Sábado, 18 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Estamos equivocados

Estamos equivocados

por El Chascarrillo del Monaguillo

 

Nos hemos empeñado en confundir las churras con las merinas, la velocidad con el tocino, y así nos va… ¡eso si!, nos quejamos mucho sin preocuparnos en descubrir la verdadera causa del problema, sin reconocer nuestra parte de culpa y por supuesto huyendo de cualquier propósito de la enmienda, no sea que abandonando este buenismo bobalicón, en el que estamos instalados, seamos tachados de extremistas, ¡pues nos vamos a enterar!.
 
Una cosa es creer, querer y defender la libertad de culto, cosa que está muy bien, y se deriva de nuestra Fe cristiana, y otra muy distinta despreciar, atacar y olvidar la doctrina tradicional de la Iglesia acerca de la confesionalidad Católica del estado y de la sociedad.
 
No es incompatible un estado Confesionalmente Católico, con que en dicho estado exista la libertad para que, individualmente o asociado, cualquiera pueda profesar, en público o en privado, unas creencias religiosas determinadas. No solo es que no sea incompatible, sino que un estado confesionalmente cristiano es garante, si de verdad fundamenta su confesionalidad en el Evangelio, de dicha libertad de culto como parte inalienable de la libertad de la persona.
 
Un estado confesional Católico está en las antípodas de un estado totalitario, esto nos debe quedar claro, ¡fuera complejos!, aquellos estados que en nombre de una mal entendida libertad marginan o ignoran el hecho religioso y el derecho natural están abocados al totalitarismo. Cuando no hay nada que esté por encima de la norma positiva, que la ilumine, la rija y limite, el individuo queda a merced de la tiranía de uno o de la mayoría.
 
Si somos cristianos creemos que Jesucristo tiene que ver con nuestras vidas, y las de todos los hombres, no solo en el más allá sino además en el más acá.
Si somos cristianos creemos que el evangelio contiene las normas morales validas para todos los hombres y para cimentar el ordenamiento jurídico.
Si somos cristianos creemos que Jesús es Dios y hombre verdadero, el Señor y como tal merecedor de nuestro reconocimiento individual y social.
 
Por lo tanto debemos contribuir al bien común, procurando, proponiendo, convenciendo de la necesidad del reconocimiento público de la realeza de Jesucristo, y de los principios evangélicos como fuente inspiradora del ordenamiento de la sociedad civil.

 
Pero no es así, y algunos obispos, presbíteros y profesores de teología, muchos laicos y muchísimos políticos cristianos huyen, como de la peste, de cualquier intento de procurar la confesionalidad del estado o del partido político, ¡cualquier cosa antes que declararse y actuar como católicos!, así vemos como el divorcio o el aborto han venido muchas veces de la mano de políticos o partidos democristianos (únicos partidos con patente de corso para poder apellidarse como cristianos por cierta parte de la jerarquía católica). Nos oponemos, por acción y por omisión, a un estado confesional no vayamos a molestar.
 
¿Se imaginan un partido Socialista que no fuese confesionalmente socialista?, ¿conciben un socialista que diga “yo soy socialista pero como no puedo obligar a otros a serlo no propongo ni procuro el triunfo social del socialismo”?, ¿se imaginan un socialista que no anhele, y trabaje por implantar el socialismo en toda la sociedad?, ¿se imaginan un socialista diciendo: “en el fondo da igual ser socialista, liberal, capitalista o fascista”?
¿Verdad que no se lo imaginan?, ¡claro que no!, es de sentido común, son consecuentes con lo que creen… pero… ¿ a que no es tan difícil imaginar un cristiano así, aunque sea obispo?, una cosa es respetar al prójimo errado y otra transigir con el error.
 
Y los cristianos “a por uvas…”
 
  Y así nos luce el pelo ¿Por qué nos extrañamos cuando quieren quitar los capellanes de ejércitos, hospitales y universidades?, ¿Por qué nos extrañamos cuando quieren quitar crucifijos de escuelas, parlamentos y ayuntamientos?, ¿Por qué nos extrañamos cuando dejan de rendir honores militares al Santísimo? En última instancia están llevando hasta sus últimas consecuencias lo que con nuestro ejemplo predicamos.
 
Germán Menéndez
 
 
 
Toma y lee
 
Quas Primas(Pio XI)
 
33. La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.
A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.” Institución de la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey
 
 
Dominus IESUS (Congregación para la doctrina de la Fe)
 
“6. Es, por lo tanto, contraria a la fe de la Iglesia la tesis del carácter limitado, incompleto e imperfecto de la revelación de Jesucristo, que sería complementaria a la presente en las otras religiones. La razón que está a la base de esta aserción pretendería fundarse sobre el hecho de que la verdad acerca de Dios no podría ser acogida y manifestada en su globalidad y plenitud por ninguna religión histórica, por lo tanto, tampoco por el cristianismo ni por Jesucristo.”
 
 
Inmortale Dei (Leon XIII)
 
“Error es grande y de gravísimas consecuencias excluir a la Iglesia, obra de Dios, de la vida social, de las leyes, de la educación de la juventud, de la familia. Sin religión es imposible que sean buenas las costumbres en un Estado; y todos saben, tal vez más de lo que convendría, a qué se reduce y dónde va a parar la llamada moral civil.”
 
Libertas (Leon XIII)
 
27. Dos opiniones específicamente distintas caben dentro de este error genérico. Muchos pretenden la separación total y absoluta entre la Iglesia y el Estado, de tal forma que todo el ordenamiento jurídico, las instituciones, las costumbres, las leyes, los cargos del Estado, la educación de la juventud, queden al margen de la Iglesia, como si ésta no existiera. Conceden a los ciudadanos, todo lo más, la facultad, si quieren, de ejercitar la religión en privado. Contra estos liberales mantienen todo su vigor los argumentos con que hemos rechazado la teoría de la separación entre la Iglesia y el Estado, con el agravante de que es un completo absurdo que la Iglesia sea respetada por el ciudadano y al mismo tiempo despreciada por el Estado.
 
Vehementer Nos (San Pio X)
 
“4. And if it is true that any Christian State does something eminently disastrous and reprehensible in separating itself from the Church, how much more deplorable is it that France, of all nations in the world, would have entered on this policy; France which has been during the course of centuries the object of such great and special predilection on the part of the Apostolic See whose fortunes and glories have ever been closely bound up with the practice of Christian virtue and respect for religion. Leo XIII had truly good reason to say: "France cannot forget that Providence has united its destiny with the Holy See by ties too strong and too old that she should ever wish to break them. And it is this union that has been the source of her real greatness and her purest glories.... To disturb this traditional union would be to deprive the nation of part of her moral force and great influence in the world." Tomemos nota…
 
Ubi arcano Dei (Pio XI)
22. It is in the very nature of material objects that an inordinate desire for them becomes the root of every evil, of every discord, and in particular, of a lowering of the moral sense. On the one hand, things which are naturally base and vile can never give rise to noble aspirations in the human heart which was created by and for God alone and is restless until it finds repose in Him. On the other hand, material goods (and in this they differ greatly from those of the spirit which the more of them we possess the more remain to be acquired) the more they are divided among men the less each one has and, by consequence, what one man has another cannot possibly possess unless it be forcibly taken away from the first. Such being the case, worldly possessions can never satisfy all in equal manner nor give rise to a spirit of universal contentment, but must become perforce a source of division among men and of vexation of spirit, as even the Wise Man Solomon experienced: "Vanity of vanities, and vexation of spirit." (Ecclesiastes i, 2, 14)

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