Martes, 07 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Unas reflexiones después de las elecciones

por José Gea Escolano

Mucho hemos hablado en estos últimos días sobre las elecciones recientemente celebradas. Una vez que se han realizado y sabiendo ya que el PP las ha ganado por amplia mayoría, quiero aportar mi pequeña contribución de cara al futuro.

Se han dicho muchas cosas durante la campaña electoral; unos en una línea y otros, en la contraria. Y como muchas de las que se han dicho llevaban un mensaje con respecto a la moral, no sólo a la moral de la Iglesia, sino a la moral natural o, si se quiere, a la moral de sentido común, quiero con estas reflexiones aportar un poco de luz desde la doctrina de la Iglesia, sobre algunas cuestiones (sólo tres) muy importantes. Aunque dentro de los partidos no todos piensen igual sobre la moralidad o inmoralidad de algunas leyes vigentes o en proyecto, quisiera ayudar a reencontrar el equilibrio humano y cristiano en nuestra sociedad.

Estas tres cuestiones, más o menos vienen a coincidir con lo que dijo hace poco Rubalcaba, apuntando hacia ciertos logros que se habían conseguido durante la actual legislatura y que desaparecerían si realmente gobernarse el PP. No entro en política, sino en el campo de la moralidad. No sé lo que va a pasar con el cambio de Gobierno. Lo cierto es que Rubalcaba apuntaba, sobre todo, a dos avances que se habían conseguido en la etapa anterior: que las madres pudiesen decidir sobre su embarazo, y que cada uno se case con quien quiera. Yo añado una tercera que, aunque no se refirió a ella en esta ocasión, tanto él como otros, del Psoe o de otros partidos de izquierda, se han referido varias veces. Es la orientación de la enseñanza. Es sobre estos tres “avances” sobre lo que pienso hablar.

No sé lo que hará el PP ahora que ha llegado al poder con mayoría absoluta; lo cierto es que gobierne el PP o cualquier otro partido, estas cuestiones planteadas por Rubalcaba, y tal como las ha planteado, no suponen, ni mucho menos, un avance, sino al contrario, un retroceso desde el punto de vista moral, y que parece mentira que alguien en su sano juicio, pueda decir en serio que se trata de “avances”.

Antes de tratar sobre cada una de estos tres puntos y sobre algunos otros, quisiera hoy ir más bien a las raíces morales de la situación en que nos encontramos. Claro, si digo que estamos a punto de entrar en el Adviento, es posible que algunos se pregunten: ¿qué es eso del adviento? Pues eso es un tiempo de esperanza en los frutos de la venida del Señor y eso supone conversión o cambio de vida al aceptar a Jesús como redentor y salvador. También es posible que algunos se pregunten: ¿Salvador? ¿de qué? Si Ud. no pasa hambre y vive desahogadamente, es posible que no se lo plantee, pero los que viven pobremente y se sienten oprimidos y apenas pueden comer ni dar de comer a sus hijos, sí que esperan una salvación que, para los creyentes, ha de venir de Dios. Los no creyentes, a ver de quién la esperan.

Miren, a mí me da la impresión de que la sociedad actual la podríamos comparar a un pueblo con muchos problemas; todos buscan una solución, pero todos sus habitantes están afectados por una enfermedad muy grave. ¿No será esta enfermedad lo primero que habría que erradicar? De lo contrario, no se solucionarán los problemas radicalmente porque seguirán todos enfermos. Y si nadie en el pueblo es capaz de curarlos, habrá que buscar a alguien de fuera que los pueda curar. Estoy convencido (y lo digo a creyentes y no creyentes) de que la salvación nos tiene que venir de fuera. Nos tiene de venir de alguien capaz de curarnos convirtiéndonos en “hombres nuevos”, capaces de desterrar egoísmos, envidias, injusticias, deseos de placeres, de abusos de los más pobres y empezar a vivir una vida nueva basas en el amor. Es la única manera de forjar un mundo nuevo. Ahí está la solución que todos buscamos. Los cristianos creemos en Jesús; con todos nuestros defectos –no más que los no cristianos, ojo- intentamos progresar en el amor, conscientes de que ese progreso no es como el progreso científico. Si la ciencia progresa constantemente, la moral, al contrario, va bajando de tono en nuestra sociedad.

Hace unos días el Cardenal Cañizares en este mismo blog, decía con motivo del Adviento, que debíamos “dejar de una vez: el egoísmo, el rencor, el medro personal por encima de todo, el afán y ambición de poder, la pasión de acumular para sí por encima de los otros, el olvido del bien común y la falta del respeto debido a la dignidad personal e inalienable que tiene todo ser humano, la búsqueda de bienestar a costa de lo que sea y de quien sea, la mentira, el engaño, el relativismo, la injusticia, el cerrar las entrañas ante la necesidad y miseria del hermano necesitado, la destrucción de la familia o de la vida, el vivir de espaldas a Dios o como si Él no existiera, etc., etc.”

Todo ello, y más, lo tenemos planteado en la actualidad, ¿o no? Mientras vivamos con esas actitudes y con esos criterios, no hay solución posible. Hace años que lo estamos viendo y lo seguiremos viendo si no cambiamos de criterios y de conducta. Si no cambiamos y si no ayudamos a cambiar, sobre todo, con nuestro ejemplo y con nuestro testimonio de la verdad como testigos de Jesús, por mucho que sea nuestro esfuerzo no hay progreso posible.

De ahí la necesidad de elevar el nivel moral entre todos. Y, buscando el bien común, todos, especialmente las autoridades, debemos crear el ambiente necesario para que todos puedan progresar en el amor. De lo contrario, estamos abocados al más rotundo fracaso. Si todo sigue moviéndose como hasta ahora, y con los mismos criterios de vida, ¿de verdad que estamos progresando?

En los próximos artículos iremos reflexionando sobre los progresos a los que aludía Rubalcaba

José Gea
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