Martes, 19 de marzo de 2024

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Encrucijada educativa: entre el vértigo y la esperanza

LA ENCRUCIJADA EDUCATIVA HOY: ENTRE EL VÉRTIGO Y LA ESPERANZA 1

LA ENCRUCIJADA EDUCATIVA HOY: ENTRE EL VÉRTIGO Y LA ESPERANZA 1

por Por mí, que no quede

“Ya no hay educación en este país” se escucha con frecuencia en cualquier espacio público. Frente a cualquier problema de convivencia, incluso político, la respuesta está clara: “Esto se soluciona con educación”. Podríamos seguir enumerando expresiones y situaciones de la sociedad actual que nos llevaría a una primera conclusión: La educación no funciona, todo se soluciona con educación y, sobre todo, la culpa de todo ello la tienen otros: los padres se quejan de los profesores, los profesores de los padres y todos juntos, de la administración y de los políticos que no se ponen de acuerdo.

¿Existen realmente motivos para estar preocupados? Si oímos la queja espontánea de padres, profesores, ciudadanos etc.,  así es y lo peor es que no parece que tenga visos de solución a corto plazo. Si atendemos a criterios más objetivos, basados en análisis de organismos tanto nacionales como internacionales, todos coinciden en señalar que España no está a la altura de los países del entorno.

Pero más allá de todo ello, cualquier observador puede comprobar que palabras tales como “gracias”, “por favor” y “perdón” escasean en el vocabulario de niños y jóvenes. Esfuerzo, carácter, sacrificio, reflexión, coraje etc., brillan por su ausencia.  Por el contrario, sobreabundan el “me gusta”, tengo derecho” “me apetece” “me divierte” etc. Esto ha dado lugar a una especie nueva: “su majestad el niño” cuyo futuro como adulto apunta un panorama preocupante. 

Con todo, hay que recordar que educar nunca fue fácil como se puede comprobar leyendo las quejas constantes de padres y educadores del pasado. Ello se debe a que el crecimiento del ser humano no es automático ya que la herencia genética no basta para alcanzar la plenitud a la que estamos llamados. Es necesario una herencia cultural gracias a la cual hemos llegado a ser quienes somos y el esfuerzo indispensable del propio joven que, en uso de su libertad, puede superar sus limitaciones internas y externas.

Pero la crisis de la educación actual es especialmente grave porque junto a todas esas dificultades, consustanciales con la condición humana, hoy no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de educar porque ya no entendemos muy bien qué es el hombre. Mientras tanto, nos entretenemos inventando destrezas, importantes sí, pero secundarias. No olvidemos que por muy importante que sean las nuevas tecnologías y los idiomas, al final lo importante es qué tipo de persona se quiere ser y si se ponen los medios para ello.

Por ello, me atrevo afirmar  que la crisis no es tanto de jóvenes cuanto de educadores. Los niños y jóvenes son más víctimas que responsables de esa educación. Como señala Mercedes Ruiz: “Tengo la impresión de que millones de adolescentes son educados por…millones de adolescentes”. Adolescentes, añado yo, en un doble sentido: millones de adolescentes que a través de las redes sociales “educan” imponiendo de modo tiránico modas, actitudes y valores. Miles  de padres y profesores que se comportan como adolescentes cuando, sin criterios claros, juegan a ser uno más entre los jóvenes.

Crisis de educadores, empezando por la familia, que unas veces por ignorancia, otras por incapacidad no educan a sus hijos. “No sabemos cómo educar”, es la queja más frecuente de los padres conscientes de sus obligaciones. Otros juegan a ser colegas, privando así del insustituible padre y madre que todo niño necesita. La mayoría dice no tener tiempo, privando así a sus hijos del mayor legado e instrumento de educación a su alcance. Mediante el tiempo, a veces escaso, siempre sacrificado, pero de calidad, los padres generan el capital social, más importante que el económico para sus hijos.

El modelo de padres permisivos que no valoran ni asume la responsabilidad de ser padres y en consecuencia tampoco exigen  responsabilidad a sus hijos suele generar adultos irresponsables y con escaso autocontrol. Estos padres olvidan que colegas no le van a faltar y que si los padres no ejercen como tal otros ocuparán el papel vacante, con los peligros que conlleva.

Otro tanto podríamos decir de muchos profesores que no sintieron nunca su vocación docente o si la sintieron, en su momento, la han perdido. Un axioma aceptado por todos señala que nunca la calidad de la enseñanza puede estar por encima de la calidad del profesorado. Hoy vivimos un momento histórico de recambio generacional del profesorado. Urgen, más que leyes, acuerdos sólidos sobre la formación, selección y evaluación del profesorado.

Crisis en el modelo de Estado que queremos y de gestión de la educación, último reducto ideológico que utilizan algunos partidos para marcar  las diferencias que en el ámbito social o económico son casi inexistentes. Sorprende que cuando existen evidencias empíricas sobre los males de la enseñanza y las metodologías para corregirlas, el debate en España acabe siempre en cuestiones ideológicas sobre la existencia del crucifijo en las aulas, la enseñanza de la religión, la existencia de dos redes, o lo que es peor, la imposición de unas ideologías que pretenden sustituir a las creencias.

En definitiva, una situación que produce  vértigo en cualquier persona que se dedique a analizar  la educación actual, incluyendo la enseñanza, la formación laboral y sobre todo el modelo de persona que se quiere ser.

¿Hay motivos para la esperanza? Sí. Sólo se necesitan  educadores que sean capaces de asumir su responsabilidad, de ilusionarse, de llevar la contraria al ambiente de moda, demostrando que otro mundo es posible si cada uno arregla su entorno próximo.

 

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