en el Santísimo Sacramento?
La Eucaristía contiene todos los misterios salvadores, la Eucaristía es el mismo Salvador. Así, orar y adorar a Cristo en el Sagrario o en la exposición del Santísimo, es entrar en contacto con las fuentes de la salvación y recibir las gracias necesarias que Cristo mismo derrama. En la adoración eucarística también tiene lugar el oficio de la intercesión, presentando al Señor las almas de los hombres para que reciban el toque de su Gracia, la conversión, las luces y mociones necesarias. Y también, intercediendo, nos convertimos en canales de la gracia para los demás, por la comunión de los santos. Quienes están unidos a nosotros o aquellos que hemos traído nosotros en la oración, están presentes cuando alguien ora solo ante Cristo.
El amor al Señor en la Eucaristía nos lleva a compartir los anhelos, las plegarias, los deseos de Cristo, que siempre buscan la salvación de todos los hombres. E impulsar la adoración eucarística es extender la sed de redención de Cristo a todos los rincones donde se le adore. La adoración eucarística extiende el amor redentor de Cristo y quien comienza a adorarle en el Sacramento irá compartiendo la inquietud y el deseo redentor del Señor.
Nuestras comunidades, y por extensión, nuestro mundo, recibirán un aliento y un vigor nuevo procedentes de la adoración eucarística. El amor de Cristo purificará y elevará toda relación social, familiar y de amistad. Será la adoración eucarística la propulsora de una realidad nueva y vivificante, la extensión del Reino de Dios.