Religión en Libertad

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En el árbol de la Cruz floreció el mejor fruto: ¡Cristo salvando! La Cruz es el mejor árbol, árbol de la vida, que repara aquel árbol del bien y del mal que trajo la ruina al hombre.

La fe de la Iglesia cantó a este árbol de la Cruz bendito y glorioso que nos trajo la salvación; "el árbol de la cruz en que estuvo clavada la salvación del mundo". Es el himno Crux fidelis:

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza

con un peso tan dulce en su corteza!


Cantemos la nobleza de esta guerra,

el triunfo de la sangre y del madero;

y un Redentor, que en trance de Cordero,

sacrificado en cruz, salvó la tierra.


Dolido mi Señor por el fracaso

de Adán, que mordió muerte en la manzana,

otro árbol señaló, de flor humana,

que reparase el daño paso a paso.


...

Tú solo entre los árboles, crecido

para tender a Cristo en tu regazo,

tú el arca que nos salva, tú el abrazo

de Dios con los verdugos del Ungido.

En la cruz de Cristo se encuentra incluida nuestra propia cruz, o nuestras diversas cruces, y sólo en la medida en que estén incluidas en la cruz del Señor, contendrán algún bien para nosotros y para los demás. Es el misterio del dolor y del sufrimiento iluminados y transformados por el sufrimiento del Salvador: hay una fuerza oculta en el sufrimiento que es un misterio del bien, una semilla de redención. Es necedad para el mundo y locura, y sin embargo, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios porque por el sufrimiento cargado y asumido por el Cordero ha venido la redención.

En este misterio, el sufrimiento es un lenguaje divino y a la vez un instrumento de salvación; la condición para que así sea es que se una al sufrimiento del Redentor y se viva con amor.

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