Martes, 14 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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¿Excomulgados o pecadores públicos?

por José Gea Escolano

Creo haber dicho varias veces que los católicos que son parlamentarios y que aprueban una ley justificando el aborto, deberían ser excomulgados.

Porque en el caso del aborto no hay grises más o menos densos sobre lo que se podría negociar. Sólo hay blanco y negro, es decir, ¿el aborto es o no, la supresión de una vida humana, inocente e indefensa? Y si lo es, tal como está demostrado científicamente, ahí no hay disyuntiva: ¿Puede el Estado aprobar la destrucción de una vida humana inocente? Y ahí están el blanco y el negro. Por tanto, el Estado no puede ni suprimirla ni autorizar su supresión.

¿Saben que varias veces ha aludido el Papa a que jamás se puede suprimir una vida humana inocente? Sólo en un número, en el 57 de la Encíclica Humanae Vitae tiene las siguientes frases:

El mandamiento «no matarás» tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente.

Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral.

La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio para un fin bueno.

Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante.

¿Lo quieren más claro? No es fácil que se pueda decir con más claridad.

Y ahora nos encontramos con un católico que es parlamentario y que aprueba con su voto el aborto; y, además, sin ninguna causa o razón sólida que lo justifique, que no la hay, y además, dice que es católico.

Ante sus católicos habla la Iglesia; no se mete donde no la llaman, sino que se dirige a los católicos y les recuerda que no les es lícito aceptar una ley en que se autoriza abortar y menos, a aprobarla con su voto parlamentario.

La Iglesia tiene el derecho y el deber de dirigirse a todos los católicos, sean médicos, abogados, labradores, amas de casa, oficinistas, parlamentarios o lo que sean. ¿Qué les parece si los que regentan una oficina se quejasen de la Iglesia porque el Papa hubiese dicho que los oficinistas deben ser honrados, puntuales, sinceros, atentos con la gente?… Pues eso es lo que hace la Iglesia al decir a los católicos parlamentarios que deben respetar la vida y que jamás es lícito matar a un ser humano inocente.

Lo que pasa es que algunos establecen cierta dicotomía entre católico y parlamentario, es decir, que al Gobierno no le importa que sus miembros sean católicos o ateos; lo que quiere es hacer una dicotomía entre religión y parlamento: fuera del parlamento que haga cada uno lo que quiera, pero en el parlamento que se atengan a lo que dice el jefe del grupo político o el presidente del Gobierno. Y eso, un católico no lo puede admitir si quiere ser coherente con su fe.

A pesar de que católicos parlamentarios no sean coherentes con su fe, no son unos demonios. Los hay que son buenas personas, que hacen mucho bien, que apoyan iniciativas en función del bien común, que se preocupan por los más pobres y por la justicia social… Pero por muy buenos que sean, si aprueban el aborto, se sitúan fuera de la Iglesia. Todos los católicos debemos aceptar el Magisterio.

Pero lo que me pregunto ahora es si deben ser excomulgados. Es algo así como cuando alguien niega una verdad enseñada por la Iglesia. ¿Debe ser excomulgado o puede ser considerado sólo como pecador público, que no es poco?

Mi opinión es que debería ser excomulgado. Y veo una razón muy sencilla: ¿Qué es peor, una madre que aborta o un Parlamento que legaliza el aborto? Para mí, lo segundo.

Hay otra particularidad y es que la absoluta mayoría de las madres que abortan quedan traumatizadas cuando piensan que han matado a un hijo, mientras que los católicos que han legalizado el aborto, suelen sentirse satisfechos por haber aprobado la ley que permite el asesinato de miles y miles de seres humanos.

Y si la excomunión en el caso del aborto se da para que los católicos sean sensibles ante el crimen del aborto, ¿no se debería excomulgar también a los parlamentarios que dan su voto a favor del aborto, para que sean más sensibles ante lo que el Concilio llama crimen abominable? La excomunión ¿no les sensibilizaría ante la gravedad de autorizar el aborto, sobre todo concediendo a las madres el derecho de suprimir vidas inocentes que ni siquiera el Estado tiene?

Y otra cuestión a plantear: aunque no estén excomulgados, son pecadores públicos por haber autorizado el aborto, cosa muy grave. Y si se niega la comunión eucarística, por ejemplo, a los católicos que son convivientes, o casados sólo por lo civil, ¿no se debería negar la comunión a los católicos que han aprobado la ley del aborto? Por lo menos mientras no den señales de arrepentimiento con el propósito de la enmienda.

También en este caso es mucho más grave el pecado de los católicos que han aprobado el aborto, que el pecado de quienes conviven. Y nuestro mundo necesita de testimonios fuertes de cristianos capaces de jugarse hasta la vida por nuestra fe. Desgraciadamente, a muchos de ellos puede que no les importe nada; ni la excomunión, ni la consideración de pecador público, ni ser apartados de la Eucaristía; pero eso ya es cuestión personal en la que no podemos entrar. Quienes piensen así tengan la seguridad de que no están en comunión con la Iglesia, aunque sí hay muchos a quienes sí les puede afectar y ayudar a ser testigos de Jesús en medio de este ambiente, que es deber de todo cristiano.

NOTA

Por su interés para los lectores, pongo un poco más extensa una de las citas indicadas más arriba en el mismo número 27 de la encíclica citada para que se vea la importancia que da al tema el Magisterio de la Iglesia, tanto del Papa como de los Obispos a la condena del aborto. Dice así:

“Ante la progresiva pérdida de conciencia en los individuos y en la sociedad sobre la absoluta y grave ilicitud moral de la eliminación directa de toda vida humana inocente, especialmente en su inicio y en su término, el Magisterio de la Iglesia ha intensificado sus intervenciones en defensa del carácter sagrado e inviolable de la vida humana. Al Magisterio pontificio, especialmente insistente, se ha unido siempre el episcopal, por medio de numerosos y amplios documentos doctrinales y pastorales, tanto de Conferencias Episcopales como de Obispos en particular. Tampoco ha faltado, fuerte e incisiva en su brevedad, la intervención del Concilio Vaticano II.50

Por tanto, con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral”.

Si quieren un brevísimo resumen de la enseñanza del Papa en la misma Encíclica y en el mismo número 73, dice así: En el caso pues de una ley intrínsecamente injusta, como es la que admite el aborto o la eutanasia, nunca es lícito someterse a ella, «ni participar en una campaña de opinión a favor de una ley semejante, ni darle el sufragio del propio voto».

José Gea
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