Martes, 14 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Nada de retrógados. Hay que ser «progresistas»

por José Gea Escolano

En la actualidad se habla mucho de una sociedad progresista, de una ley progresista, de un partido progresista, de una opción progresista... y tildan a quienes no piensan como ellos, de retrógrados, anticuados, de que eso ya no se “lleva”, de que hay que ser modernos porque estamos ya en el siglo XXI, de que hay que ponerse al día....

Desde luego, hay muchos que se tienen como progresistas, pero ¿hacia dónde hay que progresar? La respuesta es clara, hacia un mundo mejor. Y ¿en qué consiste ese mundo mejor? Porque muchos dicen ser progresistas, pero en cuanto al respeto a los derechos humanos fundamentales como son los de la familia, de la educación, de la vida.... hay un retroceso.

Por eso, formula siguiente pregunta: ¿Tiene futuro nuestra sociedad con determinadas leyes? Todos hablan de progreso, de que queremos ser progresistas, de que no queremos quedar anclados en el pasado, de que no queremos ser retrógrados que queremos progresar, pero ¿hacia dónde?

Creo que es bueno reflexionar un poco sobre ello; merece la pena pensar cuál es el norte hacia el que queremos caminar y hacia cuál estamos caminando.

POGRESISTAS, SÍ, PERO ¿HACIA DÓNDE?
Cito unas palabras de José F. Vaquero en esta misma página de Religión en Libertad:

Un análisis apresurado, y con frecuencia manipulado, relaciona en nosotros “cambio” o “progreso” con “evolución a mejor”. Un momento: la economía española ha cambiado mucho estos últimos años. ¿Y ha sido para mejor? El mercado laboral se ha transformado mucho. ¿Y ha sido para mejor? El peso del sector inmobiliario en la economía ha cambiado. ¿Y ha sido para mejor? Cambio o progreso no significa necesariamente mejora. El modo como nos acercamos hacia la reproducción humana, las relaciones de pareja, las familias, y el crecimiento personal que subyace detrás de estas realidades ha cambiado. Pero a juzgar por las rupturas de tantas familias, los conflictos personales y el aumento de la violencia en el ámbito familiar, parece que el cambio ha sido a peor.

Concreciones
Supongo que estaremos de acuerdo en que nos encontramos ante un futuro incierto. El mundo ha dejado de ser una serie de naciones aisladas y ha empezado a ser una casa común con distintos departamentos interrelacionados y mirando todos al futuro que entre todos debemos construir; nuestro objetivo es el mismo, pero no nos ponemos de acuerdo en el cómo caminar hacia él.

Es cierto que, mirando al futuro, nos preocupa la escala de valores que va cambiando con respecto a la que teníamos hace unos pocos años, sobre todo, la que va teniendo la juventud en cuyas manos dentro de poco estará la sociedad futura.

Nos encontramos en nuestra sociedad con una situación nueva y nada fácil. No sólo en España sino a nivel mundial. Se va extendiendo el subjetivismo moral. No se trata de unos casos aislados, sino de conservar nuestro patrimonio moral como tal. Tenemos la impresión de que todos los valores morales están en crisis. En el fondo está el hecho de que Dios no cuenta en nuestra sociedad. Conservar no es sinónimo de retroceder; conservar los valores fundamentales es más progresista que cambiarlos.

Les invito a reflexionar sobre algunas cuestiones básicas de las que hablamos con frecuencia: ¿Estamos progresando en el respeto a la vida, en el respeto a la familia y al derecho de los padres a optar por el tipo de educación moral que quieren para sus hijos?

Libertad y verdad
En la Encíclica «Veritatis Splendor», trata el Papa sobre la relación que existe entre verdad y libertad, y entre libertad y moral. La intención del Papa al escribirla, es proclamar el núcleo de nuestra fe con respecto a la libertad: La libertad es humana y responsable sólo si está unida a la verdad. Y esto vale tanto para los políticos cristianos como para todos los católicos.

El núcleo del gran problema que tenemos en nuestra sociedad es que se exalta la libertad sin relación con la verdad. Se le ha dado tal autonomía a la libertad, que se la ha convertido en fuente de valores. La libertad individual y los votos de la mayoría de los ciudadanos deciden lo que se puede hacer y lo que no, sin vincularse a ninguna norma de rango superior a la libre decisión del hombre. Y ahí estamos teniendo ya los resultados en la inmoralidad de nuestra sociedad en todos los campos.

La formación en principios morales
Me pregunto: la formación que estamos dando en los centros de enseñanza ¿es la correcta? ¿Y se la estamos dando con el ejemplo y con unas normas basadas en los grandes valores morales, humanos y religiosos? Sí; digo también religiosos porque ¿cuáles son las razones por las que algunos intentan excluirlos? ¿Dónde vemos estos grandes valores y convicciones morales que deben vertebrar nuestras vidas? Y si no los valoramos y no los inculcamos en nuestros niños y jóvenes ¿no estaremos fallando en la línea educativa? La educación que les estamos dando ¿es la correcta?

A mi modo de ver, hay un fallo fundamental y grave. Me estoy refiriendo al intento de forzar la aplicación de la educación para la ciudadanía que se quiere imponer a pesar de la no aceptación por la mayoría de los padres. Pregunto ¿de dónde recibe el Estado el poder para marcar la línea educativa en el campo de la moral?

El Estado quiere ahora, por ejemplo, ambientar a niños y a jóvenes en la licitud del aborto. ¿Esto va a conseguir la disminución de la delincuencia? Si se les intenta formar justificando el asesinato de seres inocentes, ¿aumentará el respeto a la vida? ¿Disminuirá la violencia? Es lógico que, viendo que no se respeta la vida del niño ya concebido, no tengan mucho reparo en suprimir o dañar vidas humanas. Un salto lógico. Con qué cara el Estado castiga cualquier crimen si autoriza a suprimir vidas humanas inocentes. Con estos antecedentes legislativos no avanzaremos en la construcción de una sociedad más justa. Y seguiremos diciendo ¡cómo está la juventud! Pues cómo ha de estar, si les está educando en el camino de la violencia.

Es claro que si no se educa en valores, la sociedad va a la deriva. Parece mentira que se haya aprobado la ley que da derecho a abortar sin más. En defensa de quienes la aprobaron creo que está el hecho de que no eran conscientes de que autorizaban el mayor genocidio que se ha dado en la Historia; sí, en la Historia, porque de lo contrario, no creo que la hubiesen aprobado.

Y no es que queramos que vayan a la cárcel las mujeres que abortan. ¿Para qué están los jueces? Ellos deben ser quienes juzguen si ha habido causas que agraven o disminuyan la responsabilidad.

No creo que nuestra sociedad vaya por buen camino si se facilita el crimen sin responsabilidad. Nuestra sociedad necesita una formación en valores fuertes. Y el primer valor a tutelar es el respeto a la vida.

Los católicos no debemos parar hasta conseguir que la justificación del aborto desaparezca de nuestra legislación. El Estado no tiene facultad para autorizar la supresión de vidas humanas y, en especial, cuando se trata de vidas humanas inocentes.

¿Con qué cara pueden hablar de los crímenes contra la humanidad cuando ellos están autorizando una matanza indiscriminada de seres humanos inocentes e indefensos?

Debería ser el Estado quien se sentase en el banquillo de los acusados porque el derecho a la vida debiera ser el primer valor a defender y tutelar por el Estado y se está conculcando por las leyes.

Matar a puñaladas o darle un veneno azucarado, ¿no es todo matar? Es cierto que en el nazismo mataba la autoridad, pero en el caso del aborto la autoridad dice: mata, que no te pasará nada.

¿Progresamos o retrocedemos? Y si alguien piensa que progresamos, ¿hacia dónde?

José Gea
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