Lunes, 14 de octubre de 2024

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Santa Catalina de Siena y el Papa

Santa Catalina de Siena y el Papa

por Duc in altum!

La Iglesia -al igual que el resto de la sociedad- necesita del genio femenino que se traduce en inteligencia, audacia, maternidad y sensibilidad hacia lo que no todos son capaces de ver a simple vista. Las mujeres -a lo largo y ancho de la historia del cristianismo- han conseguido rescatar a la Iglesia de un triste final, orientándola nuevamente hacia la verdad. Santa Catalina de Siena (13471380) -animada por el espíritu de Santo Domingo de Guzmán- fue una de ellas. Su vida es un ejemplo de amor y de fidelidad a la naturaleza del ministerio Petrino, cuya institución viene del querer de Jesús. Cuando Santa Catalina hablaba del “dulce Cristo en la tierra”, se refería al sucesor del apóstol Pedro, al Papa. Sin duda alguna, su apertura a la trascendencia, al paso del Espíritu Santo, le hacía comprender la importancia de sentir con la Iglesia y, por ende, rescatarla -a través de la contemplación y de la acción- de los vicios que se habían infiltrado en el papado.

Catalina no cayó en la obediencia ciega, sin embargo, supo reconocer la importancia de la vida eclesial, la necesidad de un liderazgo que mantuviera la unidad de los cristianos. De ahí que estuviera tan cerca del Papa. Hoy por hoy, es una llamada de atención a los que desde dentro de la Iglesia, se ríen del papado, de la tradición, del cónclave, de la forma de gobierno, cuando en el fondo se sienten frustrados consigo mismos al ver cómo cada vez menos jóvenes los siguen en sus disparates. No se trata de idolatrar al Papa, sino de reconocer su responsabilidad, pues ¿quiénes somos nosotros para decirle a Jesús que se equivocó cuando decidió confiar su obra a Pedro? Sin duda alguna, sabía lo que hacía y, de hecho, lo hizo bien. La santa de Siena, nos recuerda que no existe el catolicismo sin la guía -moral, humana y espiritual- del Papa. Cuando hay Sede Vacante, se reflexiona mucho sobre el perfil del próximo Vicario de Cristo, precisamente porque la Iglesia lo necesita para mantenerse fiel y, al mismo tiempo, unida.

 Impresiona y anima la audacia de Santa Catalina, quien a través de varias cartas y gestiones contribuyó a la estabilidad del papado que se debatía entre el poder mal empleado y la reconciliación, logrando que en el año de 1377 el Papa Gregorio XI dejara Avignon para volver a Roma, a la ciudad en la que Pedro había sido martirizado. Actualmente, seguimos necesitando hombres y mujeres que sean capaces de mantenerse en clave de fidelidad creativa al evangelio que le da un lugar importante a la Iglesia como un espacio de experiencia vital, basado en la oración, los sacramentos y en el sentido de comunidad, de equipo. Vale la pena imitar y hacer nuestro el coraje de Catalina. 

En oración por el Cónclave. 

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