Testigos de la redención: los enfermos
Tenemos experiencia de cómo algunos enfermos son realmente evangelizadores. Lo hemos visto y nos hemos quedado impactados por la vida y el testimonio que están ofreciendo en la enfermedad, extendiendo, como un bálsamo, luz, paz y serenidad a quienes le rodean, hablando con un amor infinito del Señor, para sorpresa de quienes le visitan y que, tal vez, esperarían palabras más amargas, de queja o reproche al Señor.
El enfermo evangeliza. El enfermo (santo) evangeliza dando testimonio de la fuerza del Señor en su debilidad, hablando palabras de fe, aceptando con paz el sufrimiento, orando y ofreciéndose.
Normalmente esto no se improvisa. Previamente, durante años, habrá vivido de fe, esperanza y caridad; habrá estado unido realmente al Señor mediante la liturgia, los sacramentos y la oración que habrán configurado su alma. Cuando llega la enfermedad, aflora todo lo vivido antes, lo acumulado, lo preparado en horas de oración. Entonces evangelizará el enfermo. Otras veces, como milagros de la gracia, es la misma enfermedad la que se constituye en una llamada del Señor a quien, tal vez, ha vivido muy fríamente su fe. Aquí se le manifiesta el Señor y la enfermedad se convierte en momento de conversión profunda y, transformándose, el enfermo es evangelizado y evangeliza a su vez. El sufrimiento, y en general, la enfermedad, es también un camino de santidad posible, cuando se acepta unido a Cristo; por eso se puede evangelizar.
Los enfermos evangelizan cuando viven conscientemente su situación de sufrimiento como un camino de santidad. ¡Magníficas lecciones de amor a Cristo crucificado!