Viernes, 17 de mayo de 2024

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Una pregunta a los católicos catalanes

por Ni un pelo de tontos

Anoche, las calles de Cataluña entonaban el Lololó al sonar el himno nacional y blandían banderas de España tras el triunfo de la selección. Como el alcalde de Barcelona no dejó poner pantallas gigantes para ver el fútbol, los aficionados llenaron chiringuitos, casas y hasta los cines para ver el Mundial. Curiosa estampa la de una Cataluña orgullosa de su españolidad, frente al secesionismo del que hacen gala los políticos, con el Estatut como ariete.Y los católicos, ¿qué pintan en todo esto?

 

Que haya catalanes que defiendan el Estatut me parece normal. Normal, si se piensa como ellos, quiero decir. Que haya católicos nacionalistas, puedo llegar a entenderlo, aunque me cuesta algo más, por aquello de que pocas cosas son más propias de la catolicidad que la unidad. Pero que haya católicos (católicos de verdad, digo) que defiendan el actual Estatut no me entra en la cabeza, por más que me esfuerzo.

 

Considero que la unidad de España es un bien moral que debemos conservar; que renegar de nuestras raíces es renunciar a nuestro futuro y que quien quiera eliminar la fe de la esfera pública, buscará hacer de nuestro ayer (forjado en torno a la cruz) un anatema. También estoy convencido, ante la experiencia en ciertas diócesis, de que donde se proclama el dios-nación, deja de proclamarse el Dios verdadero.

 

Sin embargo, creo también que, a efectos de la evangelización, lo mismo da que Gerona sea una Comunidad Autónoma, un Estado Federal o un arrecife coralino. Cuando los cristianos tienen claro que Cristo y su Evangelio son una cosa y la política nacionalista otra bien distinta, ocurre lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Terrasa: un seminario in crescendo y con vocaciones autónomas, jóvenes comprometidos y un montón de esperanzas puestas en el corazón de sus fieles. Por eso, si un católico catalán defiende este Estatut es que, o no se lo ha leído, o antepone sin rubor las cuestiones de orden político a las puramente evangélicas. A los hechos me remito. O a los textos, mejor dicho.

 

El texto que hace unos días sancionó el Constitucional reconoce, por los artículos 41.5, 40.5 y 40.7, que la Administración catalana velará «para que la libre decisión de la mujer sea determinante en todos los casos (de embarazo) que puedan afectar a su dignidad, integridad y bienestar físico y mental, en particular en lo que concierne al propio cuerpo y a su salud reproductiva y sexual»; y garantizará «la igualdad de las distintas uniones estables de pareja, (...) con independencia de la orientación sexual de sus miembros». Aborto total free y matrimonio homosexual bendecido, vamos.

 

El artículo 20, «Sobre el derecho a vivir con dignidad el proceso de la muerte», autoriza la eutanasia; el 41 impone «la transversalidad en la incorporación de la perspectiva de género y de las mujeres en todas las políticas públicas» y enfatiza el feminismo en el apartado 3; el artículo 153 exige «la planificación, diseño, ejecución, evaluación y control de normas, planes y directrices generales en materia de políticas para la mujer, así como el establecimiento de acciones positivas para conseguir erradicar la discriminación por razón de sexo»; y el 40.3 establece el presunto delito de homofobia. Y para garantizar que las próximas generaciones no saquen los pies del tiesto, los artículo 21.2 y 35 someten el derecho a la educación a la obligatoriedad de que ésta sea en catalán y laica. El mismo modelo educativo, qué curioso, que el propuesto por el tripartito (PSC, ERC e ICV, partidos católicos como bien es sabido).

 

¿Hay algún catalán en la sala que me explique cómo puede conjugarse todo este articulado con la defensa del derecho a la vida que Dios nos concede; con la promoción del matrimonio instituido por Cristo y de la familia promovida por la Iglesia; con la doctrina católica sobre la homosexualidad; con las constantes denuncias del Papa ante las mentiras corrosivas de la ideología de género; con el modelo de la escuela católica; y, en suma, con un modo de vida inspirado en el Evangelio, en seguir a Cristo vivo? Muchas gracias.

  

José Antonio Méndez (madrileño que no entiende nada de nada…)

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